Amnesia.
Publicado en Mar 30, 2013
"Pensando y reflexionando, Juanito se durmió intranquilo aquella noche de luna llena. No sabía a ciencia cierta si podría levantar su pequeño y pesado cuerpo de la cama a la siguiente mañana. Hacía varios meses que notaba sus diminutos pies un tanto entumecidos bajo las suaves ropas de su camita pequeña y húmeda. Vivía en una casita enclavada en lo alto del cerro más agreste que existía en aquel pueblito del norte. El frio nocturno lo mantenía bajo un extraño y sobresaltado letargo, sin embargo, intentaba mantenerse fuera del alcance de la nostalgia del persistente recuerdo de días mejores. Recordaba como su madre lo protegía durante los crudos inviernos de antaño y cada tanto, dejaba escapar contundentes y saladas lágrimas de tristeza de sus cansados ojos. Entonces recapacitaba y volvía a enfrascarse en la soledad de su vida.
Con determinación y una inagotable esperanza deseaba que sus días se hicieran cada vez más cortos para volver a ver a su Amanda querida. Volver a abrazarla sin descanso y rodeándola con sus pequeñas pero cálidas manos, hacerle saber cuánto la amaba, aunque fuera en sueños, aunque fuera a la distancia, pues nunca se atrevió a confidenciarle sus más íntimos deseos de amor sincero. Recordaba el día en que tan fieramente lo había defendido de sus juveniles agresores en el polvoriento patio de la Escuela del pueblo. "Enano deforme, pareces un chiste de la naturaleza" aún retumbaban los gritos de aquellos que lo maltrataban. En esa época dolían más las palabras que los golpes, pensaba y trataba de incorporarse lentamente para que aquellos chicos lo dejaran en paz pero, sin piedad, volvía a sentir los golpes tan profundamente que sus huesos parecían gritar de dolor". Le pareció ver una luz muy clara y luego, una tenue imagen de una menuda niña asomándose por la puerta de su cuarto, ¿Amanda?...balbuceo. Y como una película de ficción, sintió tímidamente que su cuerpo se levantaba de su camita y le seguía enfrentando la oscuridad de la noche... …oscuridad que lo perseguía desde hacía mucho tiempo…Creía estar soñando cuando reaccionó a las frías gotas de lluvia que empapaban su rostro. No reconoció aquel lugar, ni siquiera sabía quién era. Comenzaba a desesperarse pues sentía que su memoria tenía sólo segundo de haber nacido. No recordaba su nombre o de donde venía, buscaba en sus recuerdos algún indicio de su pasado, cuando desde un lado de la calle apareció una chica con un blanco delantal y un paraguas negro y brillante. Casi por instinto caminó hacia ella y tomó la mano que aquella mujer le extendiera con cierta ternura. Cruzando la calle entraron a la gran casa que se erguía a un lado de la vereda. Adentro le recibieron unas personas muy amables quienes se apresuraron a cubrirle con una manta y llevarle a un cuarto austeramente adornado. En aquel cuarto, Amanda le ayudó a despojarse de sus mojadas ropas y secando su pequeño cuerpo, le vistió con un suave pijama afranelado. Se sintió cuidado y protegido. En un segundo se vio arropado y acurrucado en la pequeña cama y sus pies lentamente perdieron ese entumecimiento que lo acompañara hacía ya un tiempo. Recibió un cariñoso beso de buenas noches en su amplia frente y murmurando dulces palabras hacia su protectora, se despidió con una sonrisa. Amanda salió del cuarto y luego de dar un último vistazo a su protegido, enfiló hacia la recepción de la clínica. Allí todos estaban esperándola para el café de la media noche. “Nada se puede hacer más que amarlo” dijo Amanda. Cada noche desde hace dos años, Juanito se despierta y sale en estado sonámbulo hacia la calle y yo tengo que seguirlo hasta que algo lo despierte sin asustarlo. Es cautivante la ternura con la que sus pequeños ojos me observan y responde tan bien a mis palabras que no queda más que amarle. Recuerdo cuando lo encontraron vagando solo y muy lastimado a las afueras del pueblo. Lo ingresaron como NN en este lugar. Lo bauticé como Juanito por mi padre. Nadie sabe de dónde viene ni adónde iba, sólo sabemos su dirección hoy: “Hospital psiquiátrico San Juan”.
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