Vivir otra mentira
Publicado en Apr 06, 2013
Me despegué de su desnudez tibia y pegajosa y contemplé su rostro surcado de lágrimas. Es tan bella que mi cuerpo involuntariamente responde con sólo verla, olerla… Duele desearla tanto… Enmarqué con mis manos su rostro y asentí aprobando también con mis ojos.
- Ya no más – le prometí – hoy se termina todo. Aparté un mechón de su cabello de las comisuras brotadas por mis besos y sequé las últimas lágrimas que enrojecían su piel. Sus ojos empequeñecidos de dolor estaban tan húmedos que sus pestañas armaban un muro celoso para resguardar la selva de su mirada. La acosté y cubrí su cuerpo con la sábana. Retiré el cabello rebelde de su rostro y le lancé un beso en el aire que ella me devolvió con una sonrisa tímida, como obligada. Caminé decidido hacia mi destino, sabía que era lo correcto. La observé desde la puerta, antes de cerrarla. Su palidez y su fragilidad se confundían desparramadas en los frunces de nuestra acalorada cama. Con el aire en el rostro sentí el permiso que andaba buscando. Algo fresco y aliviador, un amigo que se llevaba todas las pesadillas armadas desde hacía un tiempo. Seguí con mi paso más liviano, sin la carga, ni los miedos y con la decisión en la mano. Nadie salía perdiendo, pensé; nadie, si se era sincero. En mi casa encontré todo desordenado. Parecía que un ladrón hubiera estado obrando y que a último momento desistió arrepentido. Llamé a mi mujer, mientras revisaba cada habitación. En el paseo, mis ojos buscaron encariñados recuerdos. Las fotografías proyectaron imágenes de otros tiempos más felices, más completos, donde cada uno era amante del otro por elección, por necesidad, por pasión… Algunas me recordaban la sonrisa sincera y contagiosa de nuestros hijos ; de escasos dientes, con grandes ventanales abiertos, otras escondidas en una mueca traviesa o sólo mostrando los ojos encendidos. Eran épocas de sacrificio, de largas horas de trabajo, de fiebres infantiles, gargantas infectadas y llantos nocturnos que nos encontraban juntos, en alguna cama; enredados y convencidos de que pasaría y llegaría la época en que disfrutaríamos el uno del otro. Me encontré de pronto con una gran sonrisa femenina enmarcada en un antiguo portarretratos de bronce; así de radiante era la chiquilla que me enamoró. Recordé cuántas veces le pedí que fuera mi novia, la insistencia para el primer beso y para que fuera mía, en esa noche de invierno. Acaricié despacio su rostro, sus labios y sacudí tristemente la cabeza. Hacía tiempo la había apartado de mi vida, sin quererlo, sin saberlo, comenzamos a ser extraños, fríos y yo un extranjero. La había amado, mucho y mi corazón martillando me aseguró que aún la quería. Algo se me estrujó por dentro cuando la decisión recordó a qué volví corriendo y con asco la aparté, sentándome en el sofá con las manos presionando mi cabeza. No podía hacerlo y es más, pensé; no quería hacerlo. Me levanté cuando la decisión cambió su disfraz y busqué en el baño el alivio de agua fresca en mi rostro. No puedo describir cómo se desfiguró detrás del espejo cuando leí la nota que me había dejado. La arrugué con bronca y la mantuve en el puño cerrado, incapaz de pensar que alguna vez podía volver a abrirlo. Así, apretando toda una vida, sintiendo la ira recorrer las venas hinchadas de mis manos y con el paso más lento que alguna vez me haya acompañado, intenté tragar el aire que la brisa me estaba llevando. Era “todo” lo que se desmantelaba en dirección opuesta, los pedazos de mi vida se escapaban. Fotografías, sonrisas, niños, abrazos, esperas, grandes mesas, mis nietos, corrían a gran velocidad en sentido equivocado, castigando con sus ráfagas; tal vez para que despertara. Giré y contemplé mi barrio, mi casa, buscando explicación; algo que me indicara en qué momento todo cambió y sobre todo encontrar una razón. Mascullé entre dientes mil excusas y ninguna me conformó, todas tenían solución y ninguna llevaba el nombre de otra mujer. Volví a poner distancia lentamente cuando comprendí que no había sido el único actor. Mi propia medicina estaba recorriendo mis venas, envenenándome; era horrible, amarga, pero tan real… Fui pateando mi andar, imaginando cómo desarrollar el próximo acto; había cambio de actriz, de escenario, pero seguía siendo una mentira. La abrazaría muy fuerte y besando la frente le diría que cumplí mi promesa. Jamás admitiría que mi mujer tuvo más coraje y que en el puño cerrado aún guardo la esperanza de rescatar lo que fue mi vida.
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DEMOCLES...(Mago de Oz)
silvana press
Sara
Muy bueno
silvana press
Federico Santa Maria Carrera
Pero necesito resaltar, respecto de tu trabajo, ahora ya obviando el cuento, que cada vez lo estás haciendo mejor y me doy cuenta, sin temor a equivocar, que en la medida que mas produzcas, mejor lo harás.
Una vez te comenté que poco a poco te estabas soltando... ¡Ahora te has ido con todo!
De maestra, a escritora... De aquí al podio...
¡Cómo quisiera conocerte toda!
silvana press
Es bueno tenerte de amigo siempre presente.
Estoy tratando de tener alguna inspiración, pero no es fácil hacerlo seguido. Ahora, con las críticas de abajo, se me ocurrió otro relato en donde el hombre no sea el que reciba mis palos.
Gracias por tus elogios.
GLORIA MONSALVE
asi suele ser la vida, nos cobra, nos da nuestra propia medicina y vaya si es duro tomarla...
me gusto
un abrazo de amistad
silvana press
Saludos afectuosos Gloria.
kalutavon
silvana press
Hay de todo en el reino del Señor ¿no?
Cariños y gracias por pasear y dejar tu estela en mi rincón.
Un abrazo afectuoso.
Gustavo Adolfo Vaca Narvaja
Felicitaciones
silvana press
Creo que la mujer se juega más en ese momento; el hombre sabe que en la separación le cambia mucho la "comodidad" que la vida conyugal le da... por supuesto hablo de situaciones como esta. Prefieren (eso es lo que creo) la doble vida; la mujer (yo por lo menos) no puede soportar estar al lado de alguien que no quiere, no desea, no puede mentir en una relación que no la satisface y si lo hace es porque tiene otros motivos fuera de los sentimentales.
Gracias por tu comentario siempre tan PUM! para arriba.
Saludos amigo
Gustavo Adolfo Vaca Narvaja
Muy bueno Silvana
silvana press