A mi primera patria
Publicado en Aug 23, 2009
Volver a mi primera patria.
Entonar su canción clandestina y alegre. Llegar al cláustro donde me castigaron con creces por robar una o dos golosinas. Devolverme sobre mis huellas a mi cauce. Llegar al pueblecito de mis primeras penas. Oler el incienso inmaculado de sus albores... Hace mucho sueño con sus rotondas y parques. Ver sus pájaros vítreos y a los codiciosos terratenientes. Viví en un país nevado y de bemoles donde todo era gentileza y saludos. Pero sentí nostalgia de mi patria chica. Mis venas vivieron en ciudades trepidantes. Me alié con las mujeres para crear vidas. Encarnado en mi traje de pintor-notario enmascaré mis ojos pueblerinos. Pero recordé los tréboles que pisaba descalzo. Y el calor subyacente de mi primer frazada. Traté de mimetizarme en otros cobijos. Huir como los jinetes alisados al viento. Pero recordé las grímpolas de mi abuelo. Su casa de mecenas donde jugué a mi antojo. Las espinas en languidecencia que me herían. Los cadillos a cientos adheridos a mis calcetines. Los torreónes de bocadillos de apio con canela. La rusticidad poblana, sus rostros de talladura. Volví a pensar en las yerbas viscosas y el lago amistoso en que aprendí a nadar. Pensé en el azote bimensual de los lobeznos, el jubileo contínuo de las parras errantes y el barro frívolo en que metía mis manos. Los cielos plagados de nubes vigorosas. La excitación visible de los crápulas. El viejo bisiesto sentado en una égloga. El númen broncíneo que allí me atacó. Recordé los trinos puros y el paraje inédito. Sentí entonces las garras de mi estirpe. Dejé mis veleros en aguas submarinas. Y voy, entre nidales y entre segadores, a erguirme de nuevo en esa tierra bendita.
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