A veces me pregunto-¿de dónde nacen las palabras?
Esas que resumen líricamente los avatares de la vida, los instantes supremos,
la magnificencia de la naturaleza, la crueldad que derrumba, el amor que te redime
o el amor que te destruye...
Palabras que describen lo intrínseco del ser, la pugna
entre los sentimientos para ver quien somete más al otro;
si el despecho a la simpatía, la represalia al perdón, la ambición al altruismo,
la avaricia a la generosidad, la incredulidad a la fe...
Palabras que no son llevadas por el viento, que perduran y se multiplican
a través del tiempo, para cimentar una pirámide de discernimiento y sabiduría.
¡Existen tantas palabras! palabras que se transforman en tesoros invaluables
si llevan mensajes optimistas, afectuosos, esperanzados, amigables, románticos...
Hay otras palabras que nos enriquecen y sensibilizan pero,
se han ido marchitando por la sequía emocional de la humanidad:
Gracias, perdón, te respeto, te quiero, te necesito, te admiro,
te apoyo, te ayudo, te valoro...
Palabras que se agigantan con los sueños, palabras que vuelan y se adentran
en el infinito, palabras que giran ,
en remolinos mágicos, elevando nuestro Yo
hacia inimaginables horizontes, que te transportan hasta la libertad más absoluta,
“la libertad del alma”, que regeneran los sentidos y, te permiten navegar por un mar,
donde la única potestad es tu mente.
Deja verter las palabras, que tus dedos inconscientemente las escriban, que fluyan
como un manantial de agua cristalina, que humedezcan tu espíritu y lo fortalezca.
A veces me pregunto-De dónde nacen las palabras?
Y creo que hay una sola respuesta;
Ellas llegan contigo, así como el cuerpo viene con alma...
Los vocablos son vergeles que no hay que dejar secar, porque Dios los ha creado
para que nos podamos expresar, y llevar belleza al mundo con un mensaje de paz,
así como Cristo un día, con ellas pudo predicar y,
sin ser un erudito, con refulgentes palabras
conmovió a la humanidad.
Lery