Apoyado en mi báculo unigénito
declamo a cualquiera mis amores.
Han transcurrido años y he vivido.
He aprendido a amar y a ser amado.
También tuve contacto con dolores ajenos.
Y el corazón se me rompió totalmente dos veces.
Pero sus cicatricez son la identificación de lo vivido
y cuando creémos que el alma declina definitivamente
viene otro insuperable amor a rescatarnos:
Doy testimonio de la trayectoria orbital del amor.
Los corazones no quedan solos para siempre
a menos que se decida destrozarle los rasgos
y esconderlo fríamente en una mácula...
En verdad, no existen cabillas que no puedan doblar
ni prisiones perpétuas en que puedas guardarlo:
Se empeñan en su logro de salir de las sombras
y desentierran reservas de destellos ignoradas.
Doy fe de su profundo aprendizaje
y su eterno compromiso de palpitar intrépido.