La Basura
Publicado en Mar 13, 2013
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   Una rata mojada, famélica, pertinaz y triunfante, corría con los restos de un elote con crema, arrastraba su presa, como si ella fuera Aquiles y el cadáver Héctor, mordiendo su trofeo, imaginaba sus crías con la panza llena aunque perpetuamente hambrientas.

 Hacía ya casi una semana desde que dio a luz a su prole: tuvo siete niñas y cuatro varones, le  sobrevivían  seis de las chicas y un solo macho; el padre de la familia los había abandonado durante el embarazo; el tipo era un amante depravado, organizaba orgías  feroces y era un excelente gladiador, con una insatisfacción pervertidora.
 
  Se conocieron saqueado  un camión de basura lleno de los restos de las fiestas de Independencia, brincaban alegres entre serpentinas y botellas rotas, las bolsas de plástico en el camión, despedían un  amargo aliento a mezcal, orégano, maíz, y carnitas.
 
   La rata destrozó una de tantas bolsas, y dentro, estaba él masticando una tostada húmeda, lucía tan bravo, vivaz y sanguinario, como el mercado donde vivían.
 
Pero eso era  hoy, una bella memoria de un mal sueño.
 
La realidad perseguía  a la rata, le mordía la cola, la jalaba de los pelos, y ella corría vertiginosa, huía del hambre, de su cansancio, de los hombres, de la luz.
 
Se escondía de los perros, se cuidaba de los gatos y. masticaba sus temores, pero no paraba de correr.
   
Atravesaba el mercado sigilosa, pero veloz.
 
De pronto se distraía con el dulce hedor del mercado, pero avanzaba a pesar de los retortijones, en medio de los colores de las frutas y las piñatas, entre los pies de los marchantes.
 
    Su familia, vivía, en la orilla del mercado, dónde se apilaba la basura, ahí se cobijaban con el asco y el abandono que producía ése rincón,.
 
   La rata llegó jadeante, con los ojos descarrilados, la barriga vacía, contó su prole y seguían siendo siete.
 
 Desvencijada se dejo caer frente a sus chicos, y abrió las piernas mordisqueando el cadáver de su elote.
 
Las crías rosadas y fruncidas, se amamantaron de las tetas marchitas de su madre.
 
 La familia almorzaba placidamente.
 
 Las crías tenían sueños amnióticos y la señora rata respiraba profundo, su vientre se expandía y se comprimía, la temperatura era agradable y si no hubiera estado tan cansada, hubiese disfrutado mucho ese momento.
 
 Insatisfechos, hijos y madre retozaban la tarde.
 
 Los pepenadores abandonaban la basura, las moscas  dejaron de zumbar, llegó la oscuridad y los perros gruñían, estaban hambrientos y jariosos, husmeaban los huacales, y le ladraban a su sombra.

La miseria dejo de dar asco para provocar temor.
 
 
 El desconsuelo abrazó la esperanza, las tripas se degustaban entre sí, y la jauría dio con la rata y su prole.
 
 Frenéticos y salivando,  los perros, se enredaron en una pelea desesperada, se mordían, sollozaban y retomaban la riña, exhaustos y más hambrientos que antes terminaron huyendo de la escena, los vagabundos los apedrearon  para seguir durmiendo, para recuperar el sueño, y confundir el hambre con una pesadilla.
 
 Se acomodaron los vagabundos en su miseria, se recupero la calma, y el mercado dormitaba en silencio.
 
 Un viento gélido aclimataba la escena, y a lo lejos, la sirena de una patrulla, hacía las veces de marcha fúnebre.
 
La rata y sus crías escaparon de los hombres, se salvaron de los perros y sobrevivieron la noche, pero los sentenció la realidad con un hambre asfixiante.
La desgracia los degradadó de su condición de plaga, y se convirtieron en basura.
   
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Foto del autor Sat Rodrguez
Textos Publicados: 5
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Descripción

Las plagas tienen un llanto mudo, una presencia fantasmal, pero viven entre nosotros.

Palabras Clave: Rata basura hambre perros vagabundos calle mercado sueo

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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