Espejismo
Publicado en Mar 19, 2013
Me sentí sola por un momento, como a veces suelo sentirme. En la inmensidad del mundo, como una insignificante hormiga en medio de gigantes. Es increíble cómo se puede cambiar absolutamente todo en un segundo… “La hipocresía es el arte de decir, hacer o pensar cosas que en verdad no se sienten, quieren o piensan”. Seremos todos hipócritas? Cuantas veces hicimos cosas que no sentimos. Cuántas otras dijimos cosas que en verdad no pensamos? La hipocresía es el hilo conductor de nuestra vida diaria, se infiltra entre nosotros disfrazado de la situación más simple. No pide permiso y se naturaliza en nuestro ser, así como lo hace el hábito de lavarnos las manos antes de comer o la simple convención del saludo. La hay de todos los tipos, están quienes son hipócritas por naturaleza, se pasan la vida vendiendo una imagen de lo que no son, con parámetros totalmente diferentes respecto del sentido común. Esos son los manipuladores. Están quienes mienten por miedo, por temor a que la otra persona sufra, o tal vez por creer que no serán aceptados al pensar diferente. Hay mentiras “piadosas” que teóricamente no dañan a nadie y que usualmente sirven para hacernos evadir de determinados momentos. Si tuviéramos que llevar la cuenta de cada mentira, omisión o distorsión de la verdad, nos alcanzarían los números? Hay tipología de mentiras como estrellas en el cielo. Aunque creo que la mentira más dolorosa es cuando va dirigida a nosotros mismos. Intentamos auto-convencernos de la realidad que quisiéramos vivir que dista considerablemente de la praxis. Cuando tomamos conciencia de esa diferencia es cuando experimentamos la frustración. Y ahí me encontraba yo, con mis libros de facultad, el mate, algunos grisines de salvado y la sensación de vacío que aturdía mis tímpanos. Muchas veces hice uso de la modificación de la verdad para “zafar” de cosas que no tenía realmente ganas de hacer. Pero esta vez, era yo la persona afectada por la maraña de mentiras, y sinceramente creo que “el castigo” por llamarlo de alguna manera, no fue directamente proporcional a mis faltas. Miré por la ventana, era invierno, el día estaba gris y mis ojos se asemejaban a los del sapo pepe. Luego de continuadas horas de llorar y de revisar la historia una y otra vez, cerré los ojos, me dejé vencer por el sueño, que esa tarde le había ganado la pulseada al dolor. Me sumergí en el infinito camino onírico de lo desconocido, me entregué a la amenaza freudiana del inconsciente y permanecí dormida por dos horas. De repente sentí algo viscoso y húmedo en mis mejillas, sobresaltada me desperté y el caniche mimoso que tenía de mascota estaba lengüeteándome la cara. Me robó una sonrisa. Una pila de libros desparramados en mi escritorio, la Computadora encendida con veinticinco archivos abiertos, 9 llamadas perdidas de mi compañera y una tesis a medio terminar: Esa era la escenografía del living en el que me encontraba. En la pared, incontables cuadros de honor, premios a la excelencia, y medallas que mi mamá exhibía con orgullo, pero que para mi solo eran batallas en las que me desafiaba a mí misma. Cuánta planificación y estudio; cuánto sacrificio académico que por años habían ocupado el asiento preferencial en mi tribuna de prioridades. Pero como dice uno de los principios de la psicología de la gestalt, en mi vida hice “figura-fondo”, cuando se atiende excesivamente un aspecto, inevitablemente se desatiende otro. Y así fue, durante mucho tiempo, mis mejores amigos fueron los libros y resaltadores, los cuadernos y apuntes de clase. La necesidad de mantener ocupada mi cabeza al 100% era la obsesión que me acompañaba cual perro faldero. Con este panorama, un amor a la distancia era el engranaje perfecto para no perturbar mis estructuras. Todo estaba saliendo como lo había planeado en mi mórbida ecuación mental; veintidós años, a punto de recibirme, con un trabajo, que si bien no era de mi agrado, era la llave para cooperar en una futura casa, comprometida y a meses de casarme. Casi como me lo imaginé de chica. Claro que con algunas imperfecciones y errores tipográficos en la impresión de la historia. Alto, castaño y ojos verdes, romántico, detallista, tímido y complaciente, meticulosamente ordenado, absorbente y generoso, así se mostró por dos años mi prometido sureño. Separado, con dos hijos. Vivíamos un amor a distancia, cada mes y medio se tomaba dos aviones y pasaba 10 días conmigo y mi familia; nos llenaba de regalos y se mostraba firme y decidido. No tardó en ganarse la confianza de mis padres ni de convencerme, con todas sus acciones, que era el modelo de hombre ideal. Sólo un loco desquiciado invertiría su sueldo en encomiendas con cosas para un futuro hogar, o atravesaría media argentina para verme! Y si, hay de todo en este mundo. Recuerdo que un fin de semana largo decidí sorprenderlo. Por primera vez en la vida me animaría a viajar sola a la punta del país, sólo por darle una sorpresa a quien se convertiría en mi esposo. Por entonces, luego de juntar hasta la última moneda de mis ahorros, compré los pasajes e hice las averiguaciones de cómo manejarme allá. Con todo anotado en mi libretita azul, ansiaba llegar a casa para armar el bolso. Un llamado telefónico había decidido por mí el resto de mis días. Había puesto fin a una historia que jamás debió comenzar. Sin mucha explicación mi prometido llamó a mi casa y le pidió a mi mamá que no me deje viajar, esbozó, al pasar, que no sentía ya lo mismo y que se suspendía el casamiento. Todos mis planes se derrumbaron como si fuese un frágil castillo de naipes, vulnerable a ser demolido por la ráfaga más ínfima de viento. Todo lo que había creído por dos años se esfumaba cual espejismo en el desierto. Me sentí sola por un momento, como a veces suelo sentirme. En la inmensidad del mundo, como una insignificante hormiga en medio de gigantes. Nunca más supe de él, los días se llevaron su recuerdo pero me dejaron la certeza de que nada es lo que parece y que “cada minuto que pasa, es una oportunidad para cambiarlo todo”.
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daniel contardo
Como decís vos, cada minuto que pasa es una oportunidad para cambiarlo todo. Nosotros decidimos si queremos olvidarnos de lo que no pudo ser o seguimos llorando todas las noches. Beso grande!
Nena
Realmente cada minuto que pasa es una oportunidad para cambiarlo todo, y remarco sobremanera esto porque la vida me regaló una segunda oportunidad. Hoy después de 4 años puedo escribir lo que me pasó, puedo verlo desde otra perspectiva, puedo contarlo sin dolor, solo como experiencia de aprendizaje. Como vos decis, nosotros decidimos si olvidar o permanecer con el recuerdo. Yo decidi olvidar y hoy puedo escribir un segundo capítulo de mi historia. Gracias por tu sinceridad! No es nada facil a veces exponer la historia de vida de uno mismo!