Amazing
Publicado en Mar 24, 2013
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Soy un chico tímido. Me llamo Ricardo, tengo veintisiete años, y como dije antes, soy tímido y eso hace que me cueste relacionarme con los demás, lo único que me permite sociabilizar de una manera más fluida, es el alcohol, debe ser algo psicológico pero bueno, así funciono.
Mi historia comienza en una fiesta, el cumpleaños de una amiga, vaya, no debí haber bebido tanto, pero es que mi afán por sociabilizar necesitaba ser complementado con alcohol, pero me sobrepase. Llegue a la fiesta, todo tímido, Sandra me dio la bienvenida y luego me fui a sentar a un sillón, todos bailaban y conversaban, yo simplemente observaba el ambiente, hasta que me aburrí y fui por un trago de vodka. Y así empezó, luego por uno de ron, luego por dos cervezas y termine acostándome con dos chicas. Pero seguía ebrio, y tuve la “gran” idea de conducir hasta mi casa. Al principio iba bien, pero todo empeoro cuando estaba a dos cuadras de mi casa, termine chocando contra un poste.
Pues bueno, termine en la corte y mi sentencia fue hacer trabajo comunitario durante dos meses plantando árboles y pintando jardines infantiles de bajos recursos. Hubiera preferido estar en prisión, esas cosas de trabajos comunitarios son una pérdida de tiempo, y al menos en la cárcel no haría nada.
Salí del trabajo y me dirigí al lugar donde nos juntaríamos los “voluntarios”, aunque al parecer yo era el único que iba obligado, no quería ni imaginar qué tipo de gente habría en ese lugar. Nadie en mi oficina sabe lo de mi accidente ni menos sobre lo que debo hacer todas las tardes cuando salga del trabajo, ya que no hablo con nadie. El primer día, si, fue un día lunes de mayo, hacia frio, eran las seis y media de la tarde y lo único que quería ese día era llegar a casa para descansar, pero no podía. Maldito alcohol. Maldita irresponsabilidad mía.
Llegue al lugar del encuentro, nos dieron unas indicaciones de mierda las cuales no entendí muy bien, pero mi timidez era demasiada y no pude preguntar a que se referían con lo de plantar árboles en las zonas rojas. Nos fuimos todos en grupo. Todos cantaban, yo estaba asquerosamente aburrido, además, nadie se veía interesante.
Empecé a plantar un árbol, pero no tenía ni la menor idea de dónde hacerlo, así que deje que mi instinto me guiara, fue ahí cuando vi que una chica llegaba atrasada y le pedía disculpas al que organizaba todo esto. Seguí plantando mi arbolito, feliz de la vida, en paz si se puede decir así, hasta que note una sombra al lado mío, gire mi cabeza y vi que la misma chica que había llegado atrasada me observaba, con una sonrisa de oreja a oreja. Me asuste.
-Veo que eres nuevo aquí, no te asustes- Dijo ella, aun sonriéndome.
No le dije nada, no podía, mi timidez no me lo permitía. Ella miro que estaba plantando el árbol y me dijo que ahí no podía plantarlo y que lo hiciera un metro más adelante, pero ella seguía sonriendo, irradiaba energía. Tenía el cabello todo despeinado, lo tenía liso pero como con volumen, algo extraño, pero pegaba bien con su personalidad, sus ojos eran verdes, su cabello era castaño obscuro y no muy largo ni muy cortó. Me explico que ella era voluntaria ya que adoraba la naturaleza y sobretodo sentir que colaboraba con la sociedad, pero bueno, yo aún seguía sin decir nada. Era una chica muy alegre.
-Me llamo Francisca-Dijo, sonriendo- y tengo veintiséis años, aunque a veces pareciera que tengo siete por las imbecilidades que digo, y si alguna vez llego a decir algo demasiado tonto, solo dímelo, es que no lo controlo.
Solo la mire, ella dijo que parecía que yo era tímido, yo lance una sonrisa escondida. Ella tomo mi mano, sonrió y luego la soltó. Era muy rara.
La verdad, seré sincero, su personalidad me agradaba, tanta energía en una sola persona, tanta felicidad, me hacía sentir bien, tal vez porque yo soy todo lo contrario, soy un amargado de mierda que solo logra decir algo cuando tiene un poco de alcohol en la sangre, en cambio ella no, era tan genial. Bueno, pensé que solo era así porque yo era nuevo, pero luego se fue de mi lado y fue a molestar a una chica que estaba cortando el pasto de una plaza. Empezó a plantar arboles y cuando termino la jornada, se puso a saltar y fue hacia mi lado y me dijo que le encantaban las luces de Santiago, hacía que Santiago se luciera mucho más.
Después que termino la jornada, yo me fui a casa, estaba agotado y lo único que hice fue darme una ducha e irme a la cama. Al otro día fue igual que los demás, a excepción de la junta de voluntarios. Ósea, hice lo que siempre hago en la oficina, pero cuando fui a la junta, nada fue rutinario, o tal vez yo sentía eso por la presencia de Francisca.
Paso un mes de condena en esa junta de voluntarios, pero yo sentí que solo había pasado una semana, lo que me hacía sentir eso era algo que me superaba, y creo que era Francisca. Con ella yo perdía la noción del tiempo, aunque es gracioso que en este mes yo jamás le haya dicho alguna palabra, ella no sabe ni como me llamo. Mi timidez me tiene aburrido, y sé que bebiendo alcohol soy alguien más interesante, pero necesito aprender a sociabilizar estando sobrio, sin ninguna gota de alcohol en mi sangre, pero como. Pintamos varias paredes de jardines infantiles, ella siempre me sonreía, una vez me pinto la nariz azul. Después fuimos a podar el parque forestal, a ella le gustaba Mystery Skulls y siempre iba escuchando música. Creo que eso era lo que la hacía siempre estar feliz, la música a uno lo anima.
Ese mes fue asombroso, pero lo que hacía todo perfecto era ella. El tiempo pasaba y a mí solo me quedaba una semana en el grupo de voluntarios, Francisca me dijo que me extrañaría.
-Te extrañare, aunque nunca me has dicho nada, ni siquiera se tu nombre.
Solo la mire a los ojos. Creo que pensaba que yo la intentaba ignorar, que ella me aburría, pero todo lo contrario, seria genial tener a una chica tan extrovertida contándome sus aventuras en invierno, abrazados y tapados con una manta mientras llueve. Pero mi timidez no me permitía decirle nada.
Ese penúltimo día me fui a casa totalmente enfurecido, jamás pude decirle lo hermosa que se veía o que me encantaba oír sus locas historias, no pude decirle lo mucho que me gustaba su sonrisa y lo mucho que me gustaban sus canciones para matar el tiempo. Pero luego recordé que aún me quedaba un día, y estaba decidido a decirle aunque sea mi nombre, y si podía claro, decirle que ella me gustaba. Tengo veintisiete años y soy tímido, no entiendo que voy hacer con ese problema.
Después que salí de la oficina, fui directo a la junta de voluntarios, pero Francisca no llego. Pensé que llegaría más tarde, pero no, no lo hizo, y yo quede con un montón de palabras en la boca. Me fui, pero la tristeza me invadía demasiado. Me fui caminando, ese día llovía y hacia frio, y fue justo en eso cuando en la noche vi una silueta de alguien sentado en una banca, estaba cabizbaja y parece que lloraba. Me acerque, y era Francisca. Era extraño verla triste, ella era la chica de la felicidad, el sol, el chocolate, todas esas cosas que me ponen feliz, pero verla triste me afectaba. Me senté al lado de ella al lado derecho, la abrace con ese mismo brazo y ella me miro.
-Me canse, chico de la junta, de que algunas personas te traten tan mal-Dijo ella, llorando, aun cabizbaja.
No pude responderle nada.
-¿Vez?, tu tampoco me dices nada, soy una molestia para todos, ya me lo dijo mi padre, debo tener algo malo, eso debe ser, yo tengo algo que a los demás no les gusta.
Malditos padres, siempre quieren que seamos como ellos dicen que así debemos ser, y creo que ese era el problema con Francisca. Ella era alguien demasiado feliz, y uno siempre ve a los adultos como personas amargadas.
Pasaron treinta minutos, yo la seguía abrazando, hasta que ella dijo que tenia que se iba, y se intentó parar, pero algo dentro de mi actuó, yo mismo me sorprendí, no la solté, ella me dijo que la soltara, que hacia frio y si se quedaba ahí con la lluvia se iba a enfermar, pero yo no podía soltarla y bueno…tampoco quería hacerlo. Fue ahí, cuando las palabras salieron de mi mente e inundaron mi boca.
-Lo que tú tienes, chica, es algo realmente asombroso.
Francisca me miro, yo la seguía mirando, y dije medio tartamudeando:
Solo tu sonrisa…solo tu sonrisa…es algo que me cambia, de ser un amargado, a sentirme bien.
Francisca sonrió, soltó una lágrima y me abrazo y me beso en la mejilla, yo jamás me había sentido tan bien en la vida, mande la timidez a la mierda y fui capaz de hablarle.
-Nadie me había dicho jamás algo como eso.
-A veces las palabras sobran, y yo quería usar esas palabras solo contigo, y me llamo Ricardo.
Me sonrió, yo simplemente me volví a enamorar de su sonrisa, verla sonreír era un regalo. Y pensar que el alcohol provoco todo esto, no me refiero a que haya tenido que beber para poder decirle eso, no, me refiero a que si yo no me hubiera emborrachado no hubiera tenido el accidente, y si no hubiera tenido el accidente no hubiera tenido que pagar condena en esa comunidad de voluntarios, y si no hubiera estado ahí…no hubiera conocido a Francisca.
Me quede mirando su sonrisa, ella pregunto qué era lo que veía tanto, pero seguía sonriendo, fue ahí cuando la bese. Yo me sentía mucho más genial. Me sentí tan asombroso, no por estar haciendo eso, si no por estar besando a la chica más asombrosa de este mundo.
La amaba y aún estoy enamorado de ella, es mi esposa. Con ella yo volví a nacer, me enseño como sociabilizar más con la gente. Me encanta, siempre cuando la veo, aunque hagan veinte grados bajo cero, siempre esta cálido, ella mantiene su sonrisa, y me hace sentir bien, es como estar en el paraíso, y si el paraíso realmente existe, entonces debe ser un lugar plasmado de la sonrisa de Francisca. Ella, es asombrosa.
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Foto del autor Francis Pie
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Descripción

Palabras Clave: Amazing; Felicidad; amor; timidez

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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