NAVIDAD
Publicado en Mar 24, 2013
Sentía el viento en la cara, tanto, que casi ni podía respirar. El sol ya fuerte esos días de diciembre entibiaba mi corazón. Llegamos a la casita de la playa. El tío con sus manos grandes me depositó en el suelo, mis pies se hundieron en la arena tibia que rodeaba la casa. Corrí libre y feliz por la arena, hasta donde el vaivén de las olas borraba todas las huellas, empapándome de aquel olor a sal. Mamá con su pelo negro, largo, ondulado, que arremolinaba el viento, con sus ojos dulces miraba vigilante. Sus manos sostenían su cadera cansada en los últimos días de embarazo. Siempre estábamos solas, mi padre era una espaciada visita con regalos, con los que yo presumía ante mis amigas, cada vez con menos frecuencia. La noche iluminada de estrellas, el murmullo del mar, nos encontró a las dos, era Navidad. Aún veo sus lágrimas de soledad brotar silenciosas por sus mejillas. Al amanecer desperté y no estaba. La vecina tomó mi mano y dijo: “tenés un hermanito”.
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