Rescoldo en la piedra
 
Habita una molécula de fantasía
en la carne trasquilada a la nostalgia,
una sonrisa muerta en cada llaga
donde respira el átomo impertinente del odio.
 
Una mirada lánguida en la alcoba,
un vino en la cava donde partimos,
un soneto miseria cantado a la victoria,
al sollozo y perdida del instinto…
también respira.
 
Siempre el campesino, el pobre, el ciervo, el célibe
conservan una semilla de amor, de luz, de candor;
un rostro que crece abonado en el destierro,
en fantasmas a la deriva-paradigmas en los cerros.
 
Un cavernícola grita, berrea, berrincha,
de amigos ermitaños en la molécula del enojo,
en el hervor de la sangre que no es atole,
sin embargo, es café latente.
 
 Aguarda en el hueso una partícula de poeta,
una tinta en las venas, a veces en el corazón,
pero siempre en la víscera, la carne, el escroto,
alimentado el átomo de odio,
la imprudencia del asesino, ¡Ay! el asesino,
el arrepentimiento del pecado,
¡Ay! ese pecado bendito de las musas de ser poeta.