Jams lo olvidars
Publicado en Mar 31, 2013
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Lo habíamos estado esperando hace tiempo.
Finalmente vernos…Encontrarnos del modo que pretendíamos en aquel entonces. No de modo furtivo ya que no se trataba de un encuentro como amantes, tampoco como novios o pareja estable. Éramos simplemente dos personas con ansias de conocernos… a fondo, de explorarnos sin tabúes. En fin, entregarnos al brillo esperanzador de profundizar en el otro cuando realmente te atrae sobremanera…
Es que ya nos conocíamos previo al acuerdo de vernos como proyecto amoroso. Habíamos charlado tantas veces… nos ayudábamos frente a cualquier inconveniente que tuviera uno u otro, nos aconsejábamos todo el tiempo. Éramos compañeros pero con una valor agregado…el de gustarnos demasiado.
El hecho se remonta varios años atrás y bajo ninguna circunstancia, dado a la mesura de los acontecimientos, será develada la identidad femenina que cobrará relevancia en el relato que sigue. Podría yo agregar que los personajes de la historia fueron tres, pero seres vivos solamente dos. Ella y yo. Lo demás escapó a las limitaciones humanas.
El sitio escogido fue Bernal. Partido de Quilmes. Un lugar intermedio para los dos. Puntualmente la calle Uriburu y Saenz Peña. Un lugar céntrico.  Perfecto. O casi, mejor dicho, ya que el día acordado del ansiado encuentro nos recibía con una copiosa lluvia de primavera. Eso no iba a detenernos. De ninguna manera. Traducíamos un fuego demasiado obstinado aquel día. La lluvia ni siquiera nos parecía una amenaza, pero terminó siéndolo de alguna manera…indirecta claro está.
Recuerdo cada minuto desde que la vi. Moría por ella. La vi aproximarse y sentí mis pulmones con una capacidad inusitada. Respiraba distinto. Previo a saludarnos, recuerdo que sonreímos del paraguas que llevaba cada uno. El mío en particular era ridiculísimo y además estaba roto, pero no importaba nada. Íbamos a amarnos. No lo hubiese llevado si por mi fuese pero había estado varios minutos frente al espejo tratando de hallar el peinado adecuado para aquella ocasión. Porque, además de la lluvia, el viento era severo. De modo que utilizaba mi paraguas como rompe viento, nada podía fallar. Cuidé cada detalle como verán. Elegí mi mejor perfume, la camisa más nueva y el jean que menos me apretaba. Pero repito, la presión que sentíamos era en el pecho.  Génesis misma del amor.
Casi de manera instantánea, ya luego de saludarnos y cruzar apenas algunas palabras, redobló su apuesta el clima de manera violenta. Las pocas gotas que mi atolondrado paraguas no amortiguaba me hablaban de un temporal sin precedentes. Era evidente que en pocos minutos, el granizo se haría presente. Pero yo sentía ganas de abrazarla. Pese a todo. Improvisé una charla pero fue en vano. Debíamos cubrirnos. Porque además, el viento comenzó a zigzaguear en varias direcciones y terminó de estropear mi inútil paraguas y peinado. Sin embargo, que romántico! Verdad?
Ella, que parecía entenderlo todo, me cubrió sin miramientos. Pero algo pasaba. Percibía en el ambiente cierto halo de intranquilidad en su mirada. En especial cuando me aproxime a ella para cubrirnos de las malditas gotas. Se mostraba ansiosa pero de un modo preocupante. Algo la alarmaba, entonces, comencé a dudar de todo. Por supuesto que la interrogue amablemente acerca de mi sospecha en cuanto a su actitud. Pero nada. Por breves segundos veía nuevamente esa cara aniñada, abstraída en mi, sin embargo, la rigidez volvía y cerraba sus ojos como pensando seriamente en decirme algo… o confesarme alguna cosa.
El temporal nos acorraló. Llevaba conmigo suficiente dinero como para entrar a un Pub y resguardarnos allí. Ése sería el lugar donde obtendría la verdad, pensaba ya sin cesar. Pero debíamos llegar. Por ese motivo, decidí quedar a la intemperie, tomarla de la mano y guiarla por el camino más adecuado. Todo un caballero. La lluvia casi no permitía ver nada unos cuantos pasos delante nuestro. Mi espíritu combativo y positivo al mismo tiempo, me decía que íbamos a recordar todo aquello entre risas tiempo después. Solo debía hacer bien las cosas. Y lo que debía hacer era muy simple.
Se sumó un nuevo obstáculo en nuestro ya casi desesperado andar para llegar a refugiarnos. La vereda estaba destrozada. Terrible pozo frente a los dos tortolitos. Pero yo estaba muy atento. No iba a resbalar y tampoco dejaría que le ocurra a ella algo similar. Me adelanté, le dije que aguarde, di el salto preciso para esquivar el pozo de la acera, calculé milimétricamente el salto que debía dar ella para llegar hasta mí y la animé a que lo haga. Pero ella me miró. No quería hacerlo. Me rogaba con la mirada tomar otro camino. Miraba a los costados como esperando un milagro. Yo estaba esperándola. Con brazos abiertos de par en par. A pesar de estar ya pasado por agua sin lugar a dudas transmitía seguridad. Si cruzaba ese pozo iríamos directo al altar. Yo iba a abrazarla y besarla al tenerla nuevamente a mi lado. Mis ojos se llenaron de esperanza nuevamente. Pero mandinga metió la cola. Se pudrió el guiso…
No damas y caballeros, ella no resbaló.
Me miró fijamente una vez más antes de saltar y de prepo, pegó el salto. Desmedido, demasiado largo, se esforzó por llegar a mi lado sin medir consecuencias. Y allí ocurrió lo inesperado: una rotunda ventosidad escapó ruidosamente de su recto. Recuerden que la lluvia y el granizo al golpear la calle de por si genera cierto ruido blanco. Pero aquí el estruendo lo superó todo. Para colmo de males fue prolongado. Claro, segundos como esos son una eternidad. Ya cerca de mí no pudo detener la marcha de la ventosidad.  Continuó. PRRRRRRRRRIIIII…. Se fue tornando más agudo hacia el final, con una cadencia perfecta e imposible de frenar. Dio dos pasos/brincos luego del salto y todavía el extraño sonido continuaba debajo de sus caderas. Yo, boquiabierto comprendí entonces, su aflicción previa. Pero ya era tarde.
Su mirada se perdió en la nada pero tuvo que mirarme pocos instantes después, no tenía opción. Al hacerlo, quizás por acto reflejo, hinqué mis fosas nasales en una mueca, como buscando el aroma de una comida que percibimos en un día cualquiera por la calle cuando tenemos hambre. Esto pareció destrozarla. Pero lo hice sin ninguna intención. De veras.
Su tez blanca como la leche se torno rojo sangre furioso. Yo sonreí. Que podía hacer? Mi risa fue inaudible, no piensen que reí a carcajadas, fue cómplice digamos. El gesto de su cara mostraba desolación y ganas de llorar. Para esta altura de lo acontecido comenzó la segunda fase del inesperado pedo: El olor. Nauseabundo por cierto. Apestaba. Yo pensaba que tendría ganas de esconderse bajo las rotas baldosas que lo habían causado todo,  supuse que todo seguiría su curso. No fue así. Ella tomó su panza en un gesto decisivo y entregado, fijó su mirada en mi boca todavía abierta por el asombro y encaminó sus pasos en dirección opuesta a donde yo la aguardaba. Traté de frenarla instantáneamente, pero quitó mi dulce mano que estaba dispuesta a comprender el asunto de un modo tan agresivo que no reincidí. Su cabeza negaba sin parar y no emitió ni una palabra. No dijo nada más. Say No More. No digas nada, y no dije nada. Es un detalle menor pero el característico olor había quedado como aprisionado donde yo permanecía inmóvil  viéndola escapar. Lo hacía dando largas zancadas, alternándolas con un trote feroz. Pensé en gritarle, consolarla. Explicarle que con el tiempo estos escapes de gas hasta en la pareja establecida suelen ser festejados, pero aquí, había ocurrido todo demasiado rápido. El tiempo nos jugó una mala pasada.
La lluvia me lastimaba el cráneo y ya casi no podía verla. No detuvo su marcha jamás. No giró para mirarme una última vez siquiera.  Por suerte la “baranda” era ya casi un vaho. Fue el único alivio de aquella trágica tarde…
Por eso, si alguna vez llegas a leer estas líneas te lo digo desde lo más profundo de mi corazón: Quedate tranquila. Son cosas que pasan. No fue una tragedia. Entiendo que te hayas sentido terriblemente avergonzada. Pero está todo bien. Podemos volver a vernos, reírnos de lo que pasó. Venite un día a casa a cenar y eliminá ese fantasma que quizás te persigue en vano.
Eso sí, el menú no incluiría porotos ni lentejas.
Por si las moscas…
Leandro gatti
 
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Foto del autor Leandro Daniel Gatti
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Descripción

Una historia real que raya el ridculo y lo bizarro.

Palabras Clave: olvidar amor vernos ver lluvia espera amar tab aos acontecimientos gustar ella Bernal Quilmes estacin fuego resbalar

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Humor



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