OLOR A SIELENCIO
Publicado en Feb 08, 2013
Aun lo recuerdo bien, aun escucho con fuerza esos disparos. Yo tenía dos años en ese entonces, tirado en el suelo con Pluto y Donald en la mano, no me importaba nada más que ellos, pero el ruido de la puerta fue tan sorpresivo y ensordecedor que dejé a mis dos muñecos tirados y me senté, miré hacia atrás como queriendo llamar a mamá, y en efecto, ella apareció en un par de segundos, se secó las manos llenas de detergente y luego abrió la puerta. Ellos empujaron, empujaron como solo creía que lo hacia mi tío borracho. Mi madre retrocedió, no sé muy bien lo que decía, pero gritaba. Ellos llevaban botas, enormes botas negras, pantalones caqui y pasamontañas cubriendo toda su cabeza. ¡Donde están! Gritaban y mi madre lloraba, decía y eso si lo recuerdo bien, no lo sé, no lo sé, no están aquí. ¡Quienes! ¡Quienes no están aquí! Me decía yo, yo con mis dos años quería saber quiénes eran ellos, pero no sabía hablar, solo sabía chillar como el mocoso que era. Ellos entonces me apuntaron con sus enormes armas, que ahora sé que eran unos FAL de calibre 32, los que a pocos centímetros de mi frente me gritaban ¡morirás! Sin que yo lo entienda. Solo lloraba, no por el arma, lloraba porque mi madre lloraba. A los dos años no sabes que es la muerte, la vida se reduce a un Pluto y un Donald chillón. Sabía que me haría daño, pero no sabía que tanto lo haría, sabía que saldría algo doloroso de ese tubo metálico, sabía que me dolería, empero, eso era todo, yo solo lloraba porque mi madre lloraba.
No sé cuánto duró, cuando acabaron los insultos, los gritos, los llantos de mi madre. Solo recuerdo que ella me abrazó con fuerza y yo calmaba con grandes suspiros hundidos en sus senos. Y fue en ese momento, en ese preciso momento en que se paralizó todo, su abrazó, nuestro llanto, todo, y un eco sordo, un estallido silencioso que venía del jardín dejó todo así, sin movimiento. Nosotros no nos movimos, permanecimos así hasta que el sol se ocultó, estuvimos en la oscuridad y aun no nos movíamos, luego en un momento extraño nos separamos solo para abrazarnos de nuevo, fuimos al cuarto a rastras y dormimos abrazados, a día siguiente. Quería saber que fue ese sonido, salí al jardín antes que mi madre se levante, caminé descalzo por el patio hasta llegar donde el sonido estuvo, en verdad, sabía que aquel sonido estuvo allí porque dejó una huella, una enorme posa de sangre seca y oscura.
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