LUNA
Publicado en Apr 13, 2013
Eras una golfa, una perra callejera de esas que mendigan lo que los demás tiran. Te gustaba todo, te comías lo incomible y aceptabas cualquier sobo, de quien fuera, correspondiéndole con tu típico contoneo de trasero. Eras muy joven, tu cara de cachorra te delataba y tus ojos tenían el brillo de pensar que todo te pertenecía, por eso nunca mirabas mas allá de las cuatro esquinas de donde sacabas todo lo que necesitabas, y, ciertamente por eso... nunca supiste que te miraba desde el bus, cada mañana, cuando iba hacia el instituto. Me costó convencer a mis padres para que formaras parte de mi vida y de las suyas, pero te acabaron queriendo, como yo, porque eras guapa, inteligente, cariñosa y con el tiempo, educada y tranquila. De nuestros paseos llegué a comprender que el silencio puede ser la mejor comunicación, pues tus ojos me decían toda la adoración que me tenías y mis caricias, te hacían sentir la más feliz del mundo. Hace quince años que te cogí en brazos por primera vez, temblabas por el miedo y ahora, ya ves, te llevo en brazos por última vez, y tiemblas porque te estás muriendo. Espero que sea rápido y que nuestros ojos no se encuentren, porque no podría soportarlo, luego, te llevaré a donde te saqué, y te fundiré con el aire de esas calles que te vieron nacer y corretear hasta el día en que decidí que tenías que ser mía. No sé si te di la libertad o te la quite, no sé si tenía derecho a imponerte una vida diferente a la que llevabas, solo sé que fuiste la primera responsabilidad de un crío que se gastó la paga de un mes, en una correa y un collar con una chapa, en la que mandé grabar tu nombre, Luna
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