Su boca en mi cuello
Publicado en Mar 08, 2013
Desde la primera vez que te vi, algo me atrajo a ti, sería tu seriedad, tu vestimenta de niño que va por primer día a la escuela, muy modosito, bien peinado, esa fue mi primera impresión y cuando nos presentaron, fuiste muy solemne, nunca lo olvidare, extendiste la mano y propiamente te presentaste, claro que Esteban, mi amigo ayudo, con tantos elogios a mi persona, creo que te cohibiste, yo esta a punto de soltar una carcajada, que forma de incomodarte, claro eras el nuevo.
Los días pasaban y solo te limitabas al trabajo, ni siquiera te levantabas, fue Martha, la secretaría la que te saco de tu letargo, pidiéndote que la ayudaras a esto o aquello, hasta que intervine para decirte, que ya se estaba pasando, así es Martha, un poco ¡pasadita de lista!, es la secretaria del Jefe. Fue cuando empezamos a hablar más, eras retraído, hasta que me pediste que te ayudara a revisar unos documentos, a partir de ahí empezaste a mandarme mensajes por el correo electrónico, cuando nuestros escritorios estaba casi frente a frente, nada que ver con trabajo, eran chistes u otras cosas bobas; me desconcertabas, tu tan profesional y serio ¡al caso me estabas coqueteando! Cada vez nos volvimos más cercanos, hasta que un día, llego muy mona a saludarte y me ¡mandaste al diablo! Pero que te creías, no ahí me conociste, lo que dijo Esteban, no era del todo falso, bueno nos dimos la agarrada del mundo, bueno, más bien yo, te dije hasta de que te ibas a morir y tu enojado y apenado; indignada y ofendida me fui con Clara, ella había visto todo, estaba entre burlona y espantada, ya sabía como me ponía, trato de tranquilizarme y tu muy digno pasaste a nuestro lado, ¡Tarado! Así paso como una semana, ¡no quería ni verte! Hasta que tu, en un arranque de no sé que, me agarraste del brazo y en vilo me sacaste de la oficina, yo, ni siquiera abrí la boca, ya en la terraza, me ofreciste una disculpa por tu comportamiento, yo no ofrecí nada ¡por supuesto! Aceptada la disculpa, me invitaste a tomar un café, para hacer las paces, fuimos después de la salida de la oficina. Nos fuimos a Coyoacán, según yo, te iba a hacer un recorrido, como no eras de la Ciudad, todo anduvo bien, hasta que en la Plaza Hidalgo, empezaste a temblar como perrito recién bañado, según tu hacia mucho frio, ¡Va! Solo era viento, dadas las circunstancias te dije que nos fuéramos, rápidamente dijiste ¡No!, bueno ¿no te mueres de frio? Replique, me tomaste la mano, jalándome hacia ti, no sabía que decir, te levantaste colocándote frente a mi, me preguntaste, si quería andar contigo, la forma en que me preguntaste, me molesto, creí que estabas distorsionando las cosas, no había aceptado la invitación para andar contigo, así te lo hice saber; te reíste y aclaraste, lo que querías saber es que si yo aceptaba andar contigo, claro pregunte ¿En calidad, de qué? Desconcertado, preguntaste, ¿qué clase de pregunta es esa? En calidad de su novia. Sentí una cubeta de agua fría-caliente, entre susto y alegría, todo a la vez, pues ese hombre tenía algo que me embriagaba, trate de aparentar que no pasaba nada, hice algunas preguntas, sólo para aclarar mi mente, ni siquiera oí las respuestas. Había llegado el momento de responder, sin haber aclarado la mente y solo dejándome llevar por no se que, dije lisa y llanamente ¡Si! Pasaron los meses, casi un año desde ese Si, cada vez más enamorada, él era fantástico, siempre apoyándome, animándome hacer cosas nuevas, él era mi fuerza mi todo y quería todo con él. Finalmente, estábamos solos, sentía un estremecimiento, mi corazón estaba acelerado, estaba ansiosa y él también, ¿Cuánto tiempo habíamos deseado calladamente, este momento? El se acerco lentamente, rodeándome toda, con un abrazo, sintió como me estremecía y emitiendo un suspiro leve. Separándome un poco, tomo mi rostro, me dio un beso suave y largo, respondí cerrando los ojos, suavemente fue besando mi cara, mientras sus manos acariciaban el contorno de mi figura, inmóvil solo me abrazaba a él, estaba sucumbiendo en un torbellino que me arrastraba en marejadas envolventes, cuando sentí su boca en mi cuello, ya no tuve control de mis emociones, me entregue total y plenamente al fuego que devoraba mis entrañas, el fue quitando la ropa tan galantemente que solo lo deje hacerlo, cada beso era ensordecedor, no había más realidad que esa que estábamos viviendo, nuestros cuerpos se entrelazaban en un baile sensual y apasionado, nuestras manos exploraba nuestros contornos, explorando cada pliegue en la piel, nuestras lenguas gustaban de los sabores y cada uno se impregnaba del olor del otro. Descifrando en la desnudez nuestros secretos íntimos. Lunaoscura
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luis liriano
Edith Zepeda Hermenegildo
Me fascina Cortázar, pero no he leído "tú más profunda piel", lo voy a leer. Muchas gracias, por decirme desinhibida, es un alago en verdad, pues creo que el erotismo no es malo ni bueno, además todos los seres humanos lo tenemos y lo sentimos.
Tomas R. Ramirez
Edith Zepeda Hermenegildo
Muchas gracias. Me da gusto que te haya agradado. Abrazos