Talento heredado.
Publicado en Mar 23, 2013
Horacio era un chico como cualquiera, lleno de sueños y fantasías,lleno de fuerzas que lograrían derrotar las barreras de losmiedos e inseguridades típicas del mundo. Desde hacía unos añosse había enamorado del viejo piano que estaba en silencio en sucasa, este hermoso instrumento era el legado que su abuela dejó.Nadie se animó nunca a tocarlo, nadie heredó la sensibilidad artísticade sus entrañas. La abuela siempre fue una mujer muysensible y adorable y había sido, sobre todo, una excelente pianista,dueña de grandes proezas musicales entre las que se destacauna noche con el teatro del pueblo colmado como nunca se lohabía visto. Gente de todos los pueblos cercanos, se acercarona escuchar al gran talento que viajaba con su piano por todo elpaís y gran parte del mundo. Un día, cuando su vida florecía enuna eterna primavera, un accidente, el menos pensado, marchitóde golpe la flor de sus días. Su camioneta se cruzó de carril y, alintentar esquivar un auto que venía de frente, chocó contra unárbol y como consecuencia, cayó en un barranco de no más de10 metros, lo suficiente para dar muerte a todos los tripulantesdel vehículo.Horacio era muy chico, contaba apenas con 3 años, pero elrecuerdo de ése día lo atormenta desde entonces, tiene muy presentela cara de su madre llorando desconsoladamente y el cajóncerrado de su abuela, pero el peor recuerdo lo escuchó años despuésde la boca de su padre; cuando le contaba a un amigo que,pareciendo una ironía de la vida, la mejor pianista del pueblo habíaperdido las dos manos en el accidente. Horacio se enamoró,en ése momento, del piano de su abuela.Deseaba que pasen rápido las horas en el colegio, en las clasesde gimnasia y en los ratos con sus amigos, para poder sentarse enel piano y tocar. Le encantaba tocar de noche mientras todos dormían.Se hacía el dormido hasta que el silencio, en complot conla luna, se adueñaban de la noche. Bajaba las escaleras en puntasde pie y tocaba muy despacio durante las horas de más silencio ymelancolía. Le gustaba mucho el jazz, a diferencia de la músicaclásica y el tango de su abuela, pero sentía que el espíritu era elmismo, el mismo siempre. En cada nota que sonaba del piano,las manos de su abuela volvían a vivir. Mucho fue el esfuerzo queHoracio dejó frente al piano, no contaba con el talento innato desu abuela pero podía suplantarlo con el esfuerzo y el sacrificio queel aplicaba día a día.Al cumplir los 14 años, se celebró una fiesta en su casa, contodos los familiares y amigos, pero él no estaba completo, faltabasu abuela. Le llenaba de pena que ahora, su abuela no tuviera nimanos ni oídos para escucharlo y enseñarle. Ese fue el regalo quedeseó durante toda la fiesta. En el momento del brindis, muertode vergüenza y miedo, pidió la palabra. Cuando todos callarony le prestaron atención, sorprendiendo a la mayoría, se sentó enel piano y comenzó a tocar una composición de su abuela, ¡la famosapianista del pueblo! Nadie lo había escuchado antes, ni suspadres, ni sus hermanos, ni sus amigos, ¡nadie!... Las expresioneshablaban por sí solas, mucho más que las palabras, atónitos losinvitados, que ahora pasaban a ser público, creían escuchar algran talento muerto. Al terminar, Horacio, cerró el piano bruscamentey corrió desesperado hasta su cuarto, donde se encerró yno salió más. Su madre, emocionada por la gran sorpresa, corrióen su búsqueda pero no obtuvo la mejor de las respuestas. Losinvitados poco a poco se retiraron murmurando comentarios sobrelo sucedido. A la mañana siguiente, Horacio debió enfrentara su madre y contarle que hace años que empezó a tocar por lasnoches, que ésa era el motivo por el cuál se despertaba tarde y quesu sueño y anhelo era simplemente ser músico, como su abuela.La madre lloraba al escucharlo pero, inconcientemente, llorabapor el dolor de que la abuela no esté para verlo.Algún tiempo después -pero no mucho- Horacio, acompañadopor el apoyo de su padre, se presentó en el piano bar del pueblo.Un lugar muy chico, del tamaño de un living. Concurrierontodos los amigos y algunos que gustaban del legado del talentomuerto. Los nervios de Horacio no cesaban, incluso crecían, amedida que la aguja del reloj se acercaba a marcar la hora delinicio. El show comenzó con un jazz potente lleno de virtuosismopero no faltaron los tangos y los clásicos. El final sorprendióa propios y extraños cuando la voz de Horacio entonó una letraque él escribió para su abuela. Eran las primeras palabras quesalían de la voz del joven... Al otro día los diarios y las radioslocales hablaban del sucesor, “el gran talento” engendrado en losdedos del joven. Esa frase hizo un ruido muy raro en el interiorde Horacio. La noche siguiente se despertó en medio de una pesadilla;en la que él tocaba en el teatro del pueblo, la multitud loovacionaba de pie, una hermosa dama, enamorada de él, subía alescenario y le robaba un beso, pero al finalizar el gran beso y abrirlos ojos, ésa chica era su abuela y no tenía manos, él se las habíaarrancado en el momento del beso.¿Qué significaría ese sueño? Tal vez un grave presagio. Sintióque le estaba robando el crédito a su abuela, que estaba viviendode su recuerdo. Buscaba en él algo que fuera más que recordar algran orgullo del pueblo, la pasión no podía quedar resignada porun sentimiento que no lo favorecía. Pasó años tocando en bares,entre copas, mujeres y el apodo de “el heredero”.En un momento su padre, sin su consentimiento, convenciócon una fuerte suma de dinero a un productor de la capital, elúnico lugar donde el joven podría triunfar masivamente. El llamadodel misterioso productor sorprendió a Horacio que aceptósin pensarlo y viajó de inmediato. El nuevo disco lo llevó a diversoslugares a través de viajes interminables, pero el lugar dondequería tocar era el viejo teatro del pueblo. Su nombre, sin embargo,florecía en todos los rincones del viejo continente. El cambiode idiomas, culturas, caras y costumbres, acogían la música de susconciertos. El sueño -en gran parte- estaba cumplido. Llegó muylejos, donde su abuela nunca había llegado: premios, contratos,coches, mansiones, castillos, estrellas de cine, artistas, cantantes,todos querían conocerlo y hasta robarle el corazón pero, habíaalgo en él que no lo dejaba tranquilo, que no lo dejaba dormiry mucho menos disfrutar. Tras la insistencia de Horacio, su productororganizó un show en el teatro del pueblo. Todo parecía seruna fiesta, el pueblo esperaba ansiosamente el momento Se organizaríauna recepción, e incluso el alcalde lo declaró día festivo.Las tiendas de ropa, galeras y cotillón estaban atascadas de gentetratando de comprar atuendos para la fiesta. Las calles angostas,por donde no hacía mucho circulaban las carrosas, estaban decoradascon globos de colores y retratos de Horacio, las mujeressolteras y vírgenes, se amontonaban en la peluquería con el objetivode seducir al hombre más deseado, que alguna vez salió delas entrañas del pueblo.El momento se acercaba, increíblemente el pueblo estaba enla puerta del teatro y Horacio peleaba contra la ansiedad y losnervios; por fin el sueño, el motor de su vida estaba por suceder.Soñó durante años su entrada al escenario: las luces apagadas,el fondo decorado con un gran telón rojo que llevaría bordadosu nombre en oro, un imponente piano blanco en tono con suelegante traje. Salió ante la ovación del público. Sus dedos estuvieroncomo nunca, precisos, rápidos, llenos de talento y de unadulzura hermosísima. El público fue deleitado con la mejor músicay todo lo recaudado en la noche fue destinado a construir laprimera escuela de música del pueblo, que llevaría el nombre desu abuela y en la cual Horacio, en persona, iba a ensañar cuandollegue la hora de retirarse.Ésta vez, no solo estaban presentes los diarios y las radios localessino a nivel nacional y continental. Todos, sin excepción,hicieron alusión al talento heredado. Al hacerse conocida la músicade Horacio, se hizo conocida su historia, y el nombre de supredecesora se hizo tan conocido como el suyo. Estaba opacadopor el talento muerto de su abuela y esto a Horacio lo llenó deenvidia. El amor que sentía por la mujer que, sin saberlo, lo introdujoen la música, se transformó en un rencor y un resentimientosin precedentes en el alma del joven. No pudo escapar y comenzóa enloquecer, nunca más se fue del pueblo. No quiso seguir adelante,su sueño estaba cumplido y no encontraba motivación paracontinuar. Poco tiempo después del gran concierto en el teatro, lamadre de Horacio entró sin avisar en la habitación de su hijo y laimagen la llenó de dolor, hasta el punto de no poder soportarlo.Horacio yacía boca abajo en el suelo, sin vida. Al acercarse y darlovuelta, encontró una nota en su pecho que decía: “Ahora ya novan a decir que mis manos son las de la abuela. Horacio tienetalento propio”. Los llantos desconsolados de la madre alertaronal padre que acudió rápidamente, descubriendo el escalofriantedetalle. Horacio se había cortado los dedos, uno por uno, comotratando de sacarse el exorcismo que llevaba dentro.“El mejor talento que conoció el pueblo se quitó la vida. Granpérdida”, tituló el diario local al conocer la noticia.
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