Antonia, una chica adolescente.
Publicado en Apr 02, 2013
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                                        La llegada.
 
       Desde que llegó a la ciudad, Antonia se sentía  una extraña.   Como “pollito en corral ajeno” decía su abuela. Trataba cada día de pertenecer al entorno, de adecuarse a los ritmos de la escuela, a los tiempos de tristeza, alegría y ansiedad que le provocaban la revolución de sus hormonas  pero, con 14 años,  era difícil  para ella  enfrentar este nuevo desafío: nueva casa, nueva escuela  y además hacer nuevos amigos.  ¡Ya era complicado entrar  a clases  iniciado el año escolar!
 Su padre decidió regresar a su ciudad natal después de 12 años de vivir  en el sur. Allá la vida era linda, húmeda, verde, lluviosa. Y a pesar del frío y lo opaco de los días nublados, le gustaba sentirse acogida y cálidamente aferrada a sus amigos y  en especial a Panchita, su abuela  amada. Cada vez que pensaba en ella, sus ojos se inundaban de lágrimas y su corazón de una interminable angustia porque,  sin mayor aviso, la añosa amiga y compañera de su infancia había partido en silencio en una mañana de otoño.        
Antonia imaginaba que su padre ya no quería estar en la antigua casona frente al río donde creciera porque  su madre había muerto. Trataba  de aceptarlo  pero su corta edad no le permitía entender los misterios de la vida menos aún los de la muerte. Por eso cuando Don Antonio la llamó al despacho  para comunicarle su decisión de partir, no dijo nada.   Sólo lloró en silencio durante varias noches y más aún cuando armaba su maleta.
Cada vez que abría ese  inmenso y antiguo armario de madera  para sacar sus ropas recordaba las mañanas en que  Panchita le preparaba el uniforme del colegio y la despertaba con un dulce beso envuelta en ese suave aroma a canela que la cubría  después de iniciar la mañana en la cocina preparando dulces y apetitosos embelecos  para la hora del desayuno.
La niña era mimada constantemente y recibía de Panchita todo el amor que no tenía de la madre quien a corta edad la había dejado. Hubiera sido más fácil si tuviera hermanos con quienes conversar y compartir sus alegrías y tristezas pero el destino no le había permitido esa dicha. Sentía que debía ser fuerte para acompañar al  padre en su soledad. Así fue cargando una mochila de pesares y anhelos, soñando en que todo sería mas llevadero en la nueva vida que comenzaba. 

                         Nueva  ciudad, nueva casa.
  Don Antonio nació y se crió en Quillota  por eso  tenía muchos conocidos y amigos de infancia. No le fue difícil encontrar escuela para Antonia.
Lo de la casa fue un poco más  complicado. Al ser sólo los dos, él pensó que una casa como la de su madre en el sur sería una exageración  así se avocó a buscar  algo más pequeño pero  igualmente cómodo. Estuvieron el  primer mes en casa de la tía Margarita, hermana de su padre que vivía en el campo a las afueras de la ciudad, en un lugar con un nombre muy extraño y algo ridículo pensaba ella: Boco.
 Antonia se sentía bien con sus primos, Pedro y Anita, más aún en la casa de campo que tenía una piscina y un gran patio donde pasaban largas horas jugando y charlando de muchas cosas, cosas importantes para  niños como eran ellos. Por eso cuando Don Antonio llegó con la novedad de que ya había encontrado casa en la ciudad, Antonia se sintió  triste pero prefirió no decir nada para no preocupar a su padre.
 Aprovechando la tarde de sábado visitaron la nueva casa. “Mira Antonia, tu cuarto es  grande y tiene una linda terraza. Pondremos el  escritorio y tus juegos  en el cuarto de al lado para que yo pueda trabajar en casa y pasar tiempo juntos. ¿Te gusta cariño?” dijo esperando una respuesta animada de su hija. En vez de eso  escuchó un tibio “si, papi”.  “¿Qué te pasa hija? Preguntó con voz baja.    “Papi, voy a extrañar el espacio que había en casa de la tía Margarita. La piscina es muy linda y me gustaría  mucho disfrutarla con mis primos en verano.” En  ese momento  don Antonio recordó que la piscina municipal estaba  cerca  de  casa. “Hija, ¿a que no sabes que tienes piscina también? …Antonia lo miro asombrada y tomando  la mano  que su padre le extendía, lo acompañó a caminar  dos cuadras  llegando a un portón pintado de verde – su color favorito – detrás del cual pudieron ver un extenso prado. En el portón se veía un colorido letrero que decía “Piscina Municipal de Quillota”     Aunque era linda y grande, no le gustó mucho. Sólo  al ver la cara de  don Antonio que la miraba con expectación,  aceptó “el regalo” de su padre.
 Sin embargo Antonia  no imaginaba las sorpresas que tendría en el futuro en aquella piscina.
 

 

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Foto del autor Marcela Isabel Montes Silva
Textos Publicados: 11
Miembro desde: Mar 30, 2013
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Descripción

Antonia, una adolescente normal y amorosa viaja desde el sur de Chile a la ciudad natal de su padre. Comienzan allí innumerables historias que le ayudarán a saber lo difícil que es comenzar a vivir.

Palabras Clave: Antonia adolescencia piscina campo.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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