Después de la visita de Julie a Fernanda, todo pareció volver a una normalidad relativa. Fernanda estaba incómoda y nada parecía satisfacerle.  Sumémosle a eso, que no sabía cómo manejar sus vacaciones, se sentía desnuda sin su trabajo.
Por otro lado, Mark había decidido hablar con varias de sus amigas sobre el asunto, ya que notaba un cambio en su persona desde hacía un buen tiempo. Lo que más le preocupaba era que Fernanda jamás había creído en fantasmas y seres sobrenaturales. Sin embargo, ahora aseguraba hablar con una niña que sólo ella podía ver.
Aquella tarde, las amistades de Fernanda acordaron invitarla a una reunión para abordar el tema con ella.
Fernanda acababa de arreglarse y estaba por salir, cuando alguien llamó a la puerta. Se encontró con una adolescente delgada y frágil, que la miraba atemorizada. Temblaba de pies a cabeza y llevaba al hombro una pequeña mochila de color rosa.
Fernanda se quitó los anteojos y la miró con cierta suspicacia.
-          Hola ¿A quién estás buscando?
-          A Fernanda- dijo la chica, que no dejaba de tiritar.
La mujer suspiró con cierta resignación y le invitó a pasar. La niña pareció sorprenderse.
-          ¿No va a preguntarme por qué estoy aquí?
-          Déjame adivinar- le dijo Fernanda, mientras buscaba su teléfono móvil –seguro estás embarazada y te envió Lili, ¿Me equivoco?
Y llamó a una de sus amigas para cancelar la reunión. Sabía que ésa sería una plática muy larga.
-          ¿Cómo te llamas?
-          Eli. Tengo dieciséis años y me he escapado de casa.
Fernanda arqueó las cejas.
-          A tu edad yo estaba concursando para entrar a la universidad. Jamás hubiera pensado en cambiar pañales.
-          Lo sé- dijo la chica, taciturna –todos me dicen lo mismo. Para la mayoría soy una estúpida por haber permitido que ocurriera esto.
Fernanda le observó con simpatía.
-          ¿Por qué te escapaste?
-          Mis padres han decidido que aborte. Han platicado con varias clínicas y al fin se decidieron por una.
-          ¿Y tú no estás de acuerdo?
Eli negó con pesar.
-          No. Quiero tener a mi hija, ya la adoro, es lo mejor que me pudo haber sucedido. No me explico por qué ellos no logran entenderme.
-          No olvides que ellos ya son padres- le dijo Fernanda –y saben en qué te has metido. Hay muchos prejuicios acerca del aborto, los moralistas prefieren que nazcan los bebés y alientan a la gente a ello. Pero te aseguro que este embarazo no lo planeaste, fue un momento de pasión. La palabra responsabilidad puede sonar ajena para ti.
Eli negó molesta.
-          Pero puedo aprender a ser responsable.
-          ¿Qué tan responsable eres contigo misma? Acabas de escaparte ¿Sabes qué tus padres pueden estar muy asustados en este momento? Si alguna vez tu hija huyera de ti por no estar de acuerdo contigo ¿Cómo reaccionarías? No sólo se trata de cambiar pañales y ponerle vestidos de princesa. Estás por educar a un nuevo ser humano ¿Sabes lo que es bueno para él?
-          Creo que sí.
-          Ni siquiera sabes qué es lo bueno para ti- observó Fernanda.
Eli iba a decirle algo  más, pero se contuvo.
-          Tú pareces más madura que yo- le dijo, desviando el tema -¿Por qué no quieres a Lili?
Fernanda guardó silencio unos instantes.
-          En realidad no lo soy. No esperes que todos los adultos seamos  maduros. Para mí, este estilo de vida es el ideal, sin mayores compromisos ni responsabilidades. Puedo hacer lo que quiera a la hora que quiera y no tengo qué rendirle cuentas a nadie. Nunca me había sentido con más libertad en toda mi vida.
-          ¿Quieres decir que tú tampoco eres responsable?- preguntó Eli, intrigada.
-          Soy responsable tan sólo de lo que sé que va redituarme ganancias. Un hijo nunca será una ganancia, no importa cuánto lo quieras, es una carga. Punto.
-          Gracias por compartirme tu punto de vista- le dijo Eli –no sé si sea capaz de cuidad a Amy, lo único que sé es que la amo con todo mi corazón. Si llegara a ser una carga o no, no lo sé aún. Lo único que sé ahora es que quiero que viva, quiero verla correr, reír, disfrutar el mundo.
-          Hay una probabilidad muy alta de que no sea una niña feliz.
-          Y una muy pequeña de que lo sea- respondió Eli –prefiero quedarme con esa escasa probabilidad. Quizá llegue a ser más feliz de lo que tú y yo nos imaginamos.
Fernanda le miró con cierta compasión. Suspiró profundamente y tomó nuevamente su teléfono.
-          ¿Cuál es el número de tus padres?
Eli le devolvió una mirada aterrada.
-          ¡No! Por favor… no les digas donde estoy.
-          Tranquilízate. Hablaré con ellos. Les propondré que den el bebé en adopción en lugar de abortarlo.
A Eli se le salieron las lágrimas.
-          ¿Por qué yo no puedo cuidar a Amy?
-          Tal vez sí, tal vez no- dijo Fernanda –pero si lo que nos importa es la felicidad de Amy, un hogar sustituto puede ser una buena opción.
Eli miró esperanzada a Fernanda
-          ¿Adoptarías a Amy por mí, Fernanda?
-          No,- le respondió ésta –pero no te preocupes, conozco a mucha gente que se moriría por adoptarla.