Justicia [Capitulo 2]
Publicado en Mar 03, 2013
Capitulo 2.
Miri: Si estas leyendo esto, es que estoy muerta. Te quede a deber muchas cosas, entre ellas explicaciones, perdona que esta carta no este escrita en mi letra, un traductor de mi confianza lo hizo más legible. En la libreta que te entregue vienen archivos específicos, y una USB que te pueden llegar a salvar la vida, instrucciones detalladas de lo que tienes que hacer, tienes que encontrarte con 7 personas, que no se porqué, pero tienes que lograr llevarte bien con ellas. Ellos serán indispensables para ti en el futuro. Se que estas confundida, que no me escucho como la Tamara de siempre, pero desde aquel día, no puedo ignorar el llamado de la justicia, es algo que nace de mi, y transforma mi torpe forma de ser. Se que siempre me dijiste que no me metiera con Al, aunque al final termine aceptando su propuesta de matrimonio, siento no haberte hecho caso, aunque sabes que siempre he sido un desastre, pero, lo amo, aún cuando ya esta muerto. Se que estaré pronto con el. Te pido que por la amistad que por tantos años llevamos, entiendas lo que te estoy apunto de decir, y que corras por tu vida, destruyas esta carta, y nunca me olvides como la que me conociste. Trabajo para la mafia italiana, se lo que piensas, “la mafia” cualquiera lo escucharía de la peor manera posible, pero, no es eso, la mafia a la que pertenezco no es malvada, no pudre al mundo. Es una organización orgullosa de cómo se fínanse, de lo que hace y porque lo hace, se que cuando la conozcas lo entenderás mejor, porque siempre hemos pensado igual sobre la justicia y la vida. Formarás parte de una división específica de la mafia en la que trabajo. Este equipo va a estar formado por 7 personas de la élite, originalmente el plan era ser yo la líder, la primer reclutada eres tu. Ahora que yo no estoy, tú eres la líder, confió en que desde un principio eras mejor líder que yo. Miri, debes saber que todos ellos, no tienen familia, son como nosotras, buscadores de la justicia, aunque cada uno de ellos es diferente estoy segura de que podrán convivir, y con el tiempo estarán bien uno con el otro. Siento de todo corazón no poder estar contigo y haberte metido en este problema. P.D.: Cuando llegues a Venecia, llama al número que deje escrito en la primera hoja de la libreta. Atte: Tamara Watson. -Te maldigo Tamara.- Miranda estaba exhausta, y acorrucada debajo de un puente cerca de un metro, escuchaba los autos pasar por derriba de ella. Llovía a cantaros y lo único que la protegía era su tolla de baño con la que se secaba en la alberca, que claro aún no se secaba. Miro el puente desde abajo.- Si me muevo de aquí esos hombres me atraparan, si hablo con alguien podría traicionarme. ¿En quien puedo confiar en momentos así? - Jugo el arma en sus manos, haciendo ruidos crujientes, y se escucho el gruñir de su estomago. Estaba hambrienta, lo último que había probado, había sido café. Se lamento golpeándose la cabeza con la pared que tenía por detrás, en que diablos te metiste, Tami. Tomó el encendedor rojo que solía usar cuando fumaba, estaba casi lleno. Rodó el mecanismo y una pequeña llama naranja apareció, con la que quemo las ultimas palabras que había leído de Tamara, dejo el papel en el piso y fijo su mirada en la ultima frase que alcanzó a leer “Miri”, y en el último segundo de vida de la palabra, ella volteo sus ojos, ignorando aquel papel. Abrió su mochila y esculco la libreta lo más que pudo, memorizo el número escrito en la portada de esta, y entre todo el papeleo observo una carta sellada con cera naranja, la cera llevaba un extraño símbolo, como aquellos escudos medievales, un Lirio resaltaba, así como una espada. En el sobre se alcanzaban a ver varios billetes de a mil. -En que siglo estamos.- Miranda miro extrañada la carta. Al reverso estaba escrito “Para: La líder”, recordó que ahora ella era “la líder” como había leído en la carta, descubrió que la carta ya había sido abierta, y supo por quien, sintió nostalgia. Bongiorno. Espero no causarte demasiadas molestias, ahora que eres mi líder, te conozco desde hace mucho y espero que estés bien, y seas tu la que este leyendo esto, si no es así, entonces una desconocida lo hace. Desconocida, Tami a prometido mucho sobre ti, y eso ha subido mis expectativas, espero seas tan fiel y confiable como presumen de ti. Tamara ya debió de haberte explicado los detalles, por lo que me ahorrare tinta. Siento pedirte que seas la líder del escuadrón primario de justicia, de la Familia Giglio. Te veré en unos días. Ciao. Atte. Jefe de la familia Giglio Francesco Giglio Miranda no sabía porqué, pero en el fondo detestó esa forma de escritura, la forma en la que ese hombre se expreso, le molesto. Recordó que muy a menudo Tamara le recordaba ser sensible y flexible con la gente, tachaba su criterio sobre la gente como “superficial”. * * * * * Cojeaba de la manera más notable que nunca nadie haba cojeado, la gente la miraba extrañada, recorría los pasillos con una pequeña y verde canastilla, tomó una bolsa de papitas, una bebida energizante, tinte color negro y un par de lentes de sol, además de algo de ropa, junto con una mochila nueva, artículos de primeros auxilios y de aseo personal. Estaba preparada… iba a ir a Venecia y hacer todo lo que Tamara le había pedido todo por ti, Tami. Se dirigió a la caja registradora asegurándose de que nadie la viese, pero todos la miraban con rostro extrañado. Puso sus cosas sobre la caja registradora y la cajera pareció ser la única de no darse cuenta de Miranda. -Efectivo o tarjeta?- Pregunto la cajera con una sonrisa desinteresada en la cara. -Efectivo.- Dijo sacando uno de los billetes que tenia en el bolsillo. Todos miraron impactados el billete. -Gracias por su compra.- La cajera volvió a sonreír. Miranda se alejo poco a poco hiendo por su mochila a los pequeños casilleros verdes, giro la llave y salió una moneda. Tomó sus cosas, con la mirada del policía puesta en ella. Ella le dirigió una sonrisa suave para disolver las sospechas del hombre, el policía se limito a levantar las cejas y voltear la vista a otra parte. Se dirigió al baño dentro, y se cambio la ropa, se lavo la cara y se coloco el tinte, y mientras esperaba que el tinte se pegara a su cabello, lavo sus heridas con alcohol, con un pequeño broche que llevaba en el cabello, saco las balas, el dolor pico su alma, y la hizo morderse la lengua hasta hacerla sangrar, y lo ultimo que se escuchaba después del dolor era el golpear de la pequeña bala en el azulejo. Escuchaba la gente salir y entrar al baño poco a menudo. Se engazó y vendó las heridas. La del brazo, no dolía tanto como la de la pierna, pero soportaría el dolor, sabia que esas heridas necesitaban suturarse, pero si lo hacia corría el riesgo de infectarse con la aguja y el hilo, así que decidió una vez que se sintiera segura en Venecia, pediría atención médica. Paso el tiempo y salió, se lavo el cabello en el lavabo, e ideaba excusas si alguien la llegaba a ver o a regañar, pero nadie entro en ese lapso de tiempo, se alivio y se miró al espejo, nunca se imagino de esa manera, con el cabello negro contrastando con sus ojos y su piel beige, y además de todo, huyendo de gente la quería muerta, de improviso soltó una risita, y salió del baño, el policía esperaba afuera del baño con un par de esposas, supuso la buscaba a ella por haber tardado tanto en el baño, ella bajo la cabeza y el policía no la notó. Sonrió y se agarro fuerte a la nueva mochila que llevaba en la espalda, había dejado la vieja con sus cosas de natación, su vieja ropa, y el arma, dentro del bote de basura del baño. Solo llevaba en aquella mochila, la libreta, las papitas, la bebida y las cosas de primeros auxilios. Justo al salir del edificio se coloco la capucha en la cabeza y los lentes de sol, tomando un taxi, hacia el aeropuerto. La noche se ajustaba al oscuro color de su cabello, el taxista le echaba miradas por el espejo retrovisor, mientras ella miraba a través de la ventana, empuñaba fuertemente el pasaporte que Tami le había entregado. Entro al aeropuerto y se dirigió a las señoritas detrás de la larga mesa. -Buenas noches.- Dijo son su mejor cara, y quitándose los lentes. -Buenas noches.- Sonrió la señorita rubia artificial.- ¿Puedo ayudarla en algo? -Necesito un boleto a Venecia, lo más pronto posible. -Su pasaporte por favor.- Miranda extendió la mano y trato de verse normal deslizándolo sobre la mesa, la señorita reviso varias cosas en la computadora, y pareció ver la foto del pasaporte y compararla con su cara, al mismo tiempo que disolvía las dudas.- Efectivo o tarjeta? -Efectivo, por favor - $3,500, por favor. La señorita la miro, con ojos demandantes, y Miranda saco 4 largos y cafés billetes de su bolsillo. Los deslizo por la mesa, y la señorita los recogió, verificando su autenticidad, una vez que fue complacida, deslizo un billete hacia Miranda.- Su vuelo sale en 10 minutos puerta 14.- Señalo hacia la izquierda con una mano y con la otra deslizo el pasaporte de vuelta y un boleto largo y ella lo tomo todo con una sonrisa en la cara. -Gracias. Hasta luego.- Se abrió paso entre la gente, aún cojeando. * * * * * Se escucho mucho canturreo al otro lado donde ella estaba formada para abordar el avión, con la mochila bien aferrada y el boleto listo en otra mano, estaba a tres personas de abordar, cuando un hombre fuerte y alto se deslizo a lado de ella, debido a la seguridad no podía llevar sus lentes y su capucha, la dejaba totalmente expuesta, el hombre la miro y Miranda sintió su corazón golpear contra su pecho tan fuerte que pensó que moriría, tenia mil pensamientos en la cabeza, pero el miedo consumía cada uno de ellos y en su mente se desarrollaron imágenes de como correr por su vida otra vez. Pero el hombre le sonrio sin señal de hacerle daño, y ella respiro otra vez poco a poco. Descansó un poco al ver que era la siguiente, pero de repente sintió una mano alzarla del suelo, justo por la tela del cuello de la sudadera, pensó rápidamente, en ese momento ella solo era una chica indefensa que tomaba un avión a Europa, el hombre la miro con ojos tan desgarradores como nunca había visto en la vida, y le apunto con un arma, piensa… piensa… estas en un lugar lleno de guardias, eres solo una chica, ellos no deberían reconocerte. A lo lejos capto a una niña pequeña de unos 12 años de edad, la veía señalar al hombre y gritar y llorar desesperadamente la inocencia femenina -Tu, maldita perra… te voy a matar.- El hombre pego el cañón de el arma a la mejilla de Miranda, la hizo enfurecer, tenia ganas de patearlo y echarse a correr, pero si lo hacia significaba que era culpable, sintió el frío metal en su cara, el asfixiante dolor en el cuello y el tamborileo de su corazón, respiro, y apretó los dientes, mordiéndose la lengua tanto como podía hasta que soltó lagrimas de los ojos, e imito a aquella niña, haciendo una voz totalmente diferente a la suya, escucho a la señorita que recibe los boletos gritar “SEGURIDAD!” -¿QUÉ? DEJEME POR FAVOR, YO NO HE HECHO NADA! POR FAVOR SUELTEME!!!- Sollozaba y gritaba como haciendo berrinche y deslizando las manos a través de las del hombre intentando sin todas sus fuerzas liberarse. -SUELTE A LA SEÑORITA! TIRÉ EL ARMA Y PONGA SUS MANOS EN LA CABEZA!! AHORA!!!- Un montón de policías bien armados, apuntaban al hombre que sostenía su cuello, el oxigeno empezaba a faltarle, y el rubor subía por sus mejillas. El atacante soltó su cuello, dejándola caer en rodillas, y enviando una señal de dolor a su pierna, una señora mayor se acuclillo junto a ella y la abrazo. -¿Te encuentras bien, querida?.- Miranda la miro con ojos suplicantes y llorosos, fingiendo una inocente sonrisa. -Si, muchas gracias.- Forzó una sonrisa actuada. Los policías tomaron al hombre entre todos, y lo sostuvieron en el piso, el dirigió una furiosa mirada a Miranda, y en cuanto la señora la abrazaba le dedico una bien ganada sonrisa llena de soberbia. El hombre al verla sonriendo se retorció entre los guardias con ganas de volverla a estrangular. -Maldita perra.- Casi escupió las palabras hacia ella.- Me las pagaras esto no se va a quedar así. Poniendo su mejor cara de susto Miranda, acorruco su cara en el hombro de la señora y lentamente dijo.- Yo no le he hecho nada a usted, por favor déjeme.- Y volvió a apretarse la lengua. Al siguiente instante los guardias se llevaron al hombre. Después Miranda pudo ingresar al avión. Con una merecida victoria en la mirada. * * * * * Miranda se encontraba comprando un refresco y una hamburguesa en el aeropuerto, se veía obligada a hablar en inglés, que por fortuna era una de las cosas que se le daban bien, gracias a Tamara. Pago con algunos de los euros que Tamara le había dado. Mientras bebía el refresco en un pequeño asiento cómodo, esculcaba la libreta nuevamente, le dio una mordida hambrienta a la hamburguesa, descubriendo que realmente tenía hambre. Eran las 4:00 y pronto tendría que llamar al número. Por morder la hamburguesa, se deslizaron algunos papeles de la libreta, y puso el refresco y la misma en la pequeña mesa frente a ella, observo que una de esas cosas que tiró, era una foto, de Tamara, Al y ella. Sintió nostalgia de ellos, Al era el tipo de persona que no debía morir al igual que Tamara, ellos merecían casarse y ser felices, por el resto de sus vidas, pero la realidad era otra. Bostezo, estaba cansada de no haber podido dormir, cada vez que intentaba cerrar los ojos y relajarse, sentía que alguien le clavaría un cuchillo. El miedo le impedía relajarse, y el dolor no la dejaba descansar. *Venecia, Italia.* *Conversación en Italiano* -La chica, la líder que Tami recomendó, ¿aún no ha llamado? - Un hombre de rubios, oscuros, y alborotados cabellos, de barbilla firme y ojos verdes aceituna, enredaba sus dedos y deslizaba un anillo en su dedo medio de la mano izquierda. Estaba vestido de manera elegante con una camisa de vestir blanca bajo un chaleco negro, su cuello era apresado por una corbata gris. Le hablaba a un hombre calvo, joven, fuerte y grande, de ojos grises, que estaba a su lado. -No aún, no. Probablemente la familia Mararca ya la mato.- Dijo con una voz gélida y cuadrada. -Sería una lastima, su información, es muy… increíble.- El jefe de la familia Giglio, pasó sus largos y delgados dedos sobre la foto enorme que se encontraba sobre 3 pulgadas de papel, la de la foto era Miranda. -Jefe, no quiero ser inmiscuido, pero, usted no estará interesado en la joven.- El hombre mostró un rostro amigable que no cabía en un ceño tan fruncido. -Stephan, sabes que eres mi amigo, puedes preguntarme lo que quieras.- Francesco mostró una cordial sonrisa.- Pero esa respuesta, ni yo la sé.- Miro una foto sobre su escritorio, Tamara, Al y él, junto a hombres altos y de diferentes complexiones en un jardín.- Los demás, ¿Cómo se encuentran? -El australiano, a mostrado cierta rebeldía, y ha estado paseando por toda la casa, La americana, todo el día en su habitación limpiando un arma, El francés frente a su computadora, El Argentino esta leyendo la Biblia, lleva así 4 horas.- Francesco soltó una leve sonrisa.- El japonés, meditando en su habitación, El Ruso esta jugando básquetbol con un par de chicos de la familia, y El Mexicano, esta en el Gimnasio, dándole a un saco de arena.- Poso en su rostro una sonrisa, y se inclino a ver el rostro de su amigo, que igual mostraba una suave sonrisa, y volvió los ojos a la foto. -Ya solo esperan a su líder.- Sonrió aun más. * * * * * - Familia Giglio. ¿Con quien desea hablar?- Se sorprendió de que la mujer hablara castellano. Los dedos de Miranda giraban alrededor de sus despeinados cabellos, mientras recordaba el nombre del hombre que escribió la carta, sabía que era seguro llamar, lo sabía pero el estomago aún así se le hacia un nudo, y apenas pudo contestar la pregunta de la mujer. - Mi nombre es Miranda Santiago, quiero hablar con Francesco Giglio.- No estaba segura de haber pronunciado de manera correcta el nombre, le dolía la pierna, y el brazo, y el dolor la obligo a cambiar de brazo y mantener volando el otro. La mujer no contesto durante unos instantes y Miranda pensó en repetir lo que había dicho. -Déme su ubicación, enviaremos un auto a recogerla. Señorita Santiago.- Cuando la mujer dijo la última frase, a Miranda se le anudo la garganta y sintió que no podría hablar. -El aeropuerto de Venecia.- Pronuncio casi sin ganas.
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