Hace muchos años antes de que los humanos poblasen la Tierra, los dioses menores navegaban los mares y recorrían las extensas regiones del planeta. No requerían de barcos o carros, puesto que podían ir y venir a través de los vientos. La armonía reinó durante muchos años hasta que uno de aquellos dioses se corrompió con la oscuridad de Kagrantis…
    “Persevero” recordaba con claridad el párrafo introductorio de su primer relato. Estaba realmente emocionado, era la primera vez que mostraba sus escritos a otras personas.  Anhelaba recibir pronto los primeros comentarios y valoraciones a su publicación. Mientras esperaba, decidió leer un relato que le llamó la atención. Pertenecía a un tal “Talentosio”.      Luego de leer varios relatos de dicho autor, quedo sorprendido por la calidad con la que escribía “Talentosio”, quien recibía altas valoraciones y comentarios halagadores. Todo aquello, aumento su deseo por escribir.      Luego de  un par de horas escribiendo, Persevero apagó la pc, cansado y sin haber recibido comentario alguno.      Así paso una semana hasta que por fin Perseveró logró sentarse nuevamente a la pc y pudo revisar aquel primer relato que había publicado. Emocionado, fue directamente hasta la zona de los comentarios, deseoso de saber que habrían dicho sobre su escrito. Al rato, Persevero se encontraba decepcionado y cabizbajo. Su relato había recibido pobres valoraciones y las críticas hacía él eran la constante, incluso alguno le aconsejó que se dedicase a otra cosa y que lo suyo no era escribir.      Pero dentro de todas aquellas críticas, hubo un comentario que llamo su atención. Un tal “Patriarca de las letras” comenzaba su crítica animándole a continuar escribiendo. A Persevero le pareció contradictorio aquel comentario, puesto dicho autor le había dado la valoración más pobre de todas. Pero lo que leyó Persevero más adelante, le lleno de estímulo:      “Al principio, lo normal es que todo lo que escribas sea malo, aun así, ESCRIBE. Lee, lee y lee más. Pero no leas cualquier cosa, lee a los grandes, sólo de esa manera aprenderás. Y lo más importante, escribe siempre. Sea regular, malo o malísimo aquello que escribas, y recibas pésimas valoraciones y comentarios aún peores, no te detengas. La práctica hace al maestro. Si tu deseo es ser escritor, no renuncies a ello, esfuérzate y prepárate.”      Desde ese día, Persevero leía y escribía sin parar, y cada vez que recibía pobres valoraciones y comentarios negativos recordaba las palabras de aquel “Patriarca de las letras”      Persevero comprendió que para ser escritor, un buen escritor, hay que recorrer un camino muy largo, que muchos abandonan antes de haberlo comenzado. Persevero recorrió aquel camino hasta lograr su sueño, siempre con un libro, un diccionario, una hoja en blanco, y una historia que le decía: Escríbeme.