Odiaba cuando se metía en mi mente y me hacía cambiar de opinión. Odiaba cuando yo decía "no" y él me hacía decir "si" y luego reía. Pero me fascinaba cuando me sentía triste y estaba sola como el aparecía de la nada abrazándome por detrás, envolviéndome en sus brazos y dejando hundir mi cara en su hombro, sin importar lo húmeda que su camisa podría llegar a convertirse. Leía mis pensamientos y sabía exactamente lo que yo quería.
Sus ojos azules reflejaban su vida, una vida nada fácil, con muchas piedras con las que tropezó y altas montañas que debía cruzar. Pero aún así se levantaba y seguía su camino con pasos firmes. Sus manos cotejeadas demostraban que tuvo que luchar por lo que quería. Era un ser que al momento de tomar una decisión no dudaba, no se arrepentía, decía que no había tiempo para ello. Más bien, aprendía. Él no le temía a nada; solo a una cosa; a perderme. 
 
Yo caminaba con dificultad a causa de los finos tacos. Mis ojos estaban tapados con su corbata. Una de sus manos me sostenía de la cintura mientras que la otra entrelazaba mi mano. Cualquier intento por ver él lo notaba y repetía en mi cabeza 'Espera'. 
 
-¿Ahora?- Repetí ansiosa-
-Todavía no. -dijo paciente-
 
Ambas manos me soltaron y se alejó un poco de mí.
 
-No te muevas- me dijo con seguridad-
-No lo haré- susurré luego de una sonrisa-
-Bien, ahora!
 
Retiré lo que le impedía a mis ojos abrirse, su corbata, y los abrí lo más que pude para poder apreciar el hermoso paisaje. Hacía años que no veía las estrellas tan relucientes, hacía años que no veía una sola estrella. Busqué a Warren hallándolo rápidamente a mi lado. Sonrió. 
 
-¿Es hermoso no? -dijo sin dejar de ver hacia el cielo-
-Hacia...
-Desde los 9 años que no ves las estrellas ¿no?- terminó mi frase-
-Exacto. ¿Tengo que preguntar cómo es que lo sabes? -dije volteando hacia él-
-Lo pensaste el otro día.
-En Nebraska se podía ver todo claramente. Como aquí. Pero cuando me mudé a Los Ángeles, las estrellas fueron reemplazadas por edificios que competían pos ser más altos y luces resplandecientes. 
-Conozco Nebraska. Un buen lugar, pero no tanto como Nueva York.
-Me gustaría volver, pero esta demasiado lejos.
-¿A Nueva York? -dijo bromeando-
-No tonto, a Nebraska- corregí copelándolo en el hombro derecho, ambos reímos-
 
Saqué los zapatos de mis pies. No tardé demasiado en descubrir que estábamos en la azotea de un edificio. 
 
-Es el más alto de Los Ángeles-comentó-
-Puedo verlo-
 
Sin zapatos era cinco centímetros más baja. Le llegaba al hombro. 
 
-Pero sabes -dije poniéndome en frente de él y radiando mis brazos en su cuello- Tus ojos son más brillantes que las billones de estrellas que hay allá arriba- 
-Sabes... -sus ojos se desviaron- No quiero perderte- volvió a mirarme-
-No lo harás. 
-¿Y cómo lo sabemos? Puedo leer tu mente pero no el futuro- su voz se entornó en la desesperación-
-Mi futuro está aquí, contigo.
-Ahora, hoy. Tal vez mañana y pasado y las semanas que vengan. Pero, no para siempre. 
-Ayer, hoy y mañana. La semana que venga y las demás. Por siempre estaré contigo. 
-Por siempre es una palabra muy larga.
-¿No es eso lo que quieres?
-Es lo que deseo. Sabes que no creo en esa palabra. 
-Warren, te quiero. No, es más que eso. Te amo y nadie ni nada lo va a cambiar, nunca. 
-Tampoco creo en esa palabra. 
-¿Nunca?
-Amor.
-¿No crees que yo te pueda amar?
-No, creo que yo no puedo amar. 
 
Sus ojos se volvieron hielo frío. Me separé de él y caminé hacia el borde del edificio. Mire hacia abajo y luego volví hacia él, pero ya no lo encontré. Se había ido.
Odiaba cuando hacía esto.
Tome mis zapatos y vi su corbata tirada en el suelo. Era señal de que lo volvería a ver. Siempre lo hago. La tome también y bajé hasta llegar al primer piso. 
Tome un taxi y fui a casa.