LA MUJER SOBRE LA LUNA
Publicado en Mar 23, 2013
EXTRACTO DE NOVELA:
Cuando llegó la hora del baile y ya no había más globos me entró un aburrimiento. Ya nadie me miraba. Mi madre hechizada bailaba con mi padre, otras parejas, a lo mismo y mi abuela sentada, al lado de un barbudo, le leía entusiasmada uno de esos libros rojos. Tenía la impresión de constituir un estorbo en medio de aquél conjunto de cuerpos meneándose que eran conducidos por un estimulante ritmo de salsa. Pasé por la cocina, sin entrar. Los ruidos de platos anunciaban que pronto comenzaba la comilona. Fastidioso me fui al patio para casar lagartijas y tirarlas a la fuente de los deseos, como le decía a la pila del patio cordobés. Reconozco mi habilidad infantil en casar lagartijas. Las buscaba por las macetas, les cogía de la cola y las mataba dando un golpe seco en la pared. Atrapé tres, me acerqué a la fuente y me dispuse a pedir mis deseos Pido que pronto me visiten mis hermanos del Callao. –y una lagartija dentro al pozo-. Pido que siempre le vaya bien a mi padre en la mar – y la segunda cayó-. Demoraba en pedir el tercer deseo porque estaba entre una bicicleta o la serie completa de “Marco”, el niño que tenía que viajar hasta Argentina para ver a su mamá. Tanto retrasaba que el agua del pozo volviose nuevamente en calma pudiendo ver la inmensa luna de Paita en su fondo. Hechizado en la luna y sujetando aún la tercera lagartija algo modificó su figura. Como si una silueta se hubiese posado sobre la luna. Levanto la mirada y era una mujer, con una túnica blanca parada sobre ella. Abrí los ojos como dos platos. Sería la primera vez que me volví sordomudo y boquiabierto. Inerte, como las estatuas humanas que a veces se instalaban en la Plaza de Armas. Sólo sentía mover la dirección de mi mirada porque la luna y la mujer encima bajaron hasta posarse sobre la azotea de la casa. Su vestidura se movía finamente al compás de la brisa marina. Una aureola de luz envolvía su silueta. Su cara aterciopelada. Parecía una Ada de los cuentos. Había cierta docilidad en su gesto que sólo proporciona la sabiduría, por lo que al principio estaba hechizadamente pasmado. Por un momento dude internamente entre llorar de espanto o esperar alguna súbita explicación de lo que estaba viendo. ¡Pero qué explicación!, si era un niño. La mujer levitó y se posó hasta en mi mismo patio, al lado mismo de mi fuente, frente a mí, me estaba mirando. Noté que respiraba ¡sí, claro! Todos lo hacemos, pero lo que quise decir es que vi su respiración, como si la hubieran tintado para distinguirla de la brisa salina. Inhalaba por la nariz y exhalaba por su boca, una, dos, tres veces y a la cuarta lo echó sobre mí. Una fascinante sensación, inexplicable, sentí de súbito con ese aliento dentro de mí y un miedo que ya empezaba a dar bostezos. Cuando estiró sus brazos como queriéndome abrazar volví en sí y solté un chillido aterrador. No recuerdo más sólo hasta cuando mi padre me avivó con una bofetada. Pero yo seguía con uno de esos llantos que te suspendían la respiración, sin aún poder articular palabra, y señalando a ninguna parte en el patio, donde estaba la mujer, que ya no estaba y a la luna, que ya estaba en su lugar de siempre. diálogos...........
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MILDRED CABRAL
Sandro Misael Montes Huapaya
Sandro Montes
Muchas gracias.
http://www.megustaescribir.com/obra/64381/la-probabilidad-el-albedrio-o-las-barajas
El manuscrito está publicado con el nombre de: La probabilidad, el albedrío o las barajas.
Edith Zepeda Hermenegildo
Me gusto, me recordó de alguna forma un libro que leí hace algunos meses, "El Baúl Mágico" esa mezcla de realidad y fantasía, me fascina, encierra tanta simbología. Quedo a la espera de más.
Sandro Misael Montes Huapaya
Edith Zepeda Hermenegildo
Te mando un abrazo fraternal
Sandro Montes
Muchas gracias.
http://www.megustaescribir.com/obra/64381/la-probabilidad-el-albedrio-o-las-barajas
El manuscrito está publicado con el nombre de: La probabilidad, el albedrío o las barajas.
Stella Maris Sanhueza
Sandro Misael Montes Huapaya