Humanidad
Publicado en Mar 11, 2013
Caen las ennegrecidas ramas
Rompiéndose por violentos vientos Que mueven las secas nubes Que cubren al ennegrecido cielo. Vuelan las hojas muertas Más muertas que en otoños viejos Vuelan bailando entre ellas Se elevan al cielo muerto. Hace tiempo que no se ve un alma Caminando por las calles largas Hace tiempo que no se ve alguien En la llamada tierra de nadie. Creyeron que con rinocerontes de acero Y que con aves de hierro El silencio llegaría a cada rincón De un mundo que no conoce extremos. Que derrumbando universos E ideas distintas Podría ser el rojo igual que el negro. Cuando el último hombre se rindió Y de su rinoceronte de acero bajó Contempló una montaña de fuego y de rencor Fundiéndose enfrente suyo No alcanzó a dar más que cinco pasos Y se derrumbó Cayendo por la falda de esa montaña de fuego y rencor A un mar rojo y manso Y hasta el final pensó: sí, algo logré. Cuando el sol se escondió ese día Tras un horizonte más grande y un negro velo Ya no había nadie mirando aquel atardecer Ni nadie oyendo el susurro del océano Que se encargaba de apagar Los más fogosos sueños Que surgían de los universos Que allí se ahogaban. Cuando ya nadie escuche ni nadie vea Cuando ya nadie sienta ni respire Se piensa que nada existirá. Más el sol volvió a salir por la mañana En un horizonte totalmente distinto Iluminando un celeste planeta Acariciando sus inmensos mares. Caen las ennegrecidas ramas Rompiéndose por violentos vientos Que mueven las secas nubes Que cubren al ennegrecido cielo. Vuelan las hojas muertas Más muertas que en otoños viejos Vuelan bailando entre ellas Se elevan al cielo muerto. El Viajero
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