Con las manos vacías he llegado al atardecer de mi vida, ante mis ojos, se vislumbra ya.
Paisaje soberbio, con un sol radiante, en matices rojos, embelleciendo las nubes negras que se reflejan en ese mar azul, y yo, miserable mortal, como ayer, como hoy y desde siempre, solo me limito a ver, solo soy ese espectador dormido, en su silencio callado, de aquellas aguas tenues
Aguas que alguna vez fueron revoltosas, mareas bravas, sin calma alguna, queriendo desembocar de ese mar que las aprisionaba, mas no se liberaron porque sentían que arena y agua eran uno mismo.
¿Y que sería un mar sin agua?
Solo rocas desoladas, arena muerta, especies extintas, el mar sin agua no sería nada, mas el agua sin el mar lo es todo.
Que equivocada estuve en las frescas horas del alba, al sentirme arena, sin necesidad de agua.
Estoy muriendo, la sed me mata, más cobarde, no busque la salvación que necesitaba.
Caminare bajo este cielo, donde ya se ha ido la tarde, solo me acompañara este cielo negro, sin estrellas, ciega ante el mundo, con mi alma agonizante…