La Carta
Publicado en Feb 03, 2013
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            La Carta
 
            ¡Que llamen rápido a la ambulancia, pobre hombre va a morir desangrado!…
Eran los gritos de la multitud al ver aquella camioneta Nissan D-21 estrellada contra un árbol, mientras el vapor que escapaba del radiador de la misma hacía que una nube de vapor cubriera el cuerpo de su conductor, quien a pesar del gran accidente que acababa de protagonizar había tenido las fuerzas para bajarse de la misma y caminar un par de pasos entes de quedar tendido junto a la vereda con un corte en la cabeza que llegaba desde un lado a otro de la frente, cubriendo con sangre la cicatriz que tenía, casi del mismo tamaño…
 
Rigoberto, un hombre de unos treinta y cinco años, de cabeza rapada para disimular su falta de pelo, al verlo a simple vista era un hombre de estatura mediana y en cuanto a su inteligencia, dejaba bastante que desear, pues también era conocido como el loco, ya que había ocasiones en las cuales empezaba a murmurar palabras que nadie mas que el podía entender, o traía al presente cosas que hacia muchos años habían ocurrido, desde hacía un tiempo se había sentido enfermo, tenía dolores de cabeza que lo atormentaban durante el día, muchos doctores le habían dicho que era efecto de la luz, sin embargo una vez que visitó a un neurólogo, este le pidió un scanner, haber si podía descubrir que andaba mal con el.
Sin embargo la sorpresa que se llevó el doctor fue enorme, junto a su cerebro, había una pequeña masa, de no más de cinco centímetros, la que afortunadamente estaba en un lugar muy fácil de extraer. El doctor llamó incluso a unos colegas de Norteamérica para comentarles lo que había encontrado en la cabeza de su paciente, llegando a la conclusión que cuando Heriberto estaba en el vientre había absorbido a su hermano.
 
Desde aquella operación, Heriberto no volvió a ser el mismo, ya no hablaba incoherencias, se había vuelto una persona distinta, no sentía cansancio y cada noche se mandaba a cambiar de la casa, es mas había arrendado una casa bien lejos de sus padres, sin embargo, cada mañana llegaba a la casa de estos a buscar la camioneta para salir a repartir el pan como siempre lo había hecho.
 
Su madre le reprochaba mucho que se hubiera ido de la casa, y nunca los hubiera llevado a conocer donde vivía, si tenía una novia, no sabían nada, absolutamente nada de él, salvo que estaba bien y si le preguntaban algo daba media vuelta y se iba, regresando solamente al día siguiente en busca del vehiculo para salir a repartir lo acostumbrado.
 
Un día su madre decidió seguirlo, vaya sorpresa con la que se encontró ahora su hijo se había vuelto homosexual, estaba viviendo con un viejo por lo menos cuarenta años mayor, la pobre vieja, casi se desmayó de la impresión, sin embargo sacó fuerzas de flaqueza y se decidió volver a casa jurándose que nunca le contaría a nadie lo que había visto, guardando solamente para ella la belleza y enormidad de la casa, tenía un jardín inmenso, un patio de al menos cien metros de fondo, era como si la casa estuviera en medio de un parque.
 
Una tarde, Heriberto llegó a la casa, y no había quien le recibiera con los brazos abiertos como era la costumbre, entró a la biblioteca y allí estaba la caja de fondos con las llaves puestas, y sobre el escritorio una carta aun sin sobre, y la pluma sobre esta;
 
Querido Heriberto,
 
Debo viajar a Suiza. Las razones del porque no te pedí que me acompañes no te las puedo explicar, sin embargo te pido me tengas paciencia porque pretendo regresar pronto.
Como sabes últimamente no he estado muy bien de salud, motivo por el cual debí adelantar mi viaje, eres y serás el amor de mi vida, es por ello que dejo las llaves de la caja de seguridad puestas, para que puedas tener acceso a todo lo que necesites, las llaves del auto tu sabes donde las guardo, y ten en cuenta que puede haber envidiosos que pensarán mal de ti es por ello que te pido que guardes bajo llave la carta.
 
Un beso.
 
Siempre tuyo.
 
Osvaldo Utorriegorriaga
 
Aquella tarde Heriberto se sintió muy cansado, como si hubiera estado trabajando un día completo como lo hacían sus tíos en el campo, era como si le hubieran dado una paliza, le dolía la espalda, las brazos inclusive los dedos, apenas puso la cabeza en la almohada cerró los ojos.
Aquella noche tuvo sueños bien desagradables, casi como si hubieran sido una pesadilla, soñó que estaba en un bar y había conocido a una rubia estupenda, que vestía un corto vestido, rojo y que sin demora la había llevado a su casa, ya que ahora no estaba el dueño del hogar, podía dar rienda suelta a sus deseos carnales con el sexo opuesto, ya empezaba a tener sexo por segunda vez cuando al mirar bajo la almohada estaban las llaves de la caja fuerte, y de pronto se abría la puerta y allí estaba Osvaldo, apuntándolos con una pistola, y al momento de disparar un trueno se confundió con el sonido del arma sacándolo de aquella pesadilla.
 
Pasaron dos meses desde que Osvaldo se había marchado y ni siquiera le había llamado, una vez para saber como estaba la casa o como estaba el perro regalón, para Heriberto la partida de Osvaldo había sido la completa liberación, ya que ahora tenía dinero, auto de lujo al cual cualquier mujer se subía con la predisposición a tener sexo con el él.
 
La noche estaba bastante avanzada cuando a la distancia divisó la silueta de una mujer, esta en primera instancia se negó a subir al auto, pero ante las palabras de Heriberto decidió a acompañarlo a tomar un trago a su casa, para quedarse por un tiempo indeterminado en el lugar.
 
Bueno no podemos olvidar taal como había dicho que Heriberto cumplía sagradamente con su trabajo, a pesar que ahora tenía dinero, y todos los días hacia la ruta del reparto, cuando de pronto al mirar por el espejo retrovisor vio el parpadeo de unas luces azules, las que pronto desaparecieron, deben ir siguiendo a algún malandrín, cuando al mirar nuevamente vio que estaban muy cerca de él.
En un acto de locura pisó el freno de su camioneta haciendo que los detectives se estrellasen contra s vehiculo, para salir huyendo a toda velocidad, sin tener la suerte, el vehiculo policial pudo seguirle, por cierto a una velocidad un poco menor ya que los policías habían quedado algo atontados con el golpe.
Las calles se habían convertido en una autopista para Heriberto, cuando de pronto, le ocurrió lo que hacia mucho tiempo no le ocurría, su mente quedó en blanco y continuó con su loca carrera hacia la casa de Heriberto, de pronto recuperaba la consciencia y de pronto la volvía a perder, cuando muy cerca de la gran casona su mente se  volvió un pañuelo en blanco, logrando reaccionar cuanto su cabeza golpeó contra el parabrisas de su camioneta Nissan D-21, la cual se había estrellado contra un grueso árbol.
 
¡Que llamen rápido a la ambulancia, pobre hombre va a morir desangrado!…
Gritaba la gente que había llegado al lugar, Heriberto a pesar del gran golpe había logrado salir de la camioneta y posarse en el suelo, justo el en lugar donde el viento llevaba el vapor del radiador de la camioneta que se había echo añicos, tenía un corte que cruzaba de un lado a otro la frente, un poco mas arriba de la cicatriz de la operación que le practicaran tiempo atrás, intentaba sentarse pero se caía de espaldas, mientras que entre nubes miraba como se acercaban rápidamente las luces azules y blancas parpadeantes, de improviso se puso en pie, caminando afirmado de la reja los veinte pasos que lo separaban de la puerta de la casona, no sin dificultad abrió la puerta dejándola abierta, afirmándose en los muros logró llegar a la biblioteca, fue allí donde escucho unos golpes, al abrir la puerta que comunicaba a una sala secreta de libros encontró a Isabel, la joven que se había quedado a vivir en la casa, estaba atada de pies y manos mientras una mordaza cubría su boca.
Heriberto dejó la puerta de aquel lugar abierta para abrir la caja y sentarse luego en el escritorio, sosteniendo con ambas manos la carta que le dejara Osvaldo.
 
Mientras se escuchaba como los policías entraban en la casa y gritaban que se quedara quieto porque iban a disparar; Heriberto Chandía se le busca por la desaparición de Osvaldo Utorriegorriaga, Camila Llorente, Francisca Flores, Carolina Bilbao, Jean Veliz, e Isabel…
 
Señor poli-po-po-policia-dijo Heriberto a punto de desfallecer-Osvaldo viajó a suiza, lea esta ca, ca, carta.
 
El policía dirigió su mirada a una hoja en blanco, manchada con sangre, que Heriberto sostenía entre sus manos, mientras se desplomaba sobre el escritorio, quedando allí con la vista fija en el jardín, para siempre.
 
 
 
 
Fin.
 
Caranndor
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Descripción

La Carta

Palabras Clave: La Carta

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin


Creditos: caranndor

Derechos de Autor: caranndor


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Mariposa

Agradable tu texto.Saludos
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February 17, 2013
 

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busy