Carta a un escritor
 
Querido amigo:
 
Pocas veces he incurrido en la necesidad de escribirle a quien ya no puede leer. Aunque muchos afirman que es posible.
Todo a tu alrededor ha sido oscuro, triste; una auténtica pesadilla. Al menos eso es lo que nos has dejado escrito de manera excepcional. Por citar algunos ejemplos, podría describir cuando te quejabas de los ruidos en la casa, voces y los retumbos que perturbaban tu lira y de ello creaste un notable relato. Eterno. También rezongaste de tu habitación, de la invasión constante a tu privacidad, de esas trivialidades presentes en las conversaciones de tus hermanas donde vos reptabas para pedir algo de silencio aunque fuese sólo por un instante.
Y todo esto con justificada razón. No soy quién para juzgarte, querido amigo. Sin embargo Franz: ¿Qué hubieras hecho vos si te hubiera tocado vivir en este siglo tan inmundo y deshumanizado? Un mundo donde las guerras se arman en escritorios, o entidades financieras. Un mundo donde detrás de un discurso o una sonrisa fotográfica, se esconde el odio y las ganas de quitarle a otro aquello por lo que no se está dispuesto a pagar. Leyes ridículas hechas para rendir tributo a la trampa. ¡Jaj! Todo un argumento para tu gran creatividad literaria… probablemente, una artesanía de lo establecido por otro. ¡Brindo por eso amigo!
Sin embargo, hay un detalle del cual jamás supiste, ni siquiera, de qué se trataba. No fuiste padre. No tuviste hijos. Por lo tanto me tomo el atrevimiento de decirte, o mejor dicho, de preguntarte: ¿Qué cosas debería yo decir, si además de todo aquello que vos viviste, encima debo cargar con la maravillosa responsabilidad de convivir con una hija adolescente en una misma habitación?
No te asustes, no es un reproche, ni mucho menos. Pero, amigo, convengamos en que (por lo menos) la paternidad no ha sido un camino del cual hayas tenido que transitar y te aseguro con total honestidad que ello no te hubiese permitido ser quien, en definitiva y a pesar de tu negativa, finalmente fuiste. No porque sea algo malo ser padre. ¡Todo lo contrario! Sino, simplemente porque es algo tan sensible y eterno, que tu pluma hubiese tomado otro trazo. Un trazo que, tal vez, esa pluma no debía realizar para no perturbar su crudeza. Porque ser padre, querido amigo, enternece y humaniza.
 
Con gran afecto.
 Tu amigo de siempre.