El rostro de los originales.
Publicado en Mar 02, 2013
El sol tan brillante como una fina pieza de oro,
Relumbrante en algún lugar de ese inmenso horizonte, Camina de la mano de aquellos pobres condenados, Ocultando con su calor, el frío tan cortante que ellos Soportan en su piel, con un murmuro cantado por el viento Responden sin palabra alguna hacia alguna acusación. En sus ojos el apocalipsis ha pasado ya, miles de veces Y aun así, no miran ni de cerca que ese sea el final, Sus manos no se sujetan ya de nada, ni de decepciones Ni mucho menos de mal aprovechados perdones. No necesitan gritar el dolor que les recorre el cuerpo, No necesitan de lastima, ni de calma para poder sanar, Ellos conocen las heridas que aún no se cierran en su piel Y conocen el tiempo que deben esperar pacientes Para poder entablar una nueva conversación con su viejo yo. Aquellas mentiras que sus bocas entretejieron para ocultar Esos segundos de pesada debilidad que anhelaban escapar, Para caer en brazos ajenos que fingieran un poco de calor. Que mecieron sus pensamientos en una fina tela de olvido Tan solo para tomar algo inocente de su entumecido interior Y alimentar lo de una vaga sonrisa robada de una pesadilla; Que en su entender no era más que una distorsionada versión De lo que para sus mutiladas mentes significaban vida. Los sueños que asaltan a sus pensamientos no siempre son: Una fatalidad producida por su intensa condena, Ellos pueden cantar vivamente los canticos que aparecen En cada espejo en que se ven reflejados, le cantan a su imagen Le cantan a ese espectro que camina en silencio entre tantas batallas. Para poder descansar al dormir, y no solo dormitar, Cuentan la historia que se esconde en cada cicatriz de su cuerpo, Hablan a los vientos sobre el anhelo de conseguir algo mejor, Dan oración a aquella distorsionada razón que los mantiene de pie. Se abrazan así mismo en un oscuro rincón de alguna habitación, Conocen el toque de sus manos, y el cuidado que les brinda, Sintiendo el miedo correr a kilómetros de su cuerpo, Le sonríen al alma para procurar conciliar el llanto que derraman. Volviendo el tiempo en si, levantan su cuerpo del suelo, Para seguir un camino incierto guiado tan solo por aquel faro Incrustado en la inmensidad del cielo, aun sin sentir su calidad, Se acobijan con la esperanza de pronto poder saborear El tibio abrazo de un día despejado; despejado no solo de nubes Si no, despejado de tortura, de llanto y de dolor. ¡El secreto de los condenados, Su sed de vida en una estancia en el desierto!
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