EL ZAPATILLAS ROJAS
Publicado en Apr 11, 2013
Todos me acusan a mí. Claro, porque soy chico y no me puedo defender. Porque si me quiero defender me meten un sopapo. Pero la culpa de todo la tiene él. Yo lo quería de verdad. Y él se hizo el vivo. Si me acuerdo cuando hará diez o quince días llegaron hasta acá, hasta el barrio quiero decir, y se la vino a dar de importante porque el padre tiene una chata y él tiene zapatillas rojas y la hermana juega bien a la bolita. ¡Qué importantes que parecían! Yo creía que eran ricos y me acuerdo que esa misma noche le pregunté a mami si ellos eran ricos y me acuerdo también que mami me miró con cara de no seas boludo y me dijo dejá de preguntar boludeces, vos te crees que si fueran ricos vendrían a vivir acá, en esta miseria. Y me acuerdo también que yo bajé la cabeza en ese momento, después miré a mis dos hermanitos: el Ezequiel que tiene dos años menos que yo, o sea que tiene ocho, y al Pablito también lo miré, que tiene siete. Después en silencio seguimos con nuestra comida de la noche: mate cocido con pan, con unas rodajas de mortadela que mami cortó bien chiquitas para que el quedaran a papi cuando volviera de juntar los cartones.
En ese momento me puse a pensar en qué sería ser rico entonces. Y enseguida me vino a la mente la idea de que ricos serían esos señores y esas señoras que pasaban por la Circunvalación a toda velocidad. ¿Por qué los ricos estarán siempre apurados? Y después me pregunté qué cosas comerán los ricos, ellos que son tan importantes con sus ropas nuevas y sus lentes negros incluso en los días nublados. Estoy seguro que mate cocido no deben comer por las noches, porque ni siquiera mamá y papá lo hacen, ellos prefieren tomar mates. A mí me gustaría ser grande solamente para poder tomar mates, o café, qué gusto tendrá el café, nunca lo probé pero me acuerdo de una vez que fuimos con mami hasta el hospital y en la esquina había un negocio donde sirven el café y había un olor re rico a café me dijo mami y a medialunas que me dijo mami que se comen con el café. Del bar salía un olor espectacular y había mucha gente en las mesas hablando o leyendo el diario y yo me paré un ratito hasta que mami me tiró del barzo y me hizo avanzar. Lo único que no me gustó es que tomaban de un pocillo muy chiquito. Debe ser lindo poder tomar café algún día. El zapatillas rojas me dijo que él tomaba café con leche todas las tardes. Que café solo no, porque no le gustaba, que una vez había probado y puaj. Y me contó muchas cosas buenísimas, que jugaba en una escuela de fútbol, que practicaba dos o tres veces por semana y que los domingos jugaban y que conocía Bellavista que es donde practica la primera de Ñuls. Y que el padre lo había llevado tres veces a la cancha de Ñuls, antes de que lo arreglaran, porque vivían cerca de la cancha y que a la cancha de Central había ido una vez con un primo de diecinueve años. Y también me preguntó si alguna vez había visto un billete de cien pesos, yo nunca porque mi papá nunca me deja ver la plata. Y él sí había visto, y también me contó que vio dólares, que me dijo que es plata que vale más y que es de color verde. Pero igual yo sabía que no eran ricos, porque mi mami me lo había asegurado. ¿Pero por qué son los únicos del barrio que tienen chata? Magdalena, la hermana del zapartillas rojas, tiene la edad del Ezequiel y el zapatillas rojas once y Maggie juega muy bien a la bolita, hay que verla jugar a la chica es una campeona. Y juega bien a todos los juegos de varones. Me acuerdo que una vez le gané un partido a diez chantadas, diez a siete le gané y ella se enojó mucho y me trató de muerto de hambre. Mi mamá estaba cerca y la retó un montón y le dijo que primero se fijara ella y su familia. Y después a la noche, a la hora del mate cocido, me dijo muy seria que esa chica era una maleducada y que no tenía que permitir que esa chica me dijera esas cosas nunca más, pero que el zapatillas rojas era un buen chico. Además zapatillas siempre andaba con un pantalón que era re bueno, uno de gimnasia Adidas que a mí me hubiera gustado tener y eso que yo no soy ningún envidioso. Porque mami me dijo que jamás tengo que ser envidioso. Y si zapatillas rojas fue llevado al hospital inconsciente, medio muerto, con su madre llorando y pidiendo auxilio y su hermana me quería pegar con un fierro. Pero a mí nadie me pega, solo mis padres, porque tienen derecho, cuando tenga dieciocho años me voy a poder gobernar solo. Hay veces que no me puedo controlar, que hago cosas porque una fuerza me sale de adentro y esta vez me pasó eso. Estábamos jugando a hacer volar una tapa de leche Nido, de acá para allá y de allá para acá, yo se la tiraba a Zapatillas, Zapatillas al Eze, y el Eze a Maggie. Mientras Pablito jugaba solo a un costado en una casa que habíamos armado el día de la tormenta que tumbó las ramas de los árboles. Ellos manejaban la tapa mejor que nosotros, porque jugaban siempre a esto y nosotros era la primera vez. Ellos sabían usar el viento. En uno de los tiros del Eze la tapa quedó bien cerquita y fue a buscarla para tirar de nuevo. Magdalena también corrió para tirar ella, el Eze apurado la revoleó sin mirar y fue a dar en la frente de Maggie que se largó a llorar como una loca. Zapatillas se puso furioso y fue a ponerle banca a Ezequiel, que le dijo que lo perdonara, que fue sin querer, que no se dio cuenta que ella venía y es verdad porque el Eze no tiene maldad. Si hubiera sido el Pablito el que le hubiera pegado capaz que era queriendo porque el Pablito es medio indio. Tuve que tranquilizarlo a zapatillas rojas y ya nos habíamos amigado cuando Maggie dejó de llorar y fue corriendo a pegarle una piña a Ezequiel, que se quedó quieto. Ahí Zapa se empezó a reír y a decir que le pegó una mujer y que no sabía pelear. Ezequiel la embocó a Maggie con una piña que le hizo sonar la cara y enseguida se trenzaron en una lucha con Zapatillas. Yo no quise meterme para que se arreglaran ellos, el Pablito se acercó para mirar. Zapatillas tenía más fuerza que mi hermano y le ganaba fácil, el Pablito se le tiró arriba y Zapatillas lo sacó de un empujón y después le metió una piña que le rompió la jeta al Pablito. Maggie aprovechó para pegarle una patada al Eze que estaba en el suelo y yo quise tranquilizar a todos y entonces Zapa y la hermana quisieron escapar gritando muertos de hambre. Negros de mierda, también nos dijeron. Ahí me acordé de mami y lo que hice fue todo muy rápido que no me acuerdo de nada casi, solamente de que agarré un fierro que sostenía la casita.
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Hugo Nelson Martn Hernndez
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