Y ahora que hemos probado una gran dosis de estupidez, permítanme bajar el telón y ser el ultimo en salir; hay cierto placer oculto en apagar la luz del teatro vacío. ¿Les he hablado de una extraña afición que me ha acompañado desde hace ya un par de años?  Todos los jueves camino por la avenida Wright, cerca de las diez; un poco mas tarde tal vez, pues a esa hora regreso habitualmente de haber bebido unas copas en el bar de pete;  fuera de un café hay un viejo desaseado que toca el saxo, me paro a cierta distancia junto al reloj y los cerezos mientras prendo un cigarrillo, él no me mira, parece totalmente ciego, mi cuerpo tullido intenta camuflarse para no ser visto,  después de escuchar varias piezas le escucho musitar en contra de la gente y la música, tal vez odie el sonido, o quizás el que las personas no le escuchen,  puede que odie a las personas, tal vez, si eso debe ser, pero basta de platicas vanas, si de todos modos haremos lo contrario a todo lo que digamos, vayamos a algún bar cercano lleno de hombrecillos obesos y chicas fáciles a brindar por la cordura, que en eso se nos va la vida y la razón.        Oh claro que no, no soy un hipocrita, solo soy quien usted quiere que yo sea, eso es empatia, las encuestas nos señalan que la empresa a subido en popularidad alrededor de 32,3 puntos porcentuales, si usted lo compara con la competencia es una abrumadora ventaja, algun dia entenderá que esto es aplicable a la vida humana, el saxo, el hombre, la vida, cuanto mas da, oh por cierto lleve esta caja de pinturas, puede que a su hijo le gusten.