Amor a distancia.
Publicado en May 20, 2013
Sin tregua acariciaba su recuerdo mientras fumaba un cigarrillo en la pequeña terraza de su apartamento. Una vista envidiable de la bulliciosa ciudad le obligaba a quitar de su mente el suave murmullo de las palabras resbalando en sus oídos una y otra vez. Quería no haber dejado entrar sus dulces insinuaciones a su corazón, se preguntaba a diario si la pasión que existía en esas continuas y sucesivas frases no la envolverían en una locura temporal. En ocasiones piensa en la distancia que los separa y siente que está encerrada en los caprichos antojadizos de su interlocutor, que la vida misma se consume frente a la pantalla de un computador o esperando una llamada telefónica. Teclea con nerviosismo y ansiedad una a una las pequeñas y negras letras para decirle cuanto lo extraña, cuanto lo ama, cuanto lo odia, pero en cambio no puede vencer el miedo de admitir que se enamoró de esa figura, transparente y profunda. Observa la última fotografía que quedó registrada en la cámara...quiere sacarla y enmarcarla, instalarla en la sala sobre el piano de cola que le regalara meses antes, durante la interminable temporada en que la visitó. Era un cálido día de invierno y él, como habían combinado, la esperaba en el aeropuerto después de un vuelo interminable por cierto. Lleno de ansiedad y expectativas. Ya no hay tiempo de arrepentimientos. Está allí. Se acercan, se observan, no saben si besarse como los buenos amigos de antaño o como los iniciantes amantes que son hoy. Con la misma fantasía que los envuelve en ese momento, surge una historia de poesía. Tratan de que su nerviosismo no los traicione. Largas conversaciones en el trayecto, la mano masculina que se arrastra por su pierna envuelta en un azul jeans que eligió especialmente para vestir ese día. Ella golpea suave pero enérgicamente su mano para controlarlo, para controlarse. Un calor sublime le recorre el cuerpo. Desea entregarse allí mismo, saber si en realidad la hace vibrar con su cuerpo tanto como con sus palabras. Sin embargo, recuerda las sabias palabras de su eterno amigo José, “descúbrelo primero, ve si en sus ojos hay verdad y sinceridad antes de dejar que entre en tu intimidad…” Lo deja en su hotel y con excusas que a leguas se saben mentiras, se aleja prometiendo que en pocas horas lo pasará a buscar para cenar juntos. La noche se inicia con nerviosismo. La cena transcurre entre risas, recuerdos, cortos silencios, miradas cómplices. Un beso amoroso y apasionado cierra el encuentro. Pero él le pregunta si desea subir a su habitación. Ella sabe lo que continúa y, tras un corto titubeo, asiente sin decir palabra. Las luces de la habitación son tenues e insinuantes. El ambiente cargado de una suave estela de pasión los envuelve y los somete a una nueva aventura. Se acercan con miedo y ansiedad cada uno en su sutil pero intensa compañía. Miradas profundas que quieren descubrir lo que el otro piensa, intuye, siente. Sus cuerpos temblorosos como cuando tenían quince años se funden en un mar de emociones, dejando escapar lo que durante tantos años estuvo sumido, escondido, latente. Un beso bastó para dejarlos expuestos, vulnerables. Sus manos recorren y quitan su ropa suave y tranquilamente. Ella siente que su respiración se corta por momentos, cree que la falta de aire la hará perder el conocimiento, pero al verlo tan seguro y entero, se convence de que debe estar allí. Fue una noche llena de detalles, sutil y como lo había imaginado. Muchas otras se sucedieron durante sus vacaciones, sin embargo, inexorablemente, terminaron un día de invierno. Tendría que acostumbrarse a no verlo, a no mirarlo enfrente de ella. A solo escuchar su aterciopelada voz a través de la línea telefónica. Hoy ya no sabe si fue una buena elección pero intuye que si no hubiera experimentado aquel amor insipiente no tendría esa sonrisa en el alma. El sonido del teléfono la saca de sus profundos pensamientos… “Hola, ¿si? Aquí estoy amor…"
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Elvia Gonzalez
silvana press
Haz plasmado muy bien en tu texto esa situación y tu personaje mantiene en contra de lo que supone que vendrá.
Me gustó, saludos afectuosos.
Emme
kalutavon
Marcela Isabel Montes Silva
Abrazos.