ATLANTIS: SUEO O ILUSIN
Publicado en Mar 17, 2013
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Fue un sueño o una ilusión. Me encontraba en la escuela resolviendo un difícil examen de historia universal cuando sucedió.
    Me llamo Lorena, estudio el segundo año de preparatoria, mido 1.60 de estatura, tengo cabello castaño oscuro hasta la cintura, ojos grandes y cafés, tez clara y boca pequeña; sentimentalmente soy muy alegre, romántica y bastante tímida. Vivo con mi papá Isaac y con mi hermana mayor, Tania, ¿mi mamá?... murió cuando yo era aún muy pequeña.
   Pero como les iba contando algo raro sucedió: un extraño joven apareció de repente, era alto, de cabello negro ondulado, tenía alrededor de 19 años y vestía ropa curiosa. Cuando lo vi delante de mí, me asusté tanto que me caí, después todo se nubló y cuando desperté ya no estaba en el salón; mis ojos no podían creer lo que estaban viendo. Aquel paisaje era como el paraíso: árboles enormes y edificios construidos de piedras rojas, blancas y negras con incrustaciones de metales como el oro, el estaño y el oricalco, al parecer una aleación.
   —¿Te encuentras bien? –me preguntó aquel joven extendiéndome la mano para ayudarme a levantar.
   —Sí, gracias –contesté dándole la mano– ¿Cómo te llamas? ¿Dónde estamos?
   —Mi nombre es Jacke y estamos en Atlantis.
   —¿Atlantis...? ¿La que se hundió hace muchos años?
   —Sí.
   —Pero, ¿cómo?
   —Cuenta la leyenda –comentó Jacke– que hace mucho tiempo el dios Zeus tenía envidia de nuestro pueblo y entonces lo condenó a vivir bajo el agua, mucha gente murió cuando se hundió la isla y como no iban a resistir, los viejos sabios, con el poder que tenían, crearon un pequeño planeta y a los sobrevivientes los transportaron para allá; el planeta se llama Gahia y es donde estamos ahora.
   —Ya entiendo. Por eso es que jamás han encontrado la legendaria Atlántida.
   En ese momento se oyeron pasos que se iban acercando cada vez más.
   —¡Qué bueno que ya regresó príncipe Jacke! –dijo haciendo una reverencia.
   “¡Príncipe, es un príncipe!” Pensé emocionada.
   —Gracias Gadeth –respondió Jacke–. Ella es Lorena, una amiga, acaba de llegar a la ciudad, pero yo me encargaré de mostrársela.
   “¿Cómo sabía mi nombre?” Me pregunté confundida “No importa, luego se lo pregunto”.
   —Mucho gusto, señorita Lorena –dijo Gadeth.
   —Mucho gusto –respondí.
   Gadeth era un hombre ya mayor como de unos 39 años, además era el principal guardia del castillo, tenía el cabello obscuro y unos hermosos ojos color miel, también tenía un cierto parecido con Jacke.
   Caminábamos por un largo y estrecho corredor, la vista era hermosa, pero lo que más me llamó la atención fue un enorme y frondoso árbol en la cima de una colina. Sin embargo había algo raro y entonces los vi: eran gente volando, volaban como los pájaros, en eso mis piernas perdieron su fuerza y... Ya no recuerdo nada. Al parecer pasaron muchas horas antes de que despertara y cuando lo hice me vi rodeada de una habitación muy lujosa con una gran ventana y Jacke estaba junto a mí.
   —Me alegro que hayas despertado –dijo Jacke.
   —Creo que me desmayé –comenté– ¿Quién me trajo hasta aquí?
   —Fue Gadeth, pero estas bien ¿verdad?
   —Sí, gracias por preocuparse, alteza. ¡Ay! ¡Qué me pasó! ¿Dónde está mi ropa? –grité porque me di cuenta de que estaba completamente desnuda cubierta solamente con sábanas de seda– ¡No creí que fuera usted capaz de hacerme esto!
   —Te equivocas, simplemente le pedí a Merle que te desvistiera para que estuvieras más cómoda.
   —Lo siento, perdóneme por creer que...
   —No tiene importancia, pero por favor háblame de tu. Y será mejor que te arregles para que bajes a comer –y se dirigió a la puerta.
   —Sí, pero ¿dónde está mi ropa? –le pregunté buscando por todos lados.
   —Merle se la llevó, aquí no la vas a necesitar.
   —Y ¿qué me voy a poner? –pregunté angustiada.
   —Hay muchos vestidos ahí –y señalo una especie de ropero– También, si quieres, el baño está listo.
   —Gracias.
   Entonces cerró la puerta y me quedé sola, pero tenía miedo de que alguien espiara, así que me enrollé las sábanas en el cuerpo y me metí al baño. Me enjabonaba el cabello cuando escuché que se abría la puerta de la habitación, muy asustada me enjuagué la cara y volví a enrollarme las sábanas.
   —¿Quién es? –grité sin salir del baño.
   —Soy yo señorita Lorena, Merle.
   —Me asustaste.
   —Lo siento señorita, sólo vine por las sábanas.
   —Puedes pasar, las tengo aquí- y rapidísimo volví a meterme al baño.
   —Ya me voy señorita, ¿no se le ofrece nada? –dijo.
   —No gracias.
   —Está bien –y de nuevo se cerraron las puertas.
   Merle era parte de la servidumbre del palacio, aproximadamente de unos 20 años, de cabello rubio, siempre recogido en una coleta, y con grandes ojos almendrados. Cuando acabé de bañarme fui al closet a ver la ropa y tremenda fue mi sorpresa al verlo lleno de vestidos hermosos, pero con escotes que daban miedo. Tomé el más discreto que encontré y me lo puse. Terminaba de arreglarme cuando entró Jacke.
   —¡Ay por Zeus! Te ves hermosa –exclamó.
   —No es para tanto, pero gracias –dije apenada.
   —Vámonos que nos están esperando –ordenó apresurado tomándome del brazo.
   En efecto, en el comedor nos esperaban los reyes, los padres de Jacke; ambos muy amables, la reina Eries era una persona muy dulce y refinada; físicamente hermosa: de cabello rubio, ojos azules, boca pequeña, todo en ella era perfecto; el rey Meyden, por su parte, era mucho mayor que la reina. Tenía el cabello grisáceo al igual que la barba y ya se le notaban las arrugas.
   Al terminar de comer Jacke y yo nos retiramos y fuimos a dar un paseo por la ciudad, después nos sentamos en la colina donde estaba aquel gigantesco árbol para admirar el paisaje.
   —Tus padres son muy amables –le dije.
   —Así somos todos los riuyins –y sonrió.
   —Y también tienen un estilo de la moda muy peculiar.
   —¿Por qué lo dices?
   —Es que este vestido que traigo me da pena, yo soy muy tímida y siento que, bueno tu sabes –Jacke miró mi escote y no le quitaba la vista de encima, entonces me cubrí con las manos– ¿Qué estás viendo? –le grité.
   —¿Sabes? Creo que haces mal, tú eres muy bonita y deberías lucir tus encantos como toda una mujer.
   Yo no dije nada. De pronto la tierra se estremeció, se abrió y yo caí al vacío, en eso alguien se acercaba hacia mí, no pude reconocer quien era porque la luz del sol no me lo permitió, pero parecía un ángel; éste ser me atrapó con sus brazos y tomándome de la cintura me sacó del hoyo. Una vez afuera de ese infierno me impresioné al ver que quien me había rescatado era Jacke, pues me había olvidado de él por completo.
   —Gracias –le dije.
   Como el día ya estaba oscureciendo, regresamos al palacio; Merle nos tenía preparada una rica cena y los reyes nos esperaban. Cenábamos tranquilamente cuando se oyeron golpes y gritos en la puerta principal:
   —¡Déjanos pasar, Meyden! –gritó uno.
   —¡Abre la puerta! –gritó otro.
   —¡Tendrás guerra si no lo haces! –terció otro.
   Me asusté mucho y me paré de la mesa para tratar de ver quienes eran, pero Jacke me tomó del brazo y no dejó que me acercara a la ventana.
   —¿Quiénes son? ¿Qué quieren? –pregunté inquieta.
   —No te preocupes Lorena, no es nada importante –respondió Jacke.
   —Será mejor que la lleves a su alcoba –le dijo el rey– Está muy alterada.
   De esta manera Jacke me acompañó a mi habitación, luego Merle me llevó un té de azahar y Jacke se quedó conmigo hasta que me dormí. Posteriormente me desperté porque no podía dormir tranquilamente y me dirigía a la puerta para ir a la cocina por un vaso de leche cuando escuché que alguien andaba por el pasillo.                Cautelosamente abrí la puerta para ver de quien se trataba: eran el rey y Gadeth. Iba a cerrar, pero tocaron el tema que me interesaba.
   —Hay que protegerla lo más posible –dijo el rey murmurando– No podemos dejar que se la lleven.
   —Sí señor –respondió– ya puse a varios de mis hombres en guardia.
   —Y si esos hombres regresan no dudes en sacarlos inmediatamente.
   —Sí, lo haré.
   Y los dos se marcharon a descansar.
   A continuación cerré la puerta y me propuse dormir quedando más inquieta que antes.
   Cuando desperté pensé que todo había sido un sueño, pero no; aún seguía en el palacio. Me bañé y me vestí, usando un vestido más provocativo después de lo que Jacke me dijo. Bajé al comedor y no estaba el príncipe, entonces pregunté por él, pero, o nadie sabía dónde estaba o no querían que supiera. Una vez que hube terminado de desayunar, fui a dar un paseo y me encontré a Jacke, que venía de una parte que yo no conocía.
   —¿De dónde vienes? –pregunté.
   —Este... qué guapa estás hoy –respondió evasivo.
   —Seguí tu consejo nada más.
   —Sí, ya me di cuenta.
   —Todavía no contestas mi pregunta –dije insistente.
   —No hay nada que contestar –respondió serio.
   —Está bien –añadí enojada– Si no me quieres decir, no me digas –me di media vuelta y me alejé corriendo, Jacke me perseguía y entonces tropecé. Al abrir los ojos me vi rodeada de mucha gente, entre ellos mi maestra de historia, algunos compañeros y Alan.
   Alan es el novio de mi hermana Tania, es un chavo muy guapo y simpático; tiene 18 años al igual que mi hermana, pero algo muy chistoso es que se parece a Jacke.
   —¿Cómo te sientes? –me preguntó Alan.
   —¿Y Jacke, dónde está Jacke? –pregunté nerviosa.
   —Tranquila, fue un sueño –respondió la maestra– Te desmayaste mientras hacías tu examen.
   —Fue un sueño –comenté decepcionada. Pero yo estaba segura de que no había sido un sueño.
   Enseguida la maestra corrió a todos para que yo pudiera descansar, pero le pedí a Alan que se quedara un rato más para platicar.
   Los tres (Tania, Alan y yo) vamos en la misma escuela. Tania no pudo estar conmigo porque los viernes sale temprano y ese día era viernes; yo creo que por eso le avisaron a Alan. Él es un gran amigo de la familia y yo le tenía mucha confianza. Iba a platicarle de Atlantis y de Jacke, pero creo que me vio nerviosa, inquieta, alterada, y me dijo:
   —Será mejor que descanses, después vengo por ti para llevarte a tu casa, no me gustaría que te fueras sola mucho menos así.
   —Sí, está bien, gracias Alan.
   —Descansa, pequeña –y se fue.
   Al poco rato regresó Alan para llevarme a mi casa y mientras íbamos en su auto yo le iba contando todo. Cuando llegamos estacionó el auto, pero no sé por que no me bajé enseguida; después se me quedó viendo fijamente, lo sé porque sentí su mirada tan penetrante que agaché mi cabeza, entonces él, con su mano, la levantó suavemente y luego... nos besamos. Segundos más tarde reaccioné y me bajé del auto lo más rápido que pude.
   La mañana siguiente le hablé a Alan para aclarar las cosas, Tania no se podía enterar así que nos citamos en una cafetería. Pensaba vestirme como siempre, sin embargo no lo hice y tomé alguna ropa de mi hermana, una blusa abierta de la espalda, un pantalón de piel hasta la cadera y unos zapatos de tacón. Cuando llegué al “Max” Alan ya estaba allí, los dos pedimos un helado y al terminar platicamos seriamente, aunque había un problema: todos los hombres del “Max” se me quedaban viendo, Alan también notó mi cambio y entonces empezamos a platicar.
   —Lo que hicimos ayer estuvo mal –le dije muy seria.
   —Lo sé, yo jamás engañaría a Tania pero... –me miraba fijamente mientras pensaba– Tú siempre me has gustado y además no me digas que no te gustó.
   Por unos segundos guarde silencio y después...
   —Ese es el problema Alan, que si me gustó.
   —¿Y entonces...?
   —Entonces que. Tú me besaste.
   —Sí y tú me correspondiste.
   —Bueno no hay que pelear, simplemente no hay que decirle nada a Tania.
   —¿Crees que es tan fácil?
   —¿Y entonces qué vamos a hacer?
   —Voy a terminar con Tania y así no nos tendremos que esconder –dijo en tono burlón.
   —¡No! –exclamé golpeando la mesa– Yo no quiero ser la causante de que termines con mi hermana.
   —¿Y quién dijo que vas a ser tu?
   —Pero, es que...
   —Sí, entiendo, pero lo de ayer podemos tomarlo como la gota que derramó el vaso. Tu hermana y yo ya no nos llevamos tan bien como antes –entonces tomó mis manos entre las suyas– No te preocupes, no le diré nada acerca de nosotros.
   También le aclaré que estaba confundida con respecto a Jacke y a él y que no se hiciera muchas ilusiones, y me respondió que me esperaría toda la vida. Fue un gesto generoso de su parte, pero después de esto no sé cómo iba a reaccionar Tania.
   Luego de esta difícil plática nos despedimos como buenos amigos y regresé a mi casa sin decirle nada a Tania. No piensen que soy una baja novios, lo de Alan y yo fue solamente un impulso, pero que tal vez acabe en tragedia.
   Al lunes siguiente fui, como de costumbre, a la escuela y por suerte la maestra de historia me hizo de nuevo el examen. Todos notaron mi cambio físico, pero no solamente era eso, también emocionalmente por que me sentía más madura. Ahora tenía muchos pretendientes, sin embargo yo tenía que hacer una importante decisión, aunque Jacke no me hubiese dicho nada.
   Días después me encontraba en mi recámara viendo la televisión cuando escuché una plática a gritos, bajé con cuidado las escaleras para que no me oyeran, Tania y Alan se estaban peleando y no sabía si era por mi culpa pero lo iba a averiguar.
   —¿Cómo puedes hacerme esto, Alan? –preguntó Tania– Yo te amo.
   —Lo nuestro no funciona y lo mejor sería que hasta aquí quedáramos.
   —¡Sales con otra, verdad! Es eso  –añadió llorando.
   —Si hay otra, pero no es por eso por lo que terminamos.
   —¡Eres un cínico! –y le dio una bofetada– Dime como se llama la otra.
   —No puedo, se lo prometí.
   —¿Significa que la conozco? –preguntó curiosa.
   —Pues...
   Ahí vi muy mal a mi hermana pero me sentí segura al saber que Alan no le iba a decir nada. Recapacité y salí de mi escondite, estaba decidida a decirle todo, además de alguna forma u otra se iba a enterar.
   —Si la conoces –dije decidida.
   —¿Tú la conoces? –preguntó– Dime quien es.
   —No la conoce –le dijo Alan.
   —Claro que la conozco y muy bien –respondí.
   —Entonces dime quien es –dijo Tania insistente.
   Alan me hacía señas para que no le dijera, pero yo ya no pude soportar más y le conté.
   —Soy yo, Tania –respondí con seriedad.
   Tania quedó atónita sin decir una sola palabra y cuando al fin pudo hablar...
   —Eres una descarada, cómo te atreviste a quitarme a mi novio –estaba tan llena de ira que me dio una cachetada.
   —Perdóname hermanita –le dije llorando tirada en el piso, por el golpe que había recibido.
   Me levanté tan triste y tan culpable al mismo tiempo que salí de la casa sin darme cuenta que venía un automóvil a toda velocidad y...
   Más tarde, cuando desperté, mi papá estaba a mi lado llorando, intenté hablarle pero no pude. Quería que me dijera que me pasaba, porque no podía moverme ni hablar. Se dio cuenta, me dijo que tenía paralizado todo el cuerpo y que sólo un milagro me podía salvar. No comía como acostumbraba hacerlo, me alimentaban con suero.
   Después de un tiempo se presentó mi hermana con un ramo de flores y se sentó a mi lado. Estaba tan afligida, tan triste, se notaba que no había dormido en días.
   —Yo tuve la culpa y daría cualquier cosa por que te curaras, hermanita –dijo– Perdóname, no debí pegarte. Si te interesa Alan, es tuyo, pero por favor tienes que ponerte bien –y terminó llorando. A mí también se me salieron las lágrimas, pero no se dio cuenta.
   Claro que la perdonaba, además ella no tuvo la culpa, fui yo por no haberme fijado que venía un carro, pero no se lo podía decir. Era mi única hermana y jamás había peleado con ella.
   Todos los días me visitaba Alan con un enorme ramo de rosas blancas, mis favoritas. Me contaba muchas cosas y era muy paciente conmigo. Le agradezco de todo corazón por estar conmigo en aquellos momentos tan difíciles.
   Una noche mi papá se quedó a cuidarme, como ni siquiera había un sofá se quedó en una silla a mi lado. Cada vez perdíamos más la esperanza de que algún día me curara; llevaba en el hospital ya más de un mes. Estábamos tan cansados que nos quedamos profundamente dormidos. Debió ser alrededor de la media noche cuando sentí un aire frío, entonces abrí los ojos y ahí estaba él.
   —Te necesito, Lorena –dijo Jacke.
   Me dieron ganas de contestarle, pero creo que sabía lo que pasaba porque me tomó en brazos y en un instante ya estábamos en Atlantis. Debo decirles que Atlantis es un lugar mágico, lo sé porque cuando Jacke me bajó pude caminar, hablar y moverme sin ningún problema. Me explicó que estaban en guerra por lo que había sucedido aquella última noche que estuve ahí. También me dijo que la guerra era a causa de la diosa Athena, porque los otros se la querían robar. Solamente era una estatua pero esta diosa les daba sabiduría y paz, y por eso la defendían tanto.
   —¿Adónde vamos? –le pregunté.
   —A la fortaleza de Poseidón –me respondió mientras nos dirigíamos al lugar que yo desconocía– Ahí se encuentran todos y mientras peleo quiero que te quedes con mi madre –su tono de voz era bastante serio.
   Todos se alegraron al vernos llegar sanos y salvos.
   En aquella fortaleza se encontraba todo el pueblo que no estaba luchando como las mujeres, los niños y los ancianos. El ejército de Gadeth se encontraba afuera, también el rey Meyden y todos los hombres dispuestos a luchar por su diosa.
   —Cuídate mucho –le dije a Jacke cuando se iba.
   Al verlo otra vez comprendí que era a él a quien amaba.
   —Regresaré, no te preocupes –me dijo y yo lo besé.
   No sé cuánto tiempo pasamos en aquel lugar, la reina se sentía muy preocupada y ansiosa de saber algo, cualquier cosa. Hasta ese lugar llegaban los gritos; todos estábamos tan desesperados por no saber nada que empezamos a rezar. Poco antes de que todo terminara escuchamos una gran explosión que hizo estremecer la tierra. La reina hizo señales para que bajáramos al sótano, pero nadie se podía mover por el pánico que les causaba el estruendo.
   Más tarde volvieron todos, bueno, casi todos.
   —¡Jacke, estaba muy asustada! –le dije al verlo entrar y le lancé mis brazos al cuello.
   —Te dije que regresaría, mi amor –y me dio un beso muy vigoroso.
   Aquí supe que él también me amaba.
   —¿Y Meyden? –preguntó la reina.
   —Él murió en la explosión, madre –respondió Jacke.
   —¡No puede ser! –gritó llorando.
   —A él no le hubiera gustado verla llorar, su majestad –dije– Pero desahóguese, es lo mejor.
   —Eres muy buena, ojalá te quedaras para siempre –respondió sollozando.
   Me quedé muda con las palabras de la reina, mas Gadeth me hizo reaccionar.
   —Hay muchos heridos y necesitamos ayuda –dijo.
   —Yo puedo ayudar, vamos –le comenté.
   Cuando salimos al que había sido el campo de batalla, la sangre se me subió y pude comprender a aquellas personas que estuvieron en la segunda guerra mundial.
   —Ustedes separen a los muertos –le dije a Jacke y a Gadeth– Por favor, todos los demás ayúdenme con los heridos.
   Fue una labor exhaustiva pero, gracias a mis conocimientos de medicina enseñados por una tía, todo salió muy bien.
   Se acercaba la noche cuando terminamos de curar a todos. La reina no podía esperar más tiempo para enterrar al rey Meyden; por mi parte no pude acudir al entierro pues me sentía muy agotada, además aún traía la bata del hospital, así que me fui al palacio a darme un baño. Al terminar me puse mi pijama y bajé a la biblioteca a leer un poco porque no tenía sueño. Ahí me encontré a Jacke que no había ido al entierro y como toda mujer curiosa le pregunté:
   —¿Por qué no fuiste a los funerales de tu padre?
   —Él no era mi papá, Lorena –respondió serio.
   —¿Cómo está eso?
   —Pues sí, dice mi mamá que mi verdadero padre murió.
   —Sé como te sientes... Aunque sea tuviste un padre, yo ni siquiera me acuerdo de mi mamá.
Jacke se me quedó viendo con una expresión de tristeza y de seducción al mismo tiempo que yo respondí con un apasionado beso, no sé si estuvo bien, afuera estaban enterrando a los caídos, sin embargo él me correspondió.
   Enseguida me tomó en sus brazos y me llevó hasta su habitación. Nos acostamos en la cama y me despojó de la ropa prenda por prenda, mientras yo hacía lo mismo con él.
   Yo no había tenido relaciones íntimas con ningún hombre. Podía imaginar muchas cosas, pero nunca la realidad, en cambio la realidad la tenía allí, convertida en una mutua fogosidad. Nos entregamos por igual, no hubo medias tintas, ni siquiera una pequeña vacilación. Supe lo que era el amor, el placer, la voluptuosidad y la entrega más absoluta.
   Pasamos la noche juntos y cuando desperté Jacke me traía el desayuno, me dio los buenos días, me besó y se fue. Se notaba algo nervioso, así que me apresuré a desayunar y me vestí, luego bajé a la sala y ahí se encontraban la reina y Jacke, imaginé que ella sabía todo por la expresión en su rostro. Se acercó hacia mí y me dio un caluroso abrazo.
   —Me gustaría que te quedaras con nosotros para siempre –volvió a decir y se retiró. 
   En ese momento no entendí sus palabras pero pude suponerlo después de aquella noche.
   Entonces Jacke se acercó, me mostró una pequeña cajita y se arrodilló.
   —¡Cásate conmigo, Lorena! –dijo mientras sacaba un hermoso anillo con rubíes y me lo colocaba.
   —Yo... yo... me encantaría, pero eso significa vivir aquí para siempre y extrañaría a mi familia.
   —¿Entonces?
   —No puedo –y me quité el anillo para devolvérselo.
   —No, quédatelo para que me recuerdes.
   —Gracias Jacke, siempre te amaré.
  Entonces nos besamos y al separarnos había regresado al hospital, pero había algo diferente en mí: el anillo.
Toqué a mi papá con mi mano y él se despertó enseguida. Se sorprendió tanto cuando vio que me podía mover que llamó al doctor, éste se presentó tan rápido como pudo y al entrar yo ya estaba sentada en la cama.
   —¡Es un milagro, es un milagro! –gritó el médico.
   Y así, salí del hospital después de varios estudios para verificar que estuviera completamente recuperada, regresé a mi hogar donde me esperaban mis amigos con una fiesta de bienvenida.
   Nunca me quité el anillo y una tarde mi papá lo vio.
   —¿De dónde sacaste ese anillo? –preguntó alterado.
   —¿Porqué, papá?
   —Porque ese anillo era el de tu madre, lo perdió no sé dónde.
   —¿Este anillo? No creo porque yo... me lo encontré en la calle.
   —Pero, es que es igual al que yo le di cuando nos comprometimos. Sin embargo creo que tienes razón, hoy en día hacen anillos muy parecidos.
   —Papá...
   —¿Si...?
   —¿Cómo era mi mamá?
   Me senté en el sofá y él me siguió, entonces me recargué en sus piernas.
   —Ay, Lorena –suspiró– Tu madre era la persona más buena que yo haya conocido, sus ojos dejaban ver un alma pura y a ti te quiso mucho los pocos días que te tuvo a su lado.
   Cierto día me encontraba en la clase de deportes cuando sentí mareos y ganas de volver el estómago así que me dirigí con la enfermera de la escuela, ésta me revisó y me dijo que estaba embarazada, yo le supliqué que por favor no dijera nada que yo me encargaría de todo.
   Salí corriendo de la enfermería rumbo al salón de Alan y le pedí a su profesor que lo dejara salir, que era muy urgente. Le conté lo sucedido y me pidió que me calmara, que él me ayudaría en todo lo que pudiese.
   Llegada la noche mi papá, Tania y yo nos sentamos a cenar, pero una noticia de Tania cambiaría mi vida por completo. Un poco antes había llegado Alan, supongo que quería hablar con mi padre.
   Terminando de cenar Tania sacó una hoja de su mochila, dijo que se la había dado la directora.
   —¿Qué es esto? –preguntó mi padre.
   —Es una beca para la universidad –contestó.
   —Me alegro hija, sabes que yo no podría pagarla.
   —Pero hay un problema –dijo triste– La universidad está en Londres.
   —¿En Londres! –dijimos todos en coro.
   —Sí y no sé si aceptarla. Si lo hago tengo que avisarle antes que acaben las clases para que mi lugar sea apartado. 
   —Tienes que pensarlo muy bien –dije.
   —Lo sé, pero no me gustaría dejarlos solos.
   —No se quedarán solos –comentó Alan– Yo puedo ver por ellos.
   —No lo sé, tengo que pensarlo.
   Antes de retirarse, Alan me comentó que venía dispuesto a decirle todo a mi papá, pero sintió que ese no era el momento adecuado.
   Semanas antes de que terminaran las clases Tania decidió irse a estudiar a Londres, ya nada la detenía aquí. Tal vez, sólo Alan hubiera sido lo único por lo que ella podría quedarse y así, sin saber de mi embarazo, se fue.
   Todos fuimos a despedirla al aeropuerto, sus compañeros de clase llevaron pancartas que decían “Feliz viaje” y “Vuelve pronto”.
   Esa misma noche Alan se quedó a cenar y después fui a la cocina a preparar café. Lo acomodaba para llevarlo en una charola entonces, se me fueron las fuerzas y me desmayé.
   Al despertar Alan me estaba dando a oler alcohol, mientras mi papá casi llama a un doctor.
   —¡No lo hagas! –grité– No es necesario –aún no recuperaba todas mis fuerzas y le pedía Alan que me llevara al sofá– Hay algo que te tengo que decir.
   —No me asustes hija, ¿qué pasa?
   —Es que yo... bueno... no sé cómo explicártelo –Alan me abrazaba y sabía que podía confiar en él. “Cómo le iba a decir que el padre de mi hijo no era de este planeta” pensaba.
   —Bueno, ya dime que sucede –dijo ansioso.
   —Papá –respiré profundamente– Voy a tener un hijo.
   —¡Qué! – exclamó– ¿Quién es el canalla?
   —Yo señor –dijo Alan rápidamente, sin darme tiempo de contestar.
   —No Alan, no es tu obligación –murmuré.
   —Si señor fui yo; y quiero cumplirle a su hija, no solamente por eso sino porque la amo.
   —Por supuesto que vas a hacerlo, nadie le hace eso a mi hija y se queda como si nada –dijo furioso– Ustedes dos se tienen que casar.
   Después de haber sido la consentida resulté ser la oveja negra de la familia.
   La boda se efectuó enseguida para no dar tiempo a que se notara mi nuevo estado. Fue una ceremonia muy íntima, asistieron las personas más allegadas a nosotros, así como los padres de Alan que no estaban muy contentos con nuestra boda, sin embargo, la aceptaron.
   Pasaron los meses y el día se acercaba.
   Una noche los dolores eran cada vez más fuertes y le pedí a Alan que llamara una ambulancia. Cuando ésta llegó me trasladaron al hospital, le supliqué a mi esposo que avisara a mi papá al trabajo para que no se preocupara al no encontrarnos en la casa.
   El parto era riesgoso así que me practicaron una cesárea. El bebé fue un varoncito y cuando lo tuve entre mis brazos sentí una alegría tan inmensa que jamás había sentido. Poco después entró Alan a conocer al que sería su hijo, no de sangre pero sí de espíritu.
  Dos meses después festejamos la llegada del niño con su bautizo. Lo llamamos Jacke en honor a su verdadero padre.
 
FIN
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Foto del autor Alejandra Jessaid Vargas Santiago
Textos Publicados: 14
Miembro desde: Mar 17, 2013
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Descripción

Mientras Lorena contestaba su examen de historia sufri un desmayo y despert en un mundo muy diferente, con un muchacho que dice ser el prncipe de ese lugar...

Palabras Clave: atlantida atlantis principe sueo realidad examen leyenda historia

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Fantasa


Creditos: Alejandra Jessaid


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