EL TREN DE LA MEDIANOCHE:
Publicado en Feb 21, 2013
En esa oportunidad decidí tomar el tren de medianoche, nunca lo había hecho pero esa vez no me quedo de otra. Mientras meditaba sobre mi día el tiempo se hizo corto y de la nada llego el esperado tren. Aunque no estaba solo en la estación fui el único que se montó en el vagon. Al entrar no mire a nadie, pero después me percate de la presencia de una bella joven sentada casi al final. Me quede parado un momento como deslumbrado por aquella hermosura y cuando noto que yo la veía vacile y me senté a pocos metros de ella. No dejaba de mirar a ese monumento de mujer, su rostro era angelical, sus ojos de un brillo especial me dejaban hipnotizado y sus labios de un rojo carmesí me dejaban con la boca humedecida.
No quería que pensara que yo era un pervertido asi que deje de mirarla fijamente, solo la veía de reojo. Pero de vez en cuando mis ojos se quedaban pegados a ella; en una de esas ocasiones me miro y sonrió. -”Vaya que sonrisa”- pensé. En ese instante de desvarío note que un papel se le escapó de los dedos; literalmente corrí a recogerlo y dárselo en sus manos. Justo en el instante cuando me daba las gracias el tren comenzó a frenar ruidosamente. Yo como pude me agarre fuerte a una de las barandas y sostuve por un brazos la chica para que no se golpeara. Las luces comenzaron a fallar y los bamboleos del tren se hacian cada vez más potentes, de ese modo el vagón comenzó a salirse de su carril y acabó volteándose. Debido a eso decidí soltarme de la barandilla y sostener con ambas manos a la joven, de esa manera pude protegerla con los brazos fuertemente. La abrace con firmeza mientras el ferrocarril rodaba fuera del raíl y golpeaba todo a su paso. A los pocos minutos de aquel alboroto todo quedo en silencio y las luces se encendieron nuevamente, en ese instante me quede desconcertado al ver que la muchacha a quien yo protegía no estaba junto a mí. El vagón estaba completamente vacío, solo yo estaba en aquel lugar y era imposible que alguien hubiese salido de algún modo. Con varios moretones en el cuerpo, una pequeña contusion en la cabeza y mas confundido que nunca, ví mis manos y observé el fragmento de papel que había entregado a la linda muchacha. En el estaban escritas con tinta roja las palabras “Gracias por salvarme”.
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