Exigua madre Tierra
oriunda de la mano de Dios.
Misterio encadenado al cosmos
en rigurosos y holgados movimientos.
Ya cae sobre ti la llúvia ácida.
El hombre germinal, nocivo y loco
ha sembrado fuego en tus esquinas.
Te ha herido con sus incestuosas fábricas
ha talado tus pulmones y dejado cráteres.
Ha deshecho tus polos a mordiscos
y elevado el nivel de tus lágrimas.
Mas sigues floreciendo en piedades
y en vez de dimitir luchas contra él.
Sus troqueles son martillos que te hacen amasijo.
y sus taladros penetran hasta tus últimos nervios.
Se indignan de los ecologístas y de nada se conduele.
Mas tú, titán en órbita, semi herido.
Los paseas de galaxia en galaxia
y sobrellevas tu duelo sin resuellos.
Aunque un hálito de dolores habita tu corazón.
Aún los niveos corceles trémulos
patean las esquinas de tu frescura.
El Hombre te socava las entrañas
para que brote el caudal de Oro Negro.
Te llenan de basuras y rencores
contaminando los páramos costeños.
Vierten venenos en tus surcos
te hacen árida y despueblan tus verdes.
Tú languideces, suspendida en el vacío.
No vacilas en dar hojas doradas.
El hombre te criba con delicia.
Brega firmemente en las minas.
Te llena de mercurio y de camorra.
Mas tú, a través de los éteres, llevas tu maltrato.
De vez un cuando ruges como leona herida
y escupes lava contra los más fornidos
o quiebras con un terremoto el canto de sus festivales.
Entonces te tratan de mala y de primitiva,
de mole inclemente, de impulso inusitado...
Aún retienes tu poder bajo el sol,
tus cánticos briosos y tus domos salvajes.
Eres una lis mínima en las fraguas del universo.
Muestra tu osadía ante los crápulas.
Aplasta cráneos con el velámen de tu furia.
Quema las carnes de los que te malogran:
El jaguar se extinguen, mueren las vacas.
Es tiempo que te levantes de tus cenizas
y con tu espada cortes a los más aguerridos.