Tu genuina conducta humana
me ha devuelto la fe en los hombres.
Mi corazón, sin ánimos ya, entró en su cubilete.
Cansado de escaparse de tantas desdichas habidas.
Más tu giraste el pomo de mi guarida agreste
y con una sonrisa grande te sentaste ante mi.
Me preguntaste qué de la vida era fidedigno,
qué era envidiable y qué era lo mejor.
Yo no supe contestar y diste tu testimonio
de que la vida es un arca sagrada
repleta de tesoros insondables y gratas complacencias.
y de las malas implicaciones que trae el rehuír.
Colocaste en mi YO, atormentado
astrales depósitos de esperanza y canciones.
Caminaste por encima de mis vértigos y miedos
y tu personalidad sencilla me llenó de admiración.
Te quejaste de mi ego, de mi altivez y hasta de mi saña.
Poco a poco sentí la rusticidad de lo canoro
y volvieron las sonoridades a mi cuerpo.
Me rodeaste con tus gracias ilímites
y salí de mi cantera hecho una permanenecia.
Hoy recorro las calles silbando y recitando
y de nuevo me he reconciliado con todos los objetos...
Hoy te agradezco, alma mía, que sigas a mi lado,
mientras las constelaciones se pierden en su vértice
y el mundo se llena de una luz divina.