El juego de la verdad
Publicado en Feb 26, 2013
Era una reunión aburrida y hasta cierto punto artificial, pero qué va, obligada por el cumpleaños número cuarenta de nuestro gran amigo Ángelo Limón que de no ser célibe desde los veinte años, por una decisión inspirada en la doctrina espiritual que practica, seguro sería un gran amante, lo digo porque tiene manos grandes, ojos de fuego y un espíritu que no se doblega con nada, un hombre así sólo puede ser esplendoroso a la hora de romper catre. No sé si bendecir el momento en que Grace tomó la botella vacía de whisky y propuso jugar a preguntas o castigos, para el caso era igual, si te tocaba ser apuntado con el cuello de la botella tenías que contestar una pregunta por más indiscreta que fuera o bien podías optar por un castigo que muchas veces consistió en responder a la misma pregunta. Éramos un grupo de adultos jóvenes o contemporáneos como suelen decir hoy en día en las radiodifusoras o los bares que pretenden disfrazar la nostalgia por la juventud como gusto por lo retro, estábamos entusiasmados igual que chicos de secundaria con el juego aquel, todo parecía inofensivo y pueril en las preguntas: ¿Te gusta cómo te hace el amor tu marido? ¿Te has operado algo?, ¿Quién te ha dado el mejor beso de tu vida?, ¿Te unirías a un club swinger? Pero de lo inocuo, en un instante se puede pasar a heridas profundas e irreparables. Tocó el turno a Irene, mi mejor amiga, de ser interrogada; ¿cuál es la peor mentira que has dicho y por qué razón? Pudo haber elegido cualquier otra, la que le dijo a su marido por ejemplo cuando se casaron, que su primogénito es hijo de él o la que le dijo al verdadero padre de su hijo para quitárselo de encima, que había perdido al bebé. Podría haber optado por cualquier otra cosa, pero de todo ese universo prefirió responder que tenía una amiga a la que adoraba y que ésta a su vez estaba enamorada de un cabrón que la hizo sufrir de forma indecente, que un día se lo encontró en el aeropuerto y éste le preguntó por esa amiga, le suplicó que le dijera dónde encontrarla porque tenía la enorme necesidad de confesarle que era el amor de su vida y que no habría ningún sitio en el mundo donde hallar paz sino a su lado, que toda su indiferencia era una defensa para no admitir que estaba enfermo de amor por ella, que recordaba su cuerpo como un paraíso extendido a todo lo largo y ancho y que la incertidumbre de perder ese paraíso lo mataba, así que prefirió poner un largo trecho de distancia entre ellos para sobrevivir a ese sentimiento, que había guardado su sentimiento por años entre sedas y celofanes para protegerlo de cualquier amenaza y tanto lo contuvo que terminó ahogado en él, enfermo cada noche de ausencia, perdido entre las propias sábanas de su cama, extraño hasta en su cuerpo. —Entonces yo le dije que esa amiga ya no gustaba más de los hombres, que descubrió que era lesbiana y que era mi mujer, lo hice porque no quería que ella estuviera a su alcance, no deseaba que él terminara por destruirla- concluyó Irene con un aire desafiante en su mirada. Fue un segundo el que bastó para ver en sus ojos que hablaba de mí, de esa historia alterna donde he habitado como un fantasma durante todos estos años. Fue inevitable que el torrente de recuerdos se me viniera encima; las incontables borracheras donde mis lágrimas se mezclaban con la sal de mi tequila, las noches de sueños sudorosos donde me veía caminando como zombie con el corazón expuesto, la cantidad de veces que el charco de mi llanto envolvió mi desnudez mientras me duchaba, los sudores fríos y el hoyo que se me hizo en el estómago de tanto querer y tanto toparme con muro. ¡Todos estos años anhelé esa confesión! durante mucho tiempo esa esperanza fue mi refugio para sobrevivir y no cortarme las venas o saltar de un puente. ¡Hubiera dado lo que fuera por escuchar vivas esas palabras de los labios de aquel cabrón! —¡Esas son chingaderas Irene!, ¿qué clase de amistad enferma es esa? ¿o es que realmente eres lesbiana y estás enamorada de tu amiga?- preguntó Ángelo en un tono burlón y con la boca llena de pastel. Siempre que me siento triste o acorralada necesito ir al baño a vomitar, es un mecanismo extraño en mí, ¿o serán los estragos de las juergas? Como sea, ya no pude contener las ganas de hacerlo cuando Irene se negó a responder la pregunta y prefirió el castigo de salir a la calle a gritar que era una vieja pedorra y flatulenta a la que le gustaba comerse los mocos.
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LUMA54
Pero si queremos justicia, siempre la verdad la hará, -aunque se demoré en llegar.- por ella murió el Dios de todos.
Que bien que compartes cosas tan interesantes.
Saludos
Laura V. Gmez
Saludos.
L B R.
Laura V. Gmez
Saludos.