Tus manos (texto para una lpida)
Publicado en Apr 15, 2013
Mis manos. Las tuyas. Estas, que son mis recuerdos. Mis manos son delgadas y hechas a la caricia. Son lindas de ver. Las uñas son largas, pero romas. Cada falange está apenas cubierta de piel y tendones y nervios. Nada parece en despropósito. Los nudillos no son regordetes, pero tampoco desaparecen en manos de cadáver. Son largas y parecen invitar a ser tocadas y a tocar. Diestras en la vihuela. Hábiles en la flauta, con yemas delicadas irritadas en la percusión; pero, siempre prontas al sonido, a la música, a la caricia, al amor, a ser olidas, a penetrar como penes auxiliares. Así son mis manos.Las tuyas eran todo lo que se podía pedir. Al revés de las mías, casi amarillas, las tuyas eran albas. Translúcidas. Las venas se mostraban impúdicas en su tono azul, pero no se veían como auxiliares de tu vida, sino como hilos que tu movías hipnotizándome. Tus manos, aferradas a mi masculinidad. Tus manos, poniendo un silencio en mis labios. Tus manos, autoacariciándote en esos momentos que no tuvimos jamás, pero que eran una posibilidad al ver tus manos:Su palma, con la líneas de la vida que te auguraba longevidad -Fíjate, te dije, morirás de vieja. -¿A que edad murió tu abuela?, -Mi abuela aún vive, dijistes.- -Es por eso, por lo de la longevidad.- Sonreiste.Tome tus manos y las besé. -Qué haces? La pregunta obvia ponía relieve el porqué haces eso si aún no puedes, si aún no hemos copulado, si aún no eres mi cortejo, mi enamorado, mi novio, mi machucante, mi macho, mi todo. Pero, esperaba serlo. Esperaba poder tener desde tus manos, todo lo demás. Fue como una revelación.Todos se fijaban en tetas y nalgas y yo razonaba.Y sólo veía en mis sueños eróticos, tus manos. O las manos de cualquiera.Con tal de ser mujer.Con tal de ser manos finas. No me gustan las manos de las sirvientas, con callos de limpieza y de aguas alcalinas y sustancias ácidas. De las obreras, duras de telar de amanecida, de overlook y rectas-. De las amas de casa, ya transminadas de ajo y cebolla, y culos de guaguas, y pollas de maridos. Odio las manos imperfectas.Pequeñas sin llegar a la ridiculez. Fuertes sin llegar a ser hombrunas. De uñas perfectas. Blancas del ocio y del cuidado. Frágiles en apariencia y prontas a clavársete en el alma. Esas manos -las tuyas- son la fuente de mi deseo. ¿Si es que tomas a una hembra que ves de ella? ¿El coño, la vulva, el gatito, la raja abierta y colorada? Tal vez, si fuese un contorsionista o un espejo loco, podría en tu carrusel, ver todo lo que me erotiza. En cambio yo, amante de las manos, las dispongo a la altura de mis deseos, de mis ojos, y las miro y me excitan y las tomo, y las disfruto pues se que todo el ritual del sexo, aquel del que no llegas, casi ya estás, que te corriste, más allá de tus palabras, están en tus manos, en tus dorsos, en tus palmas. Son ellas las que me cuentan de tu vida. Son ellas las que reciben mi cópula. Son ellas las que padecen frío. Las que se enamoran del color del cuarto. Las que aclaman a los artistas de la última obra de teatro, las que se aferran a las mías cuando es el descontrol del placer total, o del dolor pleno. Una sola vez me fueron ajenas. Una sola vez me ignoraron. Pero una vez es más que suficiente. Y bastó esa una sola vez. Una sola vez me provocaron que me abrazara de tu cuello y apretara hasta la saciedad, hasta que dejaste de luchar. Hasta que exhalaste el suspiro final y te desmadejaste como muñeca rota. Es tan frágil la vida y es tan eterna la muerte. Luego tus manos quedaron inertes como todo tu cuerpo. Después se enfriaron, pero no perdieron su albor. Pero no perdieron las venas azules que cruzan de manera simétrica esa piel blanca suave y ahora fria. Jueces y jurados me enrostraron crueldad enfermiza y me dijeron que mi muerte vengaría la tuya. Todo porque opté por separarte de tus manos, lo más importante de ti, y las llevé conmigo y las tuve, mientras se descarnaban , mientras se malolían. Mientras se desgajaban en mil e innocuos gusanos blancos como tus manos. Si es que es posible el resumen de todo lo nuestro. Si es que alguien se atreve a poner estas palabras en mi lápida, diría: Muero por tus manos. Viví por ellas.
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Miriam Alvarez
Bien hecho.
Pachucos Manli