Desde lo profundo de mi ser se escucha su voz,
Grita tan fuerte que hasta las aves se espantan.
Se estremece mi cuerpo, los alientos me faltan,
Se debilitan mis piernas, mis ojos se nublan.
 
Las calles se angostan, se amplía lo rojizo del sol,
Se triplican mis manos en las sombras de la luz.
Mis labios se han secado, mi garganta raspa,
Mi voz se ha quebrado por esa caricia tosca.
 
Endebles palpitares de mi corazón surgen de mi pecho,
Lágrimas secas han marcado mi rostro.
¿Qué es lo que escucho en el silencio?
¿Acaso es mi propio lamento?
 
Un silbido seductor me lleva por lo tenue de la luna,
Un frío abrazador me encarcela.
Intentos fallidos ejecutan mis piernas,
Movimientos frágiles que se quiebran.
 
Ya mis ojos se han cerrado, he olvidado el resplandor,
De la mano voy caminando, hacia un destino de terror.
Si quiero regresar, no podré, porque una muralla hay,
Tan inmensa como el hoy y el ayer.