Narcisa
Publicado en Feb 14, 2013
Narcisa.
Narcisa miraba el cielo cuestionando su existencia, cerraba por largo tiempo sus sutiles ojos almendrados; los cuales las emociones hacían de ellos una expresión deseosa difícilmente esquiva, tenían la picardía de la inocencia. Sucedieron a esto los segundos eternos, su alma padecía del sentimiento pleno de existir no existiendo, estaba perdida en su vida ilusa completamente placentera. Luego llego a ella el exquisito deseo de gritar. Gritó con dolor, con rabia, con alegría, con amor, con odio, gritó con todos los sentires que contenía su pequeño cuerpo. Era libre falsamente, estaba tan consiente de aquello, que amaba disfrutar de la realidad. Lentamente se dormía recostada en la arena cálida, abrazada a sus piernas dejo de pensar, y sin querer pequeñas gotas de sal se apoderaron de sus mejillas, ojos sufrientes, llanto olvidado. Así fue como transcurrieron los tormentosos días en el mar, mirando tan solo el cielo para desear volar, nadando para escapar a la profunda oscuridad, ya podía dejar el pasado atrás. Volvió a la ciudad tan pensativa como callada, no pronuncio palabra alguna en horas, no necesitaba expresar lo inexplicable. Y pasaron días con su silencio, Narcisa ya nada decía, tan solo escribía, escribía mucho, tal vez bastante, eran hojas de pensamientos, quizás oscuros, alegres, eran hojas que contenían su silencio. Nada tenía respuesta, pues no existían preguntas. Narcisa era feliz, simplemente sonreía, ella expresaba sin decir nada, sus gestos al observar lo maravilloso como lo horrendo, eran tan serenos y tormentosos que enamoraban con la mirada. El escribir, el pensar, el caminar, el existir, el vivir todo aquello tomo un total significado para los ojos tristes de la humanidad, se convirtió en la hermosa muchacha de las palabras no existentes. Su sutil, y delicada figura, eran parte de un espíritu viajero tan alocado con ideas fuertes que hicieron de ella la chica de palabras inacabables.
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Laura Masvidal
Agustina Garcia