Admirábase de la estancia de mármol pulido,
mientras impalpables voces la acogían en su nuevo nido:
en linfas calmas invitáronla a bañar, manjares ofreciéronle a cenar,
Psique todo aceptaba, mas temerosa aguardaba la oscuridad.
Tendida en el lecho, noche sin luna;
nada veía, solo escuchaba murmullos de Céfiro en la ventana. 
Pronto durmió, cuando despertóla clara sensación
de no estar sola en la habitación.
Otro cuerpo situóse en el lecho coyugal,
y sin palabras supo que su esposo llegado había ya.
Éste abrazóla entre dulces palabras, calmándose la bella Psique.
Entonces, buscáronse labios a labios, y escuchóse suave revolotear;
mas ninguno escuchaba nada ya; 
yacían amándose en la oscuridad, mientras el golpeteo de alas
llegaba a su dulce final.