La carta de Franz
Publicado en Feb 11, 2013
Estimado Gustavo:
He leído tu carta y ciertamente creo que has acertado respecto de que es posible que, quienes ya no estamos vivos, podemos leer cartas. Pero ocurre que, extrañamente, éste no es precisamente ese caso. Refiriéndome estrictamente a tus palabras, considero que debes tener razón. Yo no lo sé con exactitud aunque debo dar crédito a tus confesiones. No existen impedimentos para tal fin. No porque sean en verdad la única verdad, sino, simplemente porque es algo que tú sientes y vives en este momento de tu vida. Este es tu presente y no el mío. Aciertas al decir que no he vivido una época donde la política es tan preparada, tan actuada, o tan falsa. En cierto modo eso es totalmente cierto. Pero también debes reconocer –al menos– que yo he vivido el comienzo de lo que luego fue llamado como «nazismo». ¿Acaso te imaginas tú viviendo en Europa, en aquellos tiempos? ¿Sabes lo que es rogar por un trozo de pan? ¿Por un poco de agua? Pues yo tampoco. Me fui antes, por suerte, de tener que sufrir por todo aquello. Pero, por ejemplo, mis hermanas lo han vivido. O debería decir mejor: lo han sufrido. Han muerto en campos de concentración víctimas de ese horror indescriptible. Inhumano. Sin embargo, me has dejado sin palabras cuando mencionas tu actual forma de vida junto a tu hija. Aciertas otra vez, y vaya aquí nuevamente mi reconocimiento, en que yo no he sido capaz de vivir la experiencia de ser padre. No me ofendo, no me enojo, ni mucho menos, estimado Gustavo. Simplemente, acepto que has puesto el dedo donde más duele. Pero eso no quita que tus palabras sean acertadas. Incluso me lo pregunto ahora mismo: ¿Qué hubiera sido de mi escritura si me hubiese animado a ser padre? Naturalmente que mis entrañas hubieran cambiado su rudeza por unas más sensibles y humanas. Demasiado humanas. No puedo ni siquiera imaginarme escribiendo cosas tan crudas como las que he escrito –no quiero ni mencionarlas- mientras mi bebé reclamaba atención; o después de un paseo por un parque con quien fuera mi mujer y el bebé. ¿Qué cosas podría haber escrito acaso? ¡No! ¡Eso no, estimado amigo! Eso, sencillamente no estaba escrito para mí. Aprecio tu carta y agradezco que desde tan lejos, de tu país, un país del cual jamás supe alguna cosa, exista alguien que en el siglo en el que viven, todavía se acuerden de mí. Ruego por una mejora en tu actual momento. Pero no olvides esto: «Lo que se desmorona, se desmorona, pero no puede ser destruido. La alegría de esta vida no son tuyas, sino nuestro miedo a ascender a una vida superior. La verdad es invisible, por lo tanto no se puede reconocer a sí misma; quien la quiera reconocer debe ser mentira». Hasta siempre. Con afecto. Franz Kafka.
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Guille Capece
acabo de leer esta carta despues de leer tu respuesta a Franz; es indudable, merito tuyo, el hecho de que realizas un buen homenaje a uno de tus idolos. Veo una gran imaginacion, no se me huibiera ocurrido cartearme con un muerto, y recibir su respuesta !!! ademas la redaccion., la prosa perfecta, tanto en esta carta como en su respuesta, hacen de su lectura algo entrañable.
Abrazo
Guillermo
Gustavo Milione
LETICIA SALAZAR A.
Gustavo Milione