La Magia de la Noche - Paula Martinez
Publicado en Mar 08, 2013
Prólogo
Diez años atrás... Un día como cualquier otro, iba nadando bastante cerca de la superficie, cosa que papá me había prohibido. Pero soy su única hija, por lo cual, la consentida del reino. El mar estaba un poco salvaje, y las olas superaban los dos metros de altura, lo que me decía que más tarde habría una gran tormenta. Mi pasatiempo en el mar es buscar piedras y objetos que se caen de los barcos. Me divierte coleccionarlos, cuando no puedo jugar con Níria, mi mejor amiga. Su padre, Jerrell, es el general de mi padre. Es por eso que no permiten que esté conmigo, ya que dicen que soy una mala influencia para ella. Todo porque me escapo algunas veces. Es que me muero por conocerlos personalmente, me refiero a ellos, los humanos. Y nunca pude. Aunque presiento que hoy podré ver aunque sea a uno. Nadé hasta la superficie y asomé la cabeza. El cielo estaba muy oscuro. Parece que la tormenta se adelantará. Había pocos barcos rondando, pero seguramente se estaban apresurando antes de que la tormenta los atrapara. Sólo uno estaba lejos del puerto principal. Éste quedaba bastante lejos de nuestra ubicación. Nuestros antepasados crearon a propósito nuestra ciudad a muchos metros de profundidad para que ningún barco pueda acercársenos. Parecía que ese barco llamado... -Salvaje- tenía prisa pero de ir a la dirección contraria al mar. Salí de la superficie y nadé con rapidez. Quería acercarme al barco y verlos. Nadé lo más rápido que pude. Estaba a cuatros metros por debajo del barco y veía todo el hierro con el que estaba construido. El barco se sacudía constantemente por las grandes olas. Nadé a la superficie y miré el barco de cerca. Parecía que había muchos humanos en él, ya que se escuchaban gritos. -¡Todos a estribor!- Gritó un hombre alto. No podía verlo bien, ya que las olas movían el barco y la lluvia me borraba la visión. -¡Cuidado...!- Escuché que gritaron. Un cuerpo calló al mar. Parecía pequeño, casi de mi estatura y por lo visto no sabía nadar. Sacudía los brazos pero no era suficiente, se estaba hundiendo. -¡Jonathan, hijo!- Una mujer gritó. Nadé hasta él, era mi única oportunidad de verlo de cerca. El chico parecía inconciente. Golpeé varias veces su cara con mi mano pero no respondía. Definitivamente estaba inconciente. Lo besé en la boca pero no porque me gustaba si no porque escuché que les daba oxígeno a los humanos. Apoyé mis labios en los suyos, y él abrió los ojos. Lo solté y sonreí. Él parecía muy asustado de mí, ya que empezó a patalear con fuerza. -No te esfuerces- Le dije suavemente. -Eres... eres... eres...- Trataba de decir. Se tapó la boca con las manos. -¿Puedo hablar bajo el agua? ¿Cómo?- Se sorprendió. -Es porque te di mi aire. Por eso estás respirando aquí.- Le sonreí. Él abrió los ojos muy grandes. Apenas podía distinguir que tenía ojos marrones. Toqué su mejilla con mis dedos pero él retrocedió. -¿Me tienes miedo?- Ladeé la cabeza. Él asintió. -No lo tengas. Nunca te haría daño.- Le toqué el hombro y deslicé de a poco mis dedos hasta tocar otra vez su mejilla. -No me harás daño.- Repitió como hipnotizado. -Eres una sirena- Me dijo y no fue una pregunta si no una afirmación. Yo abrí los ojos, sorprendida. -¿Cómo lo sabes?- Le pregunté. Estaba intrigada por él. Era lindo, joven, muy joven quizás tiene unos 10 años, tal vez menos. -Mi familia bajará a buscarme, no pueden verte.- Me dijo preocupado. -De acuerdo. ¿Te veré otra vez?- Le pregunté. -No creo. Pero te prometo que nunca te olvidaré. Guardaré tu secreto pero debes irte de aquí. No pueden encontrarte o...- Se quedó callado y no pudo continuar. -¿O qué?- Quería saber que me harían si me veían. -O pueden matarte...- Me dijo. Me reí de él. -Pero tú no me hiciste daño y yo tampoco a ti. ¿Por qué ellos me lo harían? -Porque no son como yo. Ellos son cazadores y yo no. Por eso, vete. Jamás te olvidaré. Y gracias por salvar mi vida.- Me abrazó. Estaba a punto de nadar hacia el barco pero lo detuve y lo besé. Mi primer beso y con un humano. Fue muy dulce y raro ya que todo sucedió bajo el mar. Él cerró los ojos y yo también. Luego, sentí que sus brazos separaban los míos. -Debo irme,- me dijo. -Nunca te olvidaré.- Y comenzó a nadar hacia la superficie. -Marina.- Le grité. Él se giró. -Me llamo Marina. -Marina.- Dijo él. Vi que nadó como pudo hasta arriba, luego una cuerda fue arrojada y subió al barco. Estaba escondida debajo del barco, esperando y confundida. Había visto, hablado y besado, todo a un humano. Me sentía extraña. Me toqué los labios con los dedos y sonreí. Nadé devuelta a el reino. Estaba demasiado contenta para quedarme por aquí con esta tormenta. Ojala pueda volver a verlo, algún día...
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