Desencantos
Publicado en Mar 18, 2013
"Hay dos maneras de llegar al desastre: una, pedir lo imposible y otra retrasar lo intevitable" ( Francisco Combó)
No hay argumentos suficientes para justificar lo que en cierto lugar sucedía. La escena se tornaba insoportable, las desgastadas calles mostraban un dejo de tristeza, complementando el cuadro, había aromas de desolación, sin duda, un desierto podría ser más pintoresco que este sitio, pero quizás no era esto lo más extraño, allá en un punto casi imperceptible, había una graciosa mujer, haciendo un notable contraste con todo el lugar, ella sonreía, suspiraba con cada hoja que caía de los inertes árboles, fijaba su mirada en un punto y de inmediato encontraba sentidos suficientes para promover los más dulces sentimientos en su alma. Ella estaba situada exactamente frente a una vieja residencia, donde con toda seguridad sus habitantes habían partido huyendo quizá. Sus manos querían apartarse de ella y postrarse ante la puerta que estaba entreabierta como invitando a entrar, sin embargo, había vaguedad en su espíritu, hasta la misma realidad se sentía burlada pues con toda seguridad ella no pertenecía allí, de hecho ella no pertenecía a ningún sitio. Por algunos instantes ella cerró los ojos, levantó sus brazos, de tal suerte que la gente que pasaba junto a esta mujer, tenía que evadirla, recorrer y modificar sus pasos para no chocar con este probable obstáculo, tal vez temían despertarla y provocar en ella un ataque de ira al estar frente a la realidad, pero no, esto no era posible porque estas personas sólo caminaban, sin sentido, sin rumbo, sin un firme pensamiento que les indicara a dónde dirigirse. Era seguro que ellos rodeaban a la dama por algún vestigio de neuronas en sus cerebros. De hecho ellos ni siquiera podían verla. De pronto y sin saber por qué, ella abrió los ojos y giró su mirada hacia la próxima calle, comenzó a caminar con pasos dudosos al principio y firmes al final. Ella detuvo su andar de manera absurda pues le pareció que uno de sus zapatos hacía demasiado ruido, bajó la mirada pero sin observar algo en particular, casi de inmediato sintió la necesidad de mirar hacia atrás, y vio la triste calle donde hacía algunos momentos estuvo situada. Su cabello invadió su cara con un fuerte soplido del viento, sus ojos más abiertos cada vez notaron la fealdad del espectáculo. Miró entonces el contexto donde ahora estaba. A diferencia de la cuadra anterior, aquí había colores, gente sonriendo, brisa refrescante y árboles agitados por el transitar. No tenía sentido, la calle desolada le provocaba más emociones que la vivante, era absurdo. Casi en un estado inconsciente, sacó una cámara fotográfica que llevaba en su viejo bolso y retrató la calle anterior, la perspectiva le agradaba tanto, nuevamente ella observaba ,pero ahora en su cámara, la calle desolada y una que otra hoja suspendida de en el aire, arrojada por los árboles que ya querían extinguirse por completo. Nuevamente había sonrisa en su rostro, nuevamente tenía ganas de suspirar, de elevar los brazos y de aferrarse a este extraño sentimiento. Y así en un estado de ensimismamiento reanudó su caminar, ahora lento, aletargado y con sus ojos fijos en la escena que ahora quedaba para siempre registrada en su cámara. Un brusco viento le hizo detener sus pasos, pues tuvo la sensación de perder el control de su andar si ella continuaba. Tambaleándose un poco se dejó recargar sobre una cerca que estaba detrás de ella, entrecerró un poco los ojos pero sin perder de vista su ansiada imagen. Sin quererlo y sin pensarlo ella levantó un poco su mirada y justo en frente de ella había un hombre observándole, ella lo comprendió todo cuando notó en un parpadeo que ese hombre estaba en la imagen de su cámara, él había sido retratado también, quizá él sabía que la sensación provocada en la calle desolada era tan sólo la conexión de sus almas, la reciprocidad de sus vidas...finalmente y sin decir nada, unieron sus manos y empezaron a avanzar en retroceso volviendo a la calle desolada. Nuevamente lo absurdo se apoderaba de tan triste lugar, pues ahora se les veía a ellos dos, tomados de las manos en medio del desastre, sonriendo a mitad de la nada, y conectando sus miradas como temiendo no volver a verse nunca más. Allí se quedaron, contemplándose el uno al otro, sin miedos ni razones, sin tristezas ni nostalgias, sin amor ni desamor, simplemente era el encanto del momento que los tenía allí. Quizás en algunos momentos algo les pudiera distraer y les hiciera notar que realmente no había razones para estar allí, ni tampoco para estar juntos, tal vez todo era producto de un fatal error...tal vez. por Samm L.
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