Los supuestos
Publicado en Feb 24, 2013
Lo conocí observando una pared blanca. No sabía que pensaba ni que miraba, solo pase frente a él, tratando de esquivar su mirada. Ilusa como desconfiada, sentí que una voz increpo mis pasos. Me detuve sin mirarlo, incluso me detuve para no mirarlo y solo me pose a su lado ha contemplar con intriga su objeto de observación. Mi desconcentrada admiración por lo ajeno, me permitió crear versos intimidantes e incontrolables, la costumbre de pensar poesía se hacia cada vez más insoportablemente bella. Lo conocí observando lo simple, lo conocí…
Mi mente se lleno de inagotables suposiciones que expresaban el deseo de estar más allá que el verso creado por la mente, fue así como surgieron ante mí el “supongo que existe, que le intrigo, que le parezco hermosa, que escucha mis pensamientos, que no miramos nada, supongo que esta a mi lado, supongo que nos besamos, que me abraza, que nos desnudamos con la mirada, que nos tocamos, supongo que hacemos el amor, supongo que duermo a su lado, supongo que su calido cuerpo me roza”. Y los supuesto aparecieron como lo extraño a lo inusual, posiblemente se tomaban mis palabras pensadas para convertirse en la realidad de lo vago en la verdad. Se repetían como si fuese lo único que supiese en la vida. La pared blanca se lleno de desfiguradas formas, comencé a ver colores, a ver palabras, a interrumpir mis pensamientos con fragantes confusiones irreales. De un momento a otro mi cuerpo frágil se invadía con feminidad sutil, con la frágil convención de una mujer sumisa e indefensa, pero yo ante todo el poder subjetivo de la imagen aparente de la confusión, desperté para darme cuenta que mis brazos se desvanecían a su lado y la visión de nosotros como uno se pudría con el roce de pieles, con el calor intimo de nuestros géneros. Fue cuando me di cuenta que los supuestos ya no eran supuestos, eran la certeza de la incertidumbre de mi vaga locura, nosotros posados el uno ante el otro, nos abrazábamos con la fuerza increíble de no perdernos, los labios carnosos de un beso fugaz eran las palabras calladas durante tantos minutos, observándonos ante el espejo gigante que no era más que la imaginada pared blanca nos encontrábamos, pudriéndonos con la figuración de lo que podríamos llegar a ser como tales en una relación despectiva e incontrolada, nos seguíamos uniendo en los supuestos constantes de nuestra mente. Y comprendimos con miradas pasionales que por fin ahora nos podríamos reflejar en el espejo trasformado, él mirándome se pudo ver y yo abrazándolo pude comprender que era yo. Fue cuando nos percatamos que miles de ojos nos miraban fijos como si estuviésemos cometiendo el crimen de permanecer como no deberíamos. Comenzamos a gritar tan fuerte que el frenesí nos hizo que perdiéramos la conciencia y nos mezcláramos en las inadaptadas mentes de los observadores, y entendimos que no nos miraban con el fiel desprecio que les asignamos, si no que aquellos que posados con seriedad permanecían, por dentro y bajo de todo brotaban como los seres amantes que eran. Al despertar del brutal episodio carnal me encontrada posada a su lado observando la descolorida pared blanca, esta vez él me miraba y yo rozaba su piel con mi borrosa existencia, esta vez éramos lo que no fuimos.
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