La otra carta de Kafka
Publicado en Mar 09, 2013
Querido Amigo:
Por lo que he leído en tu carta parece que tenías muchas cosas que confesar. Espero no ofender con mi humor, el que de seguro, debe estar ya totalmente fuera de época. Valoro y mucho esas confesiones. Aunque me pregunto si en realidad a ti te sirven de algo. No pretendo decir que fuera un error haberlas planteado, porque es probable que en el momento de escribirlas sintieras un gran alivio. Comprendo perfectamente. Siento que estás pasando por una enorme injusticia, ya que has vuelto a mencionar tu difícil situación con respecto a ese asunto al que tú llamas «el techo». ¡Vaya manera de referirse a una casa! Me parece muy cercana y hasta incluso muy cariñosa esa forma de expresarse. Pero noto que allá, en tu tierra son así. Tienen esa característica en el habla y ello, por cierto, atrae la curiosidad de cualquiera, aún sin que existiese la necesidad de prestar demasiada atención. Te habrás dado cuenta de que no puedo agregar nada a tus lamentos. A tus reclamos. A tus gritos de justicia. Esos gritos que sólo se pueden decir con las manos y que sólo un sordo puede escuchar. Porque no son para cualquiera. Son gritos para que sólo lleguen a quienes tienen alma y corazón. Para quienes son verdaderamente humanos. Quizás por ese motivo es que también me resulte muy grato recibir y leer tus cartas. Y aquí mismo aprovecho para confesarte yo, ahora, algo personal: me emociona y sorprende saber que mi nombre es pronunciado con tanto respeto. Ya sé que te había dicho algo similar en mi anterior carta. Sin embargo en esta oportunidad considero que éste mismo mensaje suena diferente respecto de un tema también diferente. No quiero confundirte por eso paso a explicártelo mejor: Supongo que ya estás enterado de que una vez le pedí a mi amigo Max que quemara todo lo que le dejé e incluso, le pedí también que aquello que fue publicado no volviese a serlo nuevamente. Pero no me hizo caso. De modo que todo ha sido responsabilidad mía, pues él me había advertido de que no haría semejante disparate. Te cuento esto porque en tu última carta has citado el título de dos de mis novelas, las que, por cierto, ahora yo no quiero mencionar. Sinceramente lamento mucho que te sientas como K., el agrimensor. De haber siquiera imaginado que a alguien de tu época le tocase vivir algo similar, yo mismo lo hubiera destruido o quemado. Naturalmente que eso no habría evitado, por ejemplo, tus angustias o simplemente tus necesidades. Pero al menos, así, yo no sentiría culpas ni angustias, ni pesares. Finalmente, me atrevo a sugerirte que no le hagas tantos reclamos a la vida, amigo; no le grites. No sea cosa que todo eso se vuelva en tu contra. ¡Mejor escríbelo! Esa puede ser una disimulada manera que uno encuentra de vengarse sin que nadie se dé cuenta, al menos mientras vivas. Con gran afecto. PD: ¡Yo también espero ansioso otra respuesta! Franz Kafka
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Guille Capece
Él escribe excelentemente aun las cartas que dirige a sus amigos, que no son por cierto, la literatura a que nos acostumbra,
pero si se pueden leer gozosamente, significa que él está vivo, y que sus cartas son válidamente literatura.
Dale mis saludos de admiración cuando le escribas, y esperamos que el vinculo de K. contigo permanezca y se profundice; en rigor, lo que quiero decir, es que deseamos leer más cartas, tuyas y de él.
Abrazo
Guillermo
Gustavo Milione