Jamás pensé que me íba a sentir de tal modo que tendría que verme obligada a escribir algo con respecto a mi misma. Hace ya mucho tiempo que llevo escribiendo textos períodísticos que son públicados cada día en los diarios de la ciudad, pero juro que nunca había experimentado el escribir algo íntimo, mas esta será la ocasión. 
Mi nombre es Marcela, soy una periodísta que lleva trabajando toda su vida en el mismo lugar, madre de un hijo de doce años y esposa de un marido despreocupado, que no se ha molestado en saludarme en el día de la mujer.
Me he convertido en una persona autómata, ya ni se lo que hago ni por quien lo hago, sólo sé que lo tengo que hacer.
Estoy escribiendo esto porque esta tarde la he tenido libre, el ocio se debe a que tuve que salir del trabajo más temprano por ir a hacerme exámenes médicos los cuales ya he culminado.
Sin embargo, la verdadera razón por la cual estoy escribiendo se debe a que me he dado cuenta precisamente hoy, que no he logrado mis mayores metas en la vida. Sí, es cierto, he estudiado y soy una profesional, tengo un marido y un hijo, todo parece correcto, pero el abismo que siento dentro va en otras cosas, cosas ajenas a mi rutina diaria.
Recuerdo que cuando era adolescente podía hacer todo lo que quería, mis estudios de sólo media jornada me permitían hacer actividades extra-curriculares de las cual me sentía muy orgullosa y conforme de mi misma, ya sea tanto deportes como artes. En estas actividades logré hacer muchas amistades y aprender nuevas cosas, que francamente no me sirvieron para nada, pero que en su punto, me hacen ser en algo más culta.
Pienso en el pasado y en cómo lo extraño, he perdido todas las amistades que hice algún día y ya ni recuerdo todos los conceptos y las experiencias que tuve en mi adolescencia.
Me gustaría retomar eso de nuevo , pero ya a los 40 años de edad es demasiado díficil. 
Me hubiera gustado haber estudiado un post-grado pero para entonces ya había nacido Martín, mi hijo, y las cosas se íban a complicar.
Sé que a estas alturas de mi vida ya no tengo nada que hacer, no si sigo de lado de Carlos, mi esposo, él no quiere que surja, él tiene esa mentalidad machísta que algunos hombres tienen de esperar que su sueldo sea mayor que el mio, es un idíota.
Además, no me siento conforme conmigo misma, las arrugas ya me han comenzado a aparecer y mi ánimo está por los suelos, y no lo pienso sólo yo, lo debe pensar Carlos también, sino no tendría tantos mensajes y llamadas de Julia, su secretaria. 
En fin, sólo quería esto para desahogarme, pero me siento de igual manera e incluso más ahogada. Creo que tendré que aceptar vivir sólo con los buenos recuerdos.

Lo único que nos hará sentirnos satisfechas es hacer lo que realmente nos gusta
Sin estar a la sombra de nadie, ser completamente independientes 
Sentirnos bellas, porque lo somos.
Y Sentir la fortaleza que nos hace gritar fuertemente que 
LA MUJER SE HACE VALORAR!