Rencorosa: Deja ya tu odio de cien años.
No puedes exigirle a nadie que te ame.
No puede tu trementina bañar cada frente
ni tus zarpas crear todo traspié.
El se fué con sus hordas tras tu arenga.
No aguantó el mal humor en que te mueves
ni tu lengua, mitad maldad, mitad levadura.
Sé franca contigo como él lo fué al írse.
Ya no le envíes más cartas lacradas.
El conoce tu sello y no las abre.
No puedes rescatar lo que nunca fue tuyo.
No le importan tus secretos y vanas alegrías:
Vive en otras faldas y sigue otros ritos:
Ni siquiera te dijo una vez que eres bella.
Se fue en el último funicular de la tarde.
Su pecado fue no habérsete sometido:
Por eso piensas en él en cada pestañeo.
Deja ya de recordar los tatuajes de su espalda.
Deja de pensar que pueda arrepentirse y volver.
Quizá esté inmensamente envejecido o joven.
La verdad es que fue su luz la que te cegó
y sus palabras amables las que te enloquecieron.
Deja ya de acariciar su cara etérea:
No volverá a pesar de tus encantos.