Somos sueños.
No somos pequeños, tampoco somos mayores.
Aún así sabemos bien quiénes no somos y cómo no queremos ser.
Ah, terrible vida la de los sueños.
Porque apenas duramos segundos, y aún así podemos marcar la vida de algún soñador.
¿Soñadores?
Nunca vi uno, pero sé que los hay buenos y los hay perversos.
La mayoría somos parte de los sueños de algún imbécil que no nos valora demasiado.
Por eso sufrimos, pero somos perseverantes y nos seguimos presentando como sueños en los sueños de los soñadores... no podemos hacer otra cosa.
¿Los sueños adultos?
Pobres sueños.
Pasan su corta vida en los sueños de los soñadores pretendiendo algo que no son.
Van con muchas cosas en sus mentes hechas de sueños.
Y hacen creer a los soñadores que son felices con la vida que les han creado.
Pobres sueños adultos.
Pasan toda la vida creyendo que son felices,
pero son miserables.
A mí me gusta ser un sueño así, tal cual soy, ni hermoso, ni perfecto, ni acarreo males.
No soy un sueño recién soñado, ni uno muy…convencional.
¿Por qué?
Porque mi soñador no se da cuenta de que sueño.
No llamo la atención de ninguno de mis soñadores, sé que es mejor así.
Por eso no quiero crecer, tampoco.
No quiero ser un sueño más entre todos los sueños.
Quiero llegar a ser soñadora, para poder soñar a otros que quieran soñar.
Y así crear un mundo de soñadores...
¿no sería eso maravilloso?
Yo creo que sí.
Pero lo real, es lo real...
Sabemos bien que apenas somos sueños:
inventos,
deseos reprimidos y
pedacitos mezclados de realidades,
de recuerdos gastados
y de mentiras que se convierten en verdades.
Somos la realidad alternativa al mundo de soñadores.
Los soñadores nos sueñan para escapar de sus vidas ordinarias,
pero muchas de las cosas que pasan aquí son de allá,
de lo lejano, de lo que no llegamos a percibir.
Somos, apenas, un intento de idea.
Saben... me entristece mucho que la mayoría de los sueños adultos no sepan que son sueños.
Porque antes los sueños no sabían que eran sueños.
Ahora nos enseñan qué somos y de qué estamos hechos,
aunque nos hacen creer que nuestro único objetivo en la vida es ser sueños.
Yo no quiero ser un sueño normal entre los sueños.
Quiero ser una soñadora,
¿ya se los dije a eso?.
¿Por qué me dan pena? Porque viven frustrados creyendo que son lo que son porque eso es todo lo que pueden ser.
Y no es así.
Se puede cambiar.
Yo sé de sueños que se convirtieron en soñadores.
También, sé que duraron poco en el mundo de allá, porque es peor que el de acá.
Eso es lo único que me da miedo, porque si el allá no es lo suficientemente tranquilo como para soñar sueños que quieran ser soñadores, mi plan maravilloso de un mundo de buenos soñadores…
Sí, mi único miedo es no poder soñar.
Raro, ¿no?
Sé que muy pocos entenderán completamente lo que quiero decir, porque son pocos los que se animan a entender.
Este lado es diferente.
La vida y nuestro destino despedazado nos han hecho lo que somos.
Las respuestas están delante de nuestras narices.
La filosofía es simple,
y por todo abstracta.
Pero nuestras sonrisas, la de los sueños que quieren ser soñadores, brillan más porque somos conscientes de  las otras realidades,
de los otros sueños.
Porque vemos con ojos ajenos lo que ellos creen que sienten.
Lo que sabemos es que somos parte de un mismo y siniestro sueño que soñó algún maldito, algún sin miedo, algún muerto, algún nadie.
Como parte de este sueño, me rebelo en contra de mi soñador, porque yo también quiero soñar.
También se que varios sueños que quisieron ser soñadores tuvieron que dejar de soñar.
Sus sueños, sin embargo, quedaron flotando en esta nebulosa enredada y confusa.
Soy un sueño ni muy-muy, ni tan-tan.
Pero quiero cambiar.
No quiero ser como ellos.
Porque quiero soñar.
Y como sueño soñador que soy,
sueño con cada palabra que intento que llegue a otros sueños que quieran soñar conmigo,
porque sin sueños no existiríamos,
sin sueños no querríamos soñar.
Sueños, ¿verdad?...