la oportunidad definitiva
Publicado en Mar 26, 2013
En una de esas noches gélidas de diciembre. Los nervios a flor de piel, la cacería inminente, el uniforme reglamentario de caza parece ajustarse perfectamente a la situación. Todas las presas cercanas se acercan primero con curiosidad, luego con astucia escapan despavoridas.
En una tórrida sala de música agitada y aires senegaleses, estudiando a cada mirada y su perímetro vital y adyacente. A cuatro pasos de su presencia, a cinco metros de mi pasado, a dos suspiros de contrabando de la puerta de escapada segura... Y entonces en todo aquel ambiente de risas y cervezas, de anillos y rumberas, de calentones y reyertas; entonces aparece como por arte de magia la oportunidad definitiva para atar a esta fiera salvaje que cabalga en cautividad por miedo a las dehesas con senderos abruptos indomesticables. Y su presencia cercana detuvo el tiempo por un momento para luego lanzarlo a correr más rápido que la luz y que cualquier rayo y que la lluvia al caer y que los sedimentos de las dunas por ellas resbalando. Se me clavó dentro, muy fuerte y muy dentro primero su mirada y el vino de sus labios después, su sabor astringente y sus taninos morados. Si la vida hubiera terminado con el primer sorbo de su saliva ni me habría importado. Y todo sucedió tan rápido, que fue visto y no visto. Y ya casi nos alejábamos de aquel antro medio agitado dejando atras un halo de esos blancos que salen cuando el corazón se ha evaporado. Y hablábamos de lo blanco de lo negro y de toda la gama de grises sin tapujos, con cifras falsas e identidades inventadas. Fue mi escepticismo hacia todo aquel que se acerca preguntando el por qué de "eso" que ocurre en mi perímetro lo que me turbó; casi me hizo ocultar mi cara, mi nombre y mis llagas. Y fui un ser blanco por momentos, por horas quizás. Resguardándome de todo peligro externo en una coraza de algodón falso con pseudobrazos de esparto y remoras de autosuficiencia indefinidas. Tras la lucha entre el algodón y la carne a la mañana siguiente ya solo quedaban verdades por decir después de una noche de mentiras y fraude en escalera, de pasión y cariño sin fundamentos. La calle deshizo nuestros pasos de la noche anterior, nos llevó casi por inercia a aquel puente donde nos refugiamos y aseguramos que el recuerdo de aquello iba a ser lo más fuerte, lo más nutritivo para la conciencia en momentos de ayuno, lo más energético en pleno vahído, lo más memorable en años luz, con la certeza de que su partida nos separaría para siempre. Y yo pensando que eran cuervos y resultaron ser golondrinas...
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