A MI ABUELO GIL
Publicado en Mar 12, 2013
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Mi abuelo era un hombre chaparrito, moreno claro, robusto, pero no gordo, era campesino, de origen otomí, en sus tiempos de juventud había trabajado de albañil, tenía dos grandes “conejos” en sus brazos, siempre nos decía que si queríamos ver que sus conejos bajan a comer zanahorias a su mano, nosotras poníamos atención a la palma de su mano y él con su otra mano nos apretaba la nariz.
La hora de merendar, era el momento más emocionante del día, nos sentábamos al rededor del fogón, mientras mi abuela preparaba la comida, hincada a un lado del comal, tomábamos nuestro te de hojas de naranjo o de limón, y cuando estábamos ricos, como decía mi abuela, café con leche con nuestro respectivo bolillo, mi abuelo comenzaba a contarnos las leyendas del pueblo, generalmente se trataban de muertos, fantasmas o seres de la noche, nosotras escuchábamos muy atentas, pero cada que oíamos un ruido gritábamos y saltábamos de miedo, mi abuela le decía ¡Gil, ya deja de asustarlas!, mi abuelo se reía y nosotras le decíamos que siguiera, aun cuando salir al baño a fuera de la casa, nos mortificara.
Siempre andaba con mi abuelo, “nos íbamos a trabajar” al campo, las mujeres se quedaban en casa, haciendo sus labores; mi abuela se enojaba, le decía a mi abuelo que me estaba haciendo una “marotona”, es decir una “marimacha”. Yo no sabia hacer nada de lo que mis tías hacían, pero además, ni me importaba, sólo quería estar con mi abuelo, salíamos muy temprano a hacer algunos trabajos de campo para los vecinos, como desyerbar, desvainar o voltear la tierra. Bueno, eso lo hacía mi abuelo, porque yo, solo andaba jugando en la milpa y agarrado cuanto bicho me encontraba. Me acuerdo de una ocasión, mi abuelo estaba trabajando en una parcela, rodeada de magueyes, yo anda por ahí, cuando vi una lagartija negra, grande y gorda, que corrió, ¡Hay voy! Se había metido en un hueco, que estaba en la base de un maguey, metí la mano para sacarla, con el animalito en la mano, me enfilé con mi abuelo para mostrársela, cuando mi abuelo se incorpora para verla, a pegado un brinco y me grito ¡Deja a ese animal! Me asuste e inmediatamente solté a la “lagartija”, que fue a dar por allá, me llamo la atención, me dijo “eso no es una lagartija, es un escorpión, venenoso, ten más cuidado”, medio acongojada, seguí jugando, hasta que “terminamos de trabajar”.
Mi abuelo fue el hombre más integro que he conocido, me enseño la importancia de ser de una sola pieza; además, me enseñó, que nunca se promete, lo que no se ha de cumplir; que el perdón, no debe ser utilizado indiscriminadamente; que la casa donde vivimos, es un lugar sagrado, que hay que respetar y hacer respetar; que la mentira, es la madre de todas las cosas malas. Valores, que son el eje central de mi vida. Mi Abuela, siempre me decía, que yo, era igual a Gil, había “abueliado”.
La última vez que hable con mi abuelo fue un domingo, después de la comida, él acostumbraba salir al camino, y en la esquina fumaba un cigarro, recargaba una de sus piernas en la pared, formaba un triángulo con la pared; no me di cuenta cuando salió, pero al ver que no estaba en la casa, sabían en donde estaba, fui corriendo al camino, justamente estaba en la esquina, fumando como siempre, me acerque a él, me recargue en la pared, como él lo hacia. Lo vi muy pensativo, él era muy alegre, le gustaba cantar, sus canciones favoritas era Zenaida Ingrata y Los Albañiles.
-Le pregunte ¿Qué tiene?
-Respondió: Cuando tú regreses, yo no voy a estar.
-Sorprendida, le dije; ¿A dónde, va a ir?
-Él dijo: Me voy a morir
Inmediatamente empecé a llorar, sentí como si el mundo me aplastara.
- Le dije: ¡No! ¡Que se muriera mi mamá, mi papá, mi abuela, pero usted no!
- Él no me miraba, tenía la mirada perdida, pero me dijo: No me preocupes, siempre estaré contigo.
- Respondí que: Quería morirme con él.
Me puso la mano sobre mi cabeza y dijo:
- No te mortifiques, cuando llegue el momento, vendré por ti.
- Le pregunte ¿Si lo decía en serio?
- Dijo que si, es una promesa. Además, me pidió que yo le hiciera una promesa.
-Le respondí que si ¿Cuál?
- Me pido que no llorara.
-Se lo jure y lo abrace.
Nos subimos para la casa, más tarde, regrese a la casa de mis padres.
El fin de semana siguiente, no me dejaron ir a la casa de mis abuelos, mis padres tenían un compromiso y teníamos que ir todos; no les importo que yo quisiera estar con mi abuelo, en fin, ya de regreso del evento, sábado en la tarde, serían como las 5 de la tarde, entrábamos a la casa, cuando sonó el teléfono, mi madre contesto, de repente se sentó y si puso a llorar.
- Mi padre le pregunto ¿Qué tenía? ¿Qué había pasado?
- Mi madre, contestó que mi abuelo estaba muy grave.
Cuando oí eso ¡Odie a mis padres, como nunca había odiado a nadie! Yo debería estar haya.
- Mi padre salió corriendo.
- Mi madre detrás de él, nos gritaba que nos subiéramos al carro.
Mi padre quería a mi abuelo como si fuera su padre, nos subimos mi hermano Enrique y yo, pues mi hermano Paco lo traía en brazos mi madre. Mi madre iba llorando, mi padre se veía muy mal, entre ellos hablaban.
- ¿Qué tiene? decía mi padre.
- ¡No se!, decía mi madre.
 A mi se me hizo fácil contestar, les dije que mi abuelo se iba a morir. Mi madre se volteo y me dio una cachetada, que me reboto en el asiento.
. Me dijo que me callara que no dijera ¡Tonterías!
- Le conteste, tocándome la cara, ¡Es cierto! Mi abuelo me lo dijo,  él no mente.
Mi madre, quiso pegarme nuevamente pero no me alcanzo.
Llegamos a la casa de los abuelos, mis tías pequeñas estaban en la milpa, ahí nos mandaron a mi hermano Enrique y a mi, Paco lo tenía mi madre, mis tías lloraban, mi hermano no sabía que pasaba, yo me senté en el columpio que nos había hecho mi abuelo, pendía de una rama de nogal, paso mucho tiempo o no se cuanto, cuando vi, que empezaron a salir los adultos, sabía que iban a avisar a los familiares y a buscar al sacerdote, era la tradición, los que van a morir tienen que despedirse y recibir la bendición. Me levante, en contra de lo que decían mis tías, me fui a la casa, tenía que ver a mi abuelo, entre a la casa, la primera pieza era como el comedor, era el lugar en donde se ponían las ofrendas del día de muertos o el nacimiento en navidad; entre a la siguiente habitación, era la recamara, ahí habían dos camas matrimoniales, una con colchón y la otra era de base de madera, en esa dormían mis abuelos, al frente de las camas, habían puesto unas sabanas blancas como cortinas, para que no le diera un aire a mi abuelo, pues se decía que un enfermo es vulnerable al mal aire, con una mano, hice a un lado una de las cortinas, ahí estaba mi padre, recargado en la pared con mi abuelo recargado en su pecho, viendo al frente. Él me vio, eso creo, extendió su mano derecha hacia mi, de la boca le salió, un liquido de color café con un olor suis generis, es el olor de la muerte,  su cabeza, se hizo de lado ¡Mi abuelo, había muerto! Mi padre empezó a llorar, yo sólo me di media vuelta, me fui a la milpa.
- Mis tías me preguntaron ¿Cómo esta?
-Les dije que había muerto.
Ellas empezaron a llorar a gritos, la desesperación se reflejada en sus caras, mi hermano seguía sin entender que pasaba. Me senté en el columpio, esperando a que llegaran los demás, tiempo después en la casa se oían gritos, lamentaciones, llantos, nosotros los niños seguíamos afuera, no se cuanto tiempo paso. Salió mi abuela, a tender una sabana blanca, en el brazo del nogal, se veía profundamente triste, había llorado.
No se, cuando nos metieron a la casa o cuando nos fuimos a dormir.
Al día siguiente, llevaron el féretro de mi abuelo a la iglesia de San Juan Bautista, el sacerdote dio una misa, una vez terminada sacaron la caja al campo santo, ahí estaba un hoyo rectangular, el sacerdote lo bendijo y dijo una especie de oración. Mis familiares, estaban alrededor del hoyo, con los rostros desencajados, con lagrimas en los ojos, los trabajadores procedieron a meter la caja en la zanja, en ese momento mis tías, mi madre, mi padre, mi abuela y la demás familia lloraba, gritan, una de mis tías se desmayo, otra se le extraviaron los ojos, era un caos horrible. Yo, solo observaba, sabía que algunas de sus hijas, lo habían decepcionado, lo habían defraudado, incluso mi madre, le tenía mucho resentimiento. Solo mi abuela, lloraba en silencio, creo que mi abuela lo ama, él era su compañero y se había quedado sola.
Los sepultureros, echaban paladas de tierra sobre el ataúd hasta cubrirlo totalmente, después sobre la tumba depositaron las flores que habían acompañado a mi abuelo en su velorio y en su misa de despedida, mi padre, dio las gracias de los trabajadores, las demás personas que nos acompañaban, empezaron a salir del campo santo, para dirigirse a la casa de mis abuelos, pues por tradición, se da las gracias a las personas que acompañan al entierro, invitándolas a comer, pepita con papas y arroz.
Después de la comida, la gente empezó a marcharse, solo nos quedamos nosotros, la familia cercana, mi abuela estaba triste y callada, mi madre y sus hermanas, se consolaban, mi padre se había salido, seguramente a llorar a solas, yo, estaba sentada en el banco preferido de mi abuelo, una raíz de maguey. Más tarde, mi padre nos dijo que era tiempo de irnos para la casa, después de despedirnos de mis tías y de mi pobre abuela nos fuimos.
He cumplido mi palabra, no lloro la muerte de mi abuelo, lloro mi orfandad y la falta que me a hecho.
 
Lunaoscura
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Foto del autor Edith Zepeda Hermenegildo
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A MI ABUELO GIL, historia, relato

Palabras Clave: Abuelo muerte aoranza

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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Tomas R. Ramirez

Edith, lo que escribiste supera lo "genial". Esto es, por lejos, lo mejor que he leído en textale. Esto es una de esas cosas que te dejan sin palabras. Tenes en tus manos el don de relatar como los dioses. Este escrito desborda de emoción, de coherencia, de tiempo, de colores, matices, sabores. Le das cuerpo a algo tan etéreo como el recuerdo y los sentimientos. Creo que, si te lo propones, podrías algún día escribir una gran novela. Pero estoy diciendo GRAN, con mayúsculas. No algo para publicar en textale. Algo que sería capaz de cambiarle la vida a mucha gente.

Para que no tomes esto como una crítica liviana quiero decirte, a riesgo de sonar soberbio, que habré leído más de 700 novelas en mi vida. Y son pocos los escritores capaces de generar las atmósferas que vos creas relatando. En algunos momentos del texto me recordaste a Juan Rulfo y su Pedro Páramo (que para mi ha sido una de las tres novelas más increíbles que leí en la vida). Cuando hablaste de las hijas que lo habían decepcionado, de las bofetadas de tu madre, eso era Dostoievski puro. La sabiduría de tu abuelo me llevo a Las enseñanzas de Don Juan, de Carlos Castaneda, otra obra maestra de la literatura. El uso constante y sereno, sutil y omnipresente, de los elementos familiares: padre, madre, hermanas, tías, etc. que tienen un gran componente psicoanalítico me recordó también a Ernesto Sábato en Sobre Héroes y Tumbas. Esto es simplemente demasiado. Leer algo así te llena el corazón. Nuevamente, espero que no tomes esta crítica a la ligera.
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March 12, 2013
 

Edith Zepeda Hermenegildo

Querido Tomas, me has hecho llorar!! Este escrito, salio de lo más profundo de mi corazón, escrito con el dolor de la pérdida, el desencanto de la hipocresía, pero también con la certeza de que existe el amor, ese amor sublime, desinteresado y eterno.

Muchísimas GRACIAS, mira para mi la escritura ha sido la forma de comprender la vida, tan incongruente en ocasiones, es mi forma de traducir lo que veo y siento. Tu comentario, sólo hace que con más fuerza me aferre a esta pasión, prometiendo dar lo mejor de mi pero además con ese lenguaje muy mío, sencillo y descriptivo, que n ocasiones puede ser directo y crudo.

Me siento inmensamente feliz, eres la primera persona que me alienta a seguir, eternamente agradecida

Ya siento QUERERTE!!!

Te mando un enorme beso.
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March 12, 2013

Tomas R. Ramirez

Desde ese lugar es desde donde uno tiene que escribir. De lo más profundo del corazón. Eso es jugarse. Eso es entrega. Tu lenguaje es único y esta lleno de cosas. Es claramente notorio y bello. Seguí adelante. Tenes todo para hacerlo. Si esto es lo que queres podes lograr lo que sea. Yo sé que si. Siempre volvé adentro tuyo, recordá a tu abuelo, recordá tu niñez. Escribi desde ahi, con esos colores, esos espectros. Para contar cualquier historia. Pero desde ahí, desde esos sentimientos. Un beso grande.
Responder
March 12, 2013

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