Mujer: Tan sólo soy un alma en pena
desde que tus ojos asesinos me dejaron.
Mis rumbos y pasos se perdieron por el mundo
y nuevos dolores resplandecieron en mi cuerpo.
Ruedo de gruta en gruta, robando bagatelas.
Tratando de asimilar tu crueldad inefable.
Ando fantasmal en los élitros pétreos.
Amanezco en los pétalos de rosas corrompidas:
No asimilo aún tantas brutalidades
tanto desengaño falaz y tanto desapego.
Cierto es que te cundiste de flores y de anillos
y declaraste a los hombres que ambos éramos ejército
y que siempre estaría ahí para quererme.
Pero una mañana retrocedió tu convicción.
Y decidiste abandonar lo que habías proclamado.
No sabes la perforación que hiciste en mi alma
cuando te vi marchar con tus maletas básicas.
Desde entonces soy una arbitrariedad desmembrada,
un halo perdido
y una vejación que arrastra su vanguardia.