Las nubes jamás habían sido tan perfectas, en su forma, en su color, el sol parecía brillar intensamente solo que esta vez  no le molestaba, le agradaba sentirlo, extraño incluso para él.
Se levanto del pasto, en el cual reposaba cada tarde después de volver de trabajar, ese parque le parecía agradable, le solía recordar su niñez.
Se acercaba aquel árbol que quedaba en lo mas alto de la colina, 4:20pm la hora ideal para recostarse, no había tanta gente solo la que él quisiera.
4:56 no llegaba, un poco impaciente, las 5:00pm era la hora en la que se quedaban de ver ,los días 3,13, 23, y 30 de cada mes, excepto en febrero, ese mes lo miraba cada 3 días, nunca faltaba, no le preocupaba tuvo suficiente tiempo para reflexionar sobre su día, sabia que iba a llegar.
Allí estaba pequeño y verde como lo recordaba, 13 de marzo, lo sorprendió con una maleta.
-¿Qué es lo que traes en esa maleta? - le pregunto, - una plantita, cepillo de dientes y mis calcetines favoritos, negros con bolitas de colores, los que me regalaste, ¿recuerdas?,   suficiente para sobrevivir.- le respondió.
-¿sobrevivir? ¿A donde vas?!- le pregunta el joven extrañado, mientras que el pequeño y verde comía de las hojas de aquel árbol, - ha llegado la hora de irme contigo, ya lo habíamos platicado, hace un año me dijiste que este día seria, y aquí estoy listo con mi maleta.
No lo recuerdo con exactitud, tal vez estaba delirando, debe de haber algún error, tu no puedes ir a ninguna parte, aquí perteneces, este es tu lugar, a donde yo voy nadie te entendería, serias un extraño, te juzgarían por ser quien eres sin conocerte, no te darían trabajo, te mentirían, nadie te amara, sufrirás y te la pasaras todo el tiempo solo! - fue lo que el joven le contesto enojado.
No importa, yo quiero sentir todo eso, todo lo que me has dado ha sido bueno y te lo agradezco, pero quisiera experimentar esos sentimientos y emociones de las que tanto te quejas, ha llegado el momento- le sonreía el pequeño y verde, emocionado.
Lo siento, pero no es posible, me voy, nos vemos en diez días- se despidió el joven.
Pero cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí, no lo entendía, se tallaba los ojos creyendo que todavía seguía dormido, aun podía distinguir los sueños de la realidad, simplemente no lo podía creer, se desespero le faltaba el aliento, las nubes le golpeaban la cabeza y el sol le calaba hasta los huesos, no pudo más, su corazón se aceleraba, mientras el pequeño y verde dinosaurio se acercaba a él, lo recostó en la cama, le dio un beso en la mejilla y le susurro al oído – ahora es mi turno de vivir.